Ese mismo día, dos de los discípulos se dirigían a una aldea llamada Emaús, distante unos once kilóme- tros de Jerusalén. Mientras iban hablando de los recientes acontecimientos, conversando y discutiendo entre ellos, Jesús mismo se les acercó y se puso a caminar a su lado. (Lucas 24:13-34) 

Son varias y considerables las aplicaciones que este encuentro tiene para nosotros.

La primera es que podemos estar seguros de que no importa cuál sea nuestra situación, Jesús siempre toma la iniciativa de acercarse a nosotros ¡Siempre! Es posible que nuestra realidad sea de frustración, desesperanza o incluso pecado y negación del Señor, pero nuevamente es importante entender que allí está Jesús, el Señor. Y está porque nos ama y siempre toma la iniciativa de bajar a nuestra realidad y en- contrarse con nosotros en ella. Jesús, el Señor, nunca nos rechaza ni nos abandona.

En segundo lugar, aprendemos que es posible que, en nuestra ofuscación, no reconozcamos a Jesús. Nuestros ojos pueden estar cerrados por muchas razones: el dolor, el miedo, la ansiedad, los problemas, el pecado... todo ello nos puede bloquear e impedir que reconozcamos que Jesús ya ha tomado la iniciativa y se ha puesto a caminar a nuestro lado.

La tercera aplicación es que Jesús siempre nos ministrará en nuestra necesidad. Él nunca ha prometido evitarnos el dolor, el sufrimiento, quitarnos los problemas o hacernos la vida cómoda y burguesa. Él, sin embargo, sí que ha prometido estar siempre a nuestro lado y ministrarnos con su presencia y su palabra para sobrellevar la carga, proveer consuelo, paz y esperanza.

En cuarto lugar, debemos entender que es importante invitar a Jesús a nuestra casa, o dicho de otro modo, a nuestra experiencia de vida. Los dos discípulos de Emaús habrían podido perder toda la bendición del encuentro si no hubieran invitado a Jesús a quedarse con ellos. Cierto, Jesús ha tomado la iniciativa, ha bajado a nuestra realidad, nos ministra con su presencia y Palabra, pero al final somos nosotros los que decidimos o no dejarle participar de nuestra experiencia de vida y apropiarnos de Él y su ministración.

Por último, la presencia de Jesús siempre transforma las vidas y nos convierte en enviados a otros. Vo- ceros y pregoneros de la realidad de Jesús, el Señor, que cambia y transforma vidas. Portavoces de paz, consuelo y esperanza para un mundo roto.

¿Qué situaciones estás experimentando en tu vida que requieren la presencia de Jesús? ¿Qué hay en tu vida que pueda impedirte reconocer a Jesús caminando a tu lado? ¿Qué puedes o debes hacer para invitarle a entrar en tu experiencia de vida? 


 



Ese mismo día, dos de los discípulos se dirigían a una aldea llamada Emaús, distante unos once kilóme- tros de Jerusalén. Mientras iban hablando de los recientes acontecimientos, conversando y discutiendo entre ellos, Jesús mismo se les acercó y se puso a caminar a su lado. (Lucas 24:13-34) 

Son varias y considerables las aplicaciones que este encuentro tiene para nosotros.

La primera es que podemos estar seguros de que no importa cuál sea nuestra situación, Jesús siempre toma la iniciativa de acercarse a nosotros ¡Siempre! Es posible que nuestra realidad sea de frustración, desesperanza o incluso pecado y negación del Señor, pero nuevamente es importante entender que allí está Jesús, el Señor. Y está porque nos ama y siempre toma la iniciativa de bajar a nuestra realidad y en- contrarse con nosotros en ella. Jesús, el Señor, nunca nos rechaza ni nos abandona.

En segundo lugar, aprendemos que es posible que, en nuestra ofuscación, no reconozcamos a Jesús. Nuestros ojos pueden estar cerrados por muchas razones: el dolor, el miedo, la ansiedad, los problemas, el pecado... todo ello nos puede bloquear e impedir que reconozcamos que Jesús ya ha tomado la iniciativa y se ha puesto a caminar a nuestro lado.

