Vosotros os apartáis de los mandatos de Dios por seguir las tradiciones humanas. (Mateo 15:1-10)


Nuevamente los fariseos se encuentran con Jesús. Como de costumbre buscando un motivo de confrontación. En esta ocasión era debido a que los discípulos comían sin haberse lavado las manos. Entiendo que el Maestro no era contrario a la higiene, sino al hecho de como por medio de ellas se anulaban los mandamientos claros y directos del Señor.

Jesús siempre nos confronta con lo esencial –amar al prójimo, mostrar gracia, ser misericordiosos, hacer el bien, buscar la paz y la reconciliación, socorrer al necesitado, oponernos a las injusticias...–, pero nosotros siempre tenemos la tendencia a quedarnos en lo secundario –no fumar, no bailar, no ir a discotecas, escuchar solo música cristiana, vestir de una manera u otra, evitar piercings y tatuajes...–

Jesús nos confronta con sus mandamientos y nosotros respondemos con nuestras tradiciones, cuyo cumplimiento nos hace respetables, aunque sea al precio de ignorar los mandamientos. Jesús se pre- ocupa por lo interior: nuestro corazón, nuestras prioridades, nuestros valores, nuestras motivaciones. Nosotros nos preocupamos por el exterior, con lo que otros ven y, por tanto, pueden juzgar, con las apariencias, con lo accesorio. 


¿Cuánto de fariseo hay en nosotros?



 



Vosotros os apartáis de los mandatos de Dios por seguir las tradiciones humanas. (Mateo 15:1-10)


Nuevamente los fariseos se encuentran con Jesús. Como de costumbre buscando un motivo de confrontación. En esta ocasión era debido a que los discípulos comían sin haberse lavado las manos. Entiendo que el Maestro no era contrario a la higiene, sino al hecho de como por medio de ellas se anulaban los mandamientos claros y directos del Señor.

Jesús siempre nos confronta con lo esencial –amar al prójimo, mostrar gracia, ser misericordiosos, hacer el bien, buscar la paz y la reconciliación, socorrer al necesitado, oponernos a las injusticias...–, pero nosotros siempre tenemos la tendencia a quedarnos en lo secundario –no fumar, no bailar, no ir a discotecas, escuchar solo música cristiana, vestir de una manera u otra, evitar piercings y tatuajes...–

Jesús nos confronta con sus mandamientos y nosotros respondemos con nuestras tradiciones, cuyo cumplimiento nos hace respetables, aunque sea al precio de ignorar los mandamientos. Jesús se pre- ocupa por lo interior: nuestro corazón, nuestras prioridades, nuestros valores, nuestras motivaciones. Nosotros nos preocupamos por el exterior, con lo que otros ven y, por tanto, pueden juzgar, con las apariencias, con lo accesorio. 


¿Cuánto de fariseo hay en nosotros?



 



Vosotros os apartáis de los mandatos de Dios por seguir las tradiciones humanas. (Mateo 15:1-10)


Nuevamente los fariseos se encuentran con Jesús. Como de costumbre buscando un motivo de confrontación. En esta ocasión era debido a que los discípulos comían sin haberse lavado las manos. Entiendo que el Maestro no era contrario a la higiene, sino al hecho de como por medio de ellas se anulaban los mandamientos claros y directos del Señor.

Jesús siempre nos confronta con lo esencial –amar al prójimo, mostrar gracia, ser misericordiosos, hacer el bien, buscar la paz y la reconciliación, socorrer al necesitado, oponernos a las injusticias...–, pero nosotros siempre tenemos la tendencia a quedarnos en lo secundario –no fumar, no bailar, no ir a discotecas, escuchar solo música cristiana, vestir de una manera u otra, evitar piercings y tatuajes...–

Jesús nos confronta con sus mandamientos y nosotros respondemos con nuestras tradiciones, cuyo cumplimiento nos hace respetables, aunque sea al precio de ignorar los mandamientos. Jesús se pre- ocupa por lo interior: nuestro corazón, nuestras prioridades, nuestros valores, nuestras motivaciones. Nosotros nos preocupamos por el exterior, con lo que otros ven y, por tanto, pueden juzgar, con las apariencias, con lo accesorio. 


¿Cuánto de fariseo hay en nosotros?