Pues yo te aseguro que sólo el que nazca de nuevo podrá alcanzar el reino de Dios. Juan 3:1-12

En primer lugar, el encuentro de Nicodemo con Jesús nos enseña que la experiencia religiosa, por pro- funda y comprometida que sea, no es suficiente. Es preciso ese salto cuántico del que antes hablábamos que nos lleva a vivir en una dimensión diferente y sobrenatural y que únicamente puede ser generado por el Espíritu Santo.

En segundo lugar, hemos de preguntarnos si realmente se ha producido en nosotros esa experiencia que Jesús llama nacer de nuevo y que da acceso a la vida en el Espíritu. En las páginas del Nuevo Testamen- to esa nueva vida se relaciona con tres realidades que se han de manifestar en la vida del seguidor de Jesús.

La primera de ellas es la búsqueda del reino de Dios. Este concepto es muy espiritual y, por tanto, nece- sitamos aterrizarlo en nuestra realidad de cada día. Ser partícipe del reino implica una búsqueda cons- ciente, voluntaria e intencional de la voluntad de Dios para este mundo. El cristiano por medio del Gran Mandamiento y la Gran Comisión trabaja para que del mismo modo que la voluntad del Padre se hace en el cielo se haga también presente en la tierra.

La segunda realidad es que nos hemos convertido en hijos de Dios y se espera, consecuentemente, de nosotros que vivamos de forma digna de aquel que invocamos por Padre. Somos miembros de una nue- va familia y debemos de estar a la altura de la misma imitando a ambos, nuestro Padre y Jesús nuestro hermano mayor.

Por último, el nuevo nacimiento nos da acceso a la vida eterna. Lo importante de esta vida no es su du- ración ¡Quién quisiera vivir toda una eternidad en un infierno consciente! Lo importante es su dimen- sión cualitativa, es una vida similar a la de Dios. El Maestro mismo afirma que la vida eterna consiste en conocer al Padre y al propio Jesús. Pero no estamos hablando de un conocimiento intelectual, sino de un conocimiento experiencial e íntimo que nos transforma y nos convierte poco a poco en pequeños “Jesuses”.

Sólo podemos estar seguros que tenemos la vida espiritual que produce el nuevo nacimiento cuando podemos identificar en nuestra experiencia esas realidades que hemos mencionado: buscar implementar

la voluntad del Padre, vivir de manera digna de Él y que el carácter de Jesús es cada día más evidente en mi vida.

¿Has nacido de nuevo?
¿Qué evidencias hay en tu experiencia de esa nueva vida?
¿En qué se diferencia la experiencia religiosa del nuevo nacimiento?


 



Pues yo te aseguro que sólo el que nazca de nuevo podrá alcanzar el reino de Dios. Juan 3:1-12

En primer lugar, el encuentro de Nicodemo con Jesús nos enseña que la experiencia religiosa, por pro- funda y comprometida que sea, no es suficiente. Es preciso ese salto cuántico del que antes hablábamos que nos lleva a vivir en una dimensión diferente y sobrenatural y que únicamente puede ser generado por el Espíritu Santo.

En segundo lugar, hemos de preguntarnos si realmente se ha producido en nosotros esa experiencia que Jesús llama nacer de nuevo y que da acceso a la vida en el Espíritu. En las páginas del Nuevo Testamen- to esa nueva vida se relaciona con tres realidades que se han de manifestar en la vida del seguidor de Jesús.

La primera de ellas es la búsqueda del reino de Dios. Este concepto es muy espiritual y, por tanto, nece- sitamos aterrizarlo en nuestra realidad de cada día. Ser partícipe del reino implica una búsqueda cons- ciente, voluntaria e intencional de la voluntad de Dios para este mundo. El cristiano por medio del Gran Mandamiento y la Gran Comisión trabaja para que del mismo modo que la voluntad del Padre se hace en el cielo se haga también presente en la tierra.