La tercera aplicación es que Jesús siempre nos ministrará en nuestra necesidad. Él nunca ha prometido evitarnos el dolor, el sufrimiento, quitarnos los problemas o hacernos la vida cómoda y burguesa. Él, sin embargo, sí que ha prometido estar siempre a nuestro lado y ministrarnos con su presencia y su palabra para sobrellevar la carga, proveer consuelo, paz y esperanza.

En cuarto lugar, debemos entender que es importante invitar a Jesús a nuestra casa, o dicho de otro modo, a nuestra experiencia de vida. Los dos discípulos de Emaús habrían podido perder toda la bendición del encuentro si no hubieran invitado a Jesús a quedarse con ellos. Cierto, Jesús ha tomado la iniciativa, ha bajado a nuestra realidad, nos ministra con su presencia y Palabra, pero al final somos nosotros los que decidimos o no dejarle participar de nuestra experiencia de vida y apropiarnos de Él y su ministración.

Por último, la presencia de Jesús siempre transforma las vidas y nos convierte en enviados a otros. Vo- ceros y pregoneros de la realidad de Jesús, el Señor, que cambia y transforma vidas. Portavoces de paz, consuelo y esperanza para un mundo roto.

¿Qué situaciones estás experimentando en tu vida que requieren la presencia de Jesús? ¿Qué hay en tu vida que pueda impedirte reconocer a Jesús caminando a tu lado? ¿Qué puedes o debes hacer para invitarle a entrar en tu experiencia de vida? 


 



Ese mismo día, dos de los discípulos se dirigían a una aldea llamada Emaús, distante unos once kilóme- tros de Jerusalén. Mientras iban hablando de los recientes acontecimientos, conversando y discutiendo entre ellos, Jesús mismo se les acercó y se puso a caminar a su lado. (Lucas 24:13-34) 

Son varias y considerables las aplicaciones que este encuentro tiene para nosotros.

La primera es que podemos estar seguros de que no importa cuál sea nuestra situación, Jesús siempre toma la iniciativa de acercarse a nosotros ¡Siempre! Es posible que nuestra realidad sea de frustración, desesperanza o incluso pecado y negación del Señor, pero nuevamente es importante entender que allí está Jesús, el Señor. Y está porque nos ama y siempre toma la iniciativa de bajar a nuestra realidad y en- contrarse con nosotros en ella. Jesús, el Señor, nunca nos rechaza ni nos abandona.

En segundo lugar, aprendemos que es posible que, en nuestra ofuscación, no reconozcamos a Jesús. Nuestros ojos pueden estar cerrados por muchas razones: el dolor, el miedo, la ansiedad, los problemas, el pecado... todo ello nos puede bloquear e impedir que reconozcamos que Jesús ya ha tomado la iniciativa y se ha puesto a caminar a nuestro lado.

La tercera aplicación es que Jesús siempre nos ministrará en nuestra necesidad. Él nunca ha prometido evitarnos el dolor, el sufrimiento, quitarnos los problemas o hacernos la vida cómoda y burguesa. Él, sin embargo, sí que ha prometido estar siempre a nuestro lado y ministrarnos con su presencia y su palabra para sobrellevar la carga, proveer consuelo, paz y esperanza.

En cuarto lugar, debemos entender que es importante invitar a Jesús a nuestra casa, o dicho de otro modo, a nuestra experiencia de vida. Los dos discípulos de Emaús habrían podido perder toda la bendición del encuentro si no hubieran invitado a Jesús a quedarse con ellos. Cierto, Jesús ha tomado la iniciativa, ha bajado a nuestra realidad, nos ministra con su presencia y Palabra, pero al final somos nosotros los que decidimos o no dejarle participar de nuestra experiencia de vida y apropiarnos de Él y su ministración.

Por último, la presencia de Jesús siempre transforma las vidas y nos convierte en enviados a otros. Vo- ceros y pregoneros de la realidad de Jesús, el Señor, que cambia y transforma vidas. Portavoces de paz, consuelo y esperanza para un mundo roto.

¿Qué situaciones estás experimentando en tu vida que requieren la presencia de Jesús? ¿Qué hay en tu vida que pueda impedirte reconocer a Jesús caminando a tu lado? ¿Qué puedes o debes hacer para invitarle a entrar en tu experiencia de vida?