Y tomando al niño en brazos [Simeón] alabó al Señor diciendo: Ahora, Señor, ya puedo morir en paz, porque has cumplido tu promesa. Con mis propios ojos he visto la salvación que nos envías. (Lucas 2:28-30)


Simeón era uno de los silenciosos de la tierra. Eran los judíos que esperaban la venida del Mesías; sin embargo, a diferencia de muchos de sus compatriotas su expectativa no era de ejércitos, estandartes ni despliegues de gloria y poder desde la perspectiva humana. Paciente, silenciosamente, en oración y vigilia esperaban el cumplimiento de la promesa del Señor de que el Mesías sería enviado. Y Dios le honró dándole el privilegio de ver con sus propios ojos al Salvador prometido.

La lectura del contexto nos dice más cosas acerca de esta persona que tuvo un encuentro con Jesús. Simeón era una persona justa y piadosa, es decir, que vivía acorde con la voluntad de Dios expresa en su Palabra. Un hombre que tenía al Espíritu Santo presente en su vida; había sido este quien le dio la promesa de que no moriría sin haber visto al Mesías, y guiado por el mismo Espíritu fue al templo para ver cumplida esa promesa. 

Aprendo de Simeón a estar abierto y ser intencional en escuchar la voz del Espíritu Santo en mi vida. Quien nada espera, nada recibe. Escucharla, no únicamente a través de su Palabra enseñándome la voluntad moral del Padre expresada en ella, sino también su voluntad específica para mi vida. Aprendo a silenciosa y calladamente, en oración y disponibilidad hacia el Padre esperar que Él la cumpla en mí como la cumplió en Simeón. Su promesa para mí ha sido: no temas, dejarás tu legado y podrás irte en paz.

¿Cuánto de Simeón puedes ver en ti?

 



Y tomando al niño en brazos [Simeón] alabó al Señor diciendo: Ahora, Señor, ya puedo morir en paz, porque has cumplido tu promesa. Con mis propios ojos he visto la salvación que nos envías. (Lucas 2:28-30)


Simeón era uno de los silenciosos de la tierra. Eran los judíos que esperaban la venida del Mesías; sin embargo, a diferencia de muchos de sus compatriotas su expectativa no era de ejércitos, estandartes ni despliegues de gloria y poder desde la perspectiva humana. Paciente, silenciosamente, en oración y vigilia esperaban el cumplimiento de la promesa del Señor de que el Mesías sería enviado. Y Dios le honró dándole el privilegio de ver con sus propios ojos al Salvador prometido.

La lectura del contexto nos dice más cosas acerca de esta persona que tuvo un encuentro con Jesús. Simeón era una persona justa y piadosa, es decir, que vivía acorde con la voluntad de Dios expresa en su Palabra. Un hombre que tenía al Espíritu Santo presente en su vida; había sido este quien le dio la promesa de que no moriría sin haber visto al Mesías, y guiado por el mismo Espíritu fue al templo para ver cumplida esa promesa. 

Aprendo de Simeón a estar abierto y ser intencional en escuchar la voz del Espíritu Santo en mi vida. Quien nada espera, nada recibe. Escucharla, no únicamente a través de su Palabra enseñándome la voluntad moral del Padre expresada en ella, sino también su voluntad específica para mi vida. Aprendo a silenciosa y calladamente, en oración y disponibilidad hacia el Padre esperar que Él la cumpla en mí como la cumplió en Simeón. Su promesa para mí ha sido: no temas, dejarás tu legado y podrás irte en paz.

¿Cuánto de Simeón puedes ver en ti?

 



Y tomando al niño en brazos [Simeón] alabó al Señor diciendo: Ahora, Señor, ya puedo morir en paz, porque has cumplido tu promesa. Con mis propios ojos he visto la salvación que nos envías. (Lucas 2:28-30)


Simeón era uno de los silenciosos de la tierra. Eran los judíos que esperaban la venida del Mesías; sin embargo, a diferencia de muchos de sus compatriotas su expectativa no era de ejércitos, estandartes ni despliegues de gloria y poder desde la perspectiva humana. Paciente, silenciosamente, en oración y vigilia esperaban el cumplimiento de la promesa del Señor de que el Mesías sería enviado. Y Dios le honró dándole el privilegio de ver con sus propios ojos al Salvador prometido.

La lectura del contexto nos dice más cosas acerca de esta persona que tuvo un encuentro con Jesús. Simeón era una persona justa y piadosa, es decir, que vivía acorde con la voluntad de Dios expresa en su Palabra. Un hombre que tenía al Espíritu Santo presente en su vida; había sido este quien le dio la promesa de que no moriría sin haber visto al Mesías, y guiado por el mismo Espíritu fue al templo para ver cumplida esa promesa. 

Aprendo de Simeón a estar abierto y ser intencional en escuchar la voz del Espíritu Santo en mi vida. Quien nada espera, nada recibe. Escucharla, no únicamente a través de su Palabra enseñándome la voluntad moral del Padre expresada en ella, sino también su voluntad específica para mi vida. Aprendo a silenciosa y calladamente, en oración y disponibilidad hacia el Padre esperar que Él la cumpla en mí como la cumplió en Simeón. Su promesa para mí ha sido: no temas, dejarás tu legado y podrás irte en paz.

¿Cuánto de Simeón puedes ver en ti?