Como vimos ayer, el encuentro de Jesús le produjo libertad de su esclavitud espiritual. Enfatizaba la idea que cuando nos encontramos con el Maestro, Él trae libertad a nuestras vidas. Nos libera de las mentiras de Satanás; mentiras acerca de nuestra identidad, dignidad, valor, amor y aceptación de parte del Señor. Mentiras que, en muchos casos, nos han acompañado desde nuestra niñez. Mentiras que, de forma inconsciente, determinan cómo nos vemos a nosotros mismos y la realidad.

Pero el encuentro con el Maestro también nos ha de liberar del pecado. No solamente en términos jurídicos -es decir, que somos declarados justos y, por lo tanto, no podemos ser condenados- , sino también en nuestra vida cotidiana. Porque podemos ser jurídicamente libres y, sin embargo, vivir en la práctica como auténticos esclavos. Jesús en el ya citado pasaje del evangelio de Juan lo indica así, todo aquel que hace pecado se convierte en un esclavo del mismo.

El proceso es muy sencillo. Yo, haciendo uso de la libertad que Cristo ha ganado para mí, tomo la decisión de pecar y permitir que el pecado anide en mi vida. Poco a poco va ganando terreno y me voy volviendo incapaz de poder manejarlo y me va esclavizando. Libremente he decidido convertirme en un esclavo, y llega un momento en que ya he perdido la capacidad de liberarme de ese hábito, esa actitud, esa conducta, esa manera de lidiar con la realidad. Todo aquel que hace pecado, acaba convirtiéndose en sn esclavo.

Por eso la salvación, no solamente tiene que ver con ser libres del pecado desde el punto de vista judicial -ninguna condenación hay para los que están en Cristo- sino también desde el punto de vista vital -si el Hijo os libertare seréis verdaderamente libres-. Ahora bien, ese proceso de volver a vivir en libertad no siempre es fácil y con frecuencia es doloroso.

¿De qué pecado necesitas ser liberado por Jesús?

 



Como vimos ayer, el encuentro de Jesús le produjo libertad de su esclavitud espiritual. Enfatizaba la idea que cuando nos encontramos con el Maestro, Él trae libertad a nuestras vidas. Nos libera de las mentiras de Satanás; mentiras acerca de nuestra identidad, dignidad, valor, amor y aceptación de parte del Señor. Mentiras que, en muchos casos, nos han acompañado desde nuestra niñez. Mentiras que, de forma inconsciente, determinan cómo nos vemos a nosotros mismos y la realidad.

Pero el encuentro con el Maestro también nos ha de liberar del pecado. No solamente en términos jurídicos -es decir, que somos declarados justos y, por lo tanto, no podemos ser condenados- , sino también en nuestra vida cotidiana. Porque podemos ser jurídicamente libres y, sin embargo, vivir en la práctica como auténticos esclavos. Jesús en el ya citado pasaje del evangelio de Juan lo indica así, todo aquel que hace pecado se convierte en un esclavo del mismo.

El proceso es muy sencillo. Yo, haciendo uso de la libertad que Cristo ha ganado para mí, tomo la decisión de pecar y permitir que el pecado anide en mi vida. Poco a poco va ganando terreno y me voy volviendo incapaz de poder manejarlo y me va esclavizando. Libremente he decidido convertirme en un esclavo, y llega un momento en que ya he perdido la capacidad de liberarme de ese hábito, esa actitud, esa conducta, esa manera de lidiar con la realidad. Todo aquel que hace pecado, acaba convirtiéndose en sn esclavo.

Por eso la salvación, no solamente tiene que ver con ser libres del pecado desde el punto de vista judicial -ninguna condenación hay para los que están en Cristo- sino también desde el punto de vista vital -si el Hijo os libertare seréis verdaderamente libres-. Ahora bien, ese proceso de volver a vivir en libertad no siempre es fácil y con frecuencia es doloroso.

¿De qué pecado necesitas ser liberado por Jesús?

 



Como vimos ayer, el encuentro de Jesús le produjo libertad de su esclavitud espiritual. Enfatizaba la idea que cuando nos encontramos con el Maestro, Él trae libertad a nuestras vidas. Nos libera de las mentiras de Satanás; mentiras acerca de nuestra identidad, dignidad, valor, amor y aceptación de parte del Señor. Mentiras que, en muchos casos, nos han acompañado desde nuestra niñez. Mentiras que, de forma inconsciente, determinan cómo nos vemos a nosotros mismos y la realidad.

Pero el encuentro con el Maestro también nos ha de liberar del pecado. No solamente en términos jurídicos -es decir, que somos declarados justos y, por lo tanto, no podemos ser condenados- , sino también en nuestra vida cotidiana. Porque podemos ser jurídicamente libres y, sin embargo, vivir en la práctica como auténticos esclavos. Jesús en el ya citado pasaje del evangelio de Juan lo indica así, todo aquel que hace pecado se convierte en un esclavo del mismo.

El proceso es muy sencillo. Yo, haciendo uso de la libertad que Cristo ha ganado para mí, tomo la decisión de pecar y permitir que el pecado anide en mi vida. Poco a poco va ganando terreno y me voy volviendo incapaz de poder manejarlo y me va esclavizando. Libremente he decidido convertirme en un esclavo, y llega un momento en que ya he perdido la capacidad de liberarme de ese hábito, esa actitud, esa conducta, esa manera de lidiar con la realidad. Todo aquel que hace pecado, acaba convirtiéndose en sn esclavo.

Por eso la salvación, no solamente tiene que ver con ser libres del pecado desde el punto de vista judicial -ninguna condenación hay para los que están en Cristo- sino también desde el punto de vista vital -si el Hijo os libertare seréis verdaderamente libres-. Ahora bien, ese proceso de volver a vivir en libertad no siempre es fácil y con frecuencia es doloroso.

¿De qué pecado necesitas ser liberado por Jesús?