Soy rey, como tú dices. Y mi misión consiste en dar testimonio de la verdad. Precisamente para eso nací y para eso vine al mundo. Todo el que ama la verdad escucha mi voz. Pilato repuso: — ¿Y qué es la verdad? (Juan 12:28) 

Todos nosotros, a diferente nivel, nos hemos visto, nos estamos viendo o nos veremos ante una disyuntiva similar a la que tuvo que enfrentar Pilato.

Situaciones en las que podemos distinguir con claridad meridiana lo correcto de lo incorrecto. Situacio- nes en las que podemos identificar la verdad y distinguirla de la mentira y del error. Situaciones en las que nos damos cuenta de cuál es el camino más apropiado que deberíamos seguir. Nuestra conciencia nos lo indica, nuestro corazón nos lo confirma, la realidad lo grita, sin embargo....

Sin embargo, a pesar de todo lo dicho en el párrafo anterior, sucumbimos. En ocasiones lo hacemos por puro interés personal, un interés que hace que quede de lado todo lo demás; en otras, lo hacemos cediendo ante las presiones, presiones que nos ponen en una situación de riesgo que no deseamos asumir.

Nuestra respuesta a veces es una respuesta de activa involucración en hacer aquello que sabemos que no es correcto, pero nos gratifica o interesa; otras, es más similar a la actitud de Pilato, nos lavamos las manos con la pretensión de aparentar que no estamos de acuerdo con lo que otros hacen. Este lavarse las manos nos hace sentir que somos moralmente superiores a aquellos que siguen lo incorrecto, que estamos por encima de ellos, pero es pura hipocresía porque, como en el caso del procurador, los otros no podrían hacerlo sin nuestra cobardía disfrazada de indignación, sin que nosotros previamente hubiéramos rendido nuestras convicciones íntimas ante sus presiones.

Nuestras convicciones se verán a menudo bajo presión. La tentación es ceder de una manera u otra: ceder haciendo lo malo, o ceder por cobardía debido al miedo de enfrentarnos a los que desean hacer el mal. Lavarnos las manos no nos eximirá de responsabilidad.

¿Estás viviendo situaciones en las que tus convicciones están sometidas a presión? Si la respuesta es afirmativa ¿Qué presiones estás recibiendo, de quién proceden? ¿Cuáles serían las consecuencias de sucumbir? ¿Cuál es el precio a pagar por no sucumbir? ¿Qué ayuda puedes encontrar en la Escritura para poder soportar esas presiones y hacer lo que es correcto? 


 


Soy rey, como tú dices. Y mi misión consiste en dar testimonio de la verdad. Precisamente para eso nací y para eso vine al mundo. Todo el que ama la verdad escucha mi voz. Pilato repuso: — ¿Y qué es la verdad? (Juan 12:28) 

Todos nosotros, a diferente nivel, nos hemos visto, nos estamos viendo o nos veremos ante una disyuntiva similar a la que tuvo que enfrentar Pilato.

Situaciones en las que podemos distinguir con claridad meridiana lo correcto de lo incorrecto. Situacio- nes en las que podemos identificar la verdad y distinguirla de la mentira y del error. Situaciones en las que nos damos cuenta de cuál es el camino más apropiado que deberíamos seguir. Nuestra conciencia nos lo indica, nuestro corazón nos lo confirma, la realidad lo grita, sin embargo....

Sin embargo, a pesar de todo lo dicho en el párrafo anterior, sucumbimos. En ocasiones lo hacemos por puro interés personal, un interés que hace que quede de lado todo lo demás; en otras, lo hacemos cediendo ante las presiones, presiones que nos ponen en una situación de riesgo que no deseamos asumir.

Nuestra respuesta a veces es una respuesta de activa involucración en hacer aquello que sabemos que no es correcto, pero nos gratifica o interesa; otras, es más similar a la actitud de Pilato, nos lavamos las manos con la pretensión de aparentar que no estamos de acuerdo con lo que otros hacen. Este lavarse las manos nos hace sentir que somos moralmente superiores a aquellos que siguen lo incorrecto, que estamos por encima de ellos, pero es pura hipocresía porque, como en el caso del procurador, los otros no podrían hacerlo sin nuestra cobardía disfrazada de indignación, sin que nosotros previamente hubiéramos rendido nuestras convicciones íntimas ante sus presiones.

Nuestras convicciones se verán a menudo bajo presión. La tentación es ceder de una manera u otra: ceder haciendo lo malo, o ceder por cobardía debido al miedo de enfrentarnos a los que desean hacer el mal. Lavarnos las manos no nos eximirá de responsabilidad.

¿Estás viviendo situaciones en las que tus convicciones están sometidas a presión? Si la respuesta es afirmativa ¿Qué presiones estás recibiendo, de quién proceden? ¿Cuáles serían las consecuencias de sucumbir? ¿Cuál es el precio a pagar por no sucumbir? ¿Qué ayuda puedes encontrar en la Escritura para poder soportar esas presiones y hacer lo que es correcto? 


 


Soy rey, como tú dices. Y mi misión consiste en dar testimonio de la verdad. Precisamente para eso nací y para eso vine al mundo. Todo el que ama la verdad escucha mi voz. Pilato repuso: — ¿Y qué es la verdad? (Juan 12:28) 

Todos nosotros, a diferente nivel, nos hemos visto, nos estamos viendo o nos veremos ante una disyuntiva similar a la que tuvo que enfrentar Pilato.

Situaciones en las que podemos distinguir con claridad meridiana lo correcto de lo incorrecto. Situacio- nes en las que podemos identificar la verdad y distinguirla de la mentira y del error. Situaciones en las que nos damos cuenta de cuál es el camino más apropiado que deberíamos seguir. Nuestra conciencia nos lo indica, nuestro corazón nos lo confirma, la realidad lo grita, sin embargo....

Sin embargo, a pesar de todo lo dicho en el párrafo anterior, sucumbimos. En ocasiones lo hacemos por puro interés personal, un interés que hace que quede de lado todo lo demás; en otras, lo hacemos cediendo ante las presiones, presiones que nos ponen en una situación de riesgo que no deseamos asumir.

Nuestra respuesta a veces es una respuesta de activa involucración en hacer aquello que sabemos que no es correcto, pero nos gratifica o interesa; otras, es más similar a la actitud de Pilato, nos lavamos las manos con la pretensión de aparentar que no estamos de acuerdo con lo que otros hacen. Este lavarse las manos nos hace sentir que somos moralmente superiores a aquellos que siguen lo incorrecto, que estamos por encima de ellos, pero es pura hipocresía porque, como en el caso del procurador, los otros no podrían hacerlo sin nuestra cobardía disfrazada de indignación, sin que nosotros previamente hubiéramos rendido nuestras convicciones íntimas ante sus presiones.

Nuestras convicciones se verán a menudo bajo presión. La tentación es ceder de una manera u otra: ceder haciendo lo malo, o ceder por cobardía debido al miedo de enfrentarnos a los que desean hacer el mal. Lavarnos las manos no nos eximirá de responsabilidad.

¿Estás viviendo situaciones en las que tus convicciones están sometidas a presión? Si la respuesta es afirmativa ¿Qué presiones estás recibiendo, de quién proceden? ¿Cuáles serían las consecuencias de sucumbir? ¿Cuál es el precio a pagar por no sucumbir? ¿Qué ayuda puedes encontrar en la Escritura para poder soportar esas presiones y hacer lo que es correcto?