Te aseguro que hoy, esta mis- ma noche, antes de que el gallo cante por segunda vez, tú me habrás negado tres veces. Pedro insistió, asegurando: — ¡Yo no te negaré, aunque tenga que morir contigo! Y lo mismo decían todos los demás. (Marcos 14:26-31)

Si miramos a nuestro pasado, todos nosotros podemos identificar una buena cantidad de promesas no cumplidas, de compromisos rotos, de buenas intenciones no culminadas y de buenos propósitos que se quedaron en eso, buenos propósitos. Salvo excepciones, sin duda, en el momento en que formulamos todo lo dicho en el párrafo anterior éramos honestos y deseábamos que aquello pudiera cumplirse o llevarse a cabo, sin embargo, no fue así.

Tal vez todo fue fruto de un momento de impulso, una reacción emocional ante un estímulo externo. Pudo ser también fruto de una convicción auténtica, genuina y real pero que no tuvo demasiado en cuenta nuestra realidad y nuestras capacidades.

Jesús nos invita a tener una visión realista y auténtica de nosotros mismos, no con el propósito de desa- nimarnos, tampoco con la finalidad de que nunca emprendamos nada de valor, difícil o costoso para Él, más bien, para que ello nos lleve a presentarnos ante Jesús tal y como somos, con nuestras debilidades, inconsistencias y flaquezas y, de este modo, estemos en condiciones de buscar su ayuda, su interven- ción, para poder vivir, obrar y actuar más allá de todo ello, pero también más allá de nuestros impulsos, deseos y buenas intenciones.

¿Qué similitudes encuentras entre la experiencia de Pedro y la tuya propia?

¿Cómo se relaciona este pasaje con la afirmación de Pablo: Así pues, el que cree estar firme, tenga cui- dado de no caer? (1 Corintios 10:12)

¿Cómo se relaciona este pasaje con la afirmación de Pablo: Así que me alegro de ser débil para que así se muestre el poder de Cristo? (2 Corintios 12:9)


 


Te aseguro que hoy, esta mis- ma noche, antes de que el gallo cante por segunda vez, tú me habrás negado tres veces. Pedro insistió, asegurando: — ¡Yo no te negaré, aunque tenga que morir contigo! Y lo mismo decían todos los demás. (Marcos 14:26-31)

Si miramos a nuestro pasado, todos nosotros podemos identificar una buena cantidad de promesas no cumplidas, de compromisos rotos, de buenas intenciones no culminadas y de buenos propósitos que se quedaron en eso, buenos propósitos. Salvo excepciones, sin duda, en el momento en que formulamos todo lo dicho en el párrafo anterior éramos honestos y deseábamos que aquello pudiera cumplirse o llevarse a cabo, sin embargo, no fue así.

Tal vez todo fue fruto de un momento de impulso, una reacción emocional ante un estímulo externo. Pudo ser también fruto de una convicción auténtica, genuina y real pero que no tuvo demasiado en cuenta nuestra realidad y nuestras capacidades.

Jesús nos invita a tener una visión realista y auténtica de nosotros mismos, no con el propósito de desa- nimarnos, tampoco con la finalidad de que nunca emprendamos nada de valor, difícil o costoso para Él, más bien, para que ello nos lleve a presentarnos ante Jesús tal y como somos, con nuestras debilidades, inconsistencias y flaquezas y, de este modo, estemos en condiciones de buscar su ayuda, su interven- ción, para poder vivir, obrar y actuar más allá de todo ello, pero también más allá de nuestros impulsos, deseos y buenas intenciones.

¿Qué similitudes encuentras entre la experiencia de Pedro y la tuya propia?

¿Cómo se relaciona este pasaje con la afirmación de Pablo: Así pues, el que cree estar firme, tenga cui- dado de no caer? (1 Corintios 10:12)

¿Cómo se relaciona este pasaje con la afirmación de Pablo: Así que me alegro de ser débil para que así se muestre el poder de Cristo? (2 Corintios 12:9)


 


Te aseguro que hoy, esta mis- ma noche, antes de que el gallo cante por segunda vez, tú me habrás negado tres veces. Pedro insistió, asegurando: — ¡Yo no te negaré, aunque tenga que morir contigo! Y lo mismo decían todos los demás. (Marcos 14:26-31)

Si miramos a nuestro pasado, todos nosotros podemos identificar una buena cantidad de promesas no cumplidas, de compromisos rotos, de buenas intenciones no culminadas y de buenos propósitos que se quedaron en eso, buenos propósitos. Salvo excepciones, sin duda, en el momento en que formulamos todo lo dicho en el párrafo anterior éramos honestos y deseábamos que aquello pudiera cumplirse o llevarse a cabo, sin embargo, no fue así.

Tal vez todo fue fruto de un momento de impulso, una reacción emocional ante un estímulo externo. Pudo ser también fruto de una convicción auténtica, genuina y real pero que no tuvo demasiado en cuenta nuestra realidad y nuestras capacidades.

Jesús nos invita a tener una visión realista y auténtica de nosotros mismos, no con el propósito de desa- nimarnos, tampoco con la finalidad de que nunca emprendamos nada de valor, difícil o costoso para Él, más bien, para que ello nos lleve a presentarnos ante Jesús tal y como somos, con nuestras debilidades, inconsistencias y flaquezas y, de este modo, estemos en condiciones de buscar su ayuda, su interven- ción, para poder vivir, obrar y actuar más allá de todo ello, pero también más allá de nuestros impulsos, deseos y buenas intenciones.

¿Qué similitudes encuentras entre la experiencia de Pedro y la tuya propia?

¿Cómo se relaciona este pasaje con la afirmación de Pablo: Así pues, el que cree estar firme, tenga cui- dado de no caer? (1 Corintios 10:12)

¿Cómo se relaciona este pasaje con la afirmación de Pablo: Así que me alegro de ser débil para que así se muestre el poder de Cristo? (2 Corintios 12:9)