La segunda realidad es que nos hemos convertido en hijos de Dios y se espera, consecuentemente, de nosotros que vivamos de forma digna de aquel que invocamos por Padre. Somos miembros de una nue- va familia y debemos de estar a la altura de la misma imitando a ambos, nuestro Padre y Jesús nuestro hermano mayor.

Por último, el nuevo nacimiento nos da acceso a la vida eterna. Lo importante de esta vida no es su du- ración ¡Quién quisiera vivir toda una eternidad en un infierno consciente! Lo importante es su dimen- sión cualitativa, es una vida similar a la de Dios. El Maestro mismo afirma que la vida eterna consiste en conocer al Padre y al propio Jesús. Pero no estamos hablando de un conocimiento intelectual, sino de un conocimiento experiencial e íntimo que nos transforma y nos convierte poco a poco en pequeños “Jesuses”.

Sólo podemos estar seguros que tenemos la vida espiritual que produce el nuevo nacimiento cuando podemos identificar en nuestra experiencia esas realidades que hemos mencionado: buscar implementar

la voluntad del Padre, vivir de manera digna de Él y que el carácter de Jesús es cada día más evidente en mi vida.

¿Has nacido de nuevo?
¿Qué evidencias hay en tu experiencia de esa nueva vida?
¿En qué se diferencia la experiencia religiosa del nuevo nacimiento?


 



Pues yo te aseguro que sólo el que nazca de nuevo podrá alcanzar el reino de Dios. Juan 3:1-12

En primer lugar, el encuentro de Nicodemo con Jesús nos enseña que la experiencia religiosa, por pro- funda y comprometida que sea, no es suficiente. Es preciso ese salto cuántico del que antes hablábamos que nos lleva a vivir en una dimensión diferente y sobrenatural y que únicamente puede ser generado por el Espíritu Santo.

En segundo lugar, hemos de preguntarnos si realmente se ha producido en nosotros esa experiencia que Jesús llama nacer de nuevo y que da acceso a la vida en el Espíritu. En las páginas del Nuevo Testamen- to esa nueva vida se relaciona con tres realidades que se han de manifestar en la vida del seguidor de Jesús.

La primera de ellas es la búsqueda del reino de Dios. Este concepto es muy espiritual y, por tanto, nece- sitamos aterrizarlo en nuestra realidad de cada día. Ser partícipe del reino implica una búsqueda cons- ciente, voluntaria e intencional de la voluntad de Dios para este mundo. El cristiano por medio del Gran Mandamiento y la Gran Comisión trabaja para que del mismo modo que la voluntad del Padre se hace en el cielo se haga también presente en la tierra.

La segunda realidad es que nos hemos convertido en hijos de Dios y se espera, consecuentemente, de nosotros que vivamos de forma digna de aquel que invocamos por Padre. Somos miembros de una nue- va familia y debemos de estar a la altura de la misma imitando a ambos, nuestro Padre y Jesús nuestro hermano mayor.

Por último, el nuevo nacimiento nos da acceso a la vida eterna. Lo importante de esta vida no es su du- ración ¡Quién quisiera vivir toda una eternidad en un infierno consciente! Lo importante es su dimen- sión cualitativa, es una vida similar a la de Dios. El Maestro mismo afirma que la vida eterna consiste en conocer al Padre y al propio Jesús. Pero no estamos hablando de un conocimiento intelectual, sino de un conocimiento experiencial e íntimo que nos transforma y nos convierte poco a poco en pequeños “Jesuses”.

Sólo podemos estar seguros que tenemos la vida espiritual que produce el nuevo nacimiento cuando podemos identificar en nuestra experiencia esas realidades que hemos mencionado: buscar implementar

la voluntad del Padre, vivir de manera digna de Él y que el carácter de Jesús es cada día más evidente en mi vida.

¿Has nacido de nuevo?
¿Qué evidencias hay en tu experiencia de esa nueva vida?
¿En qué se diferencia la experiencia religiosa del nuevo nacimiento?