...lo siguieron dos ciegos que suplicaban a voces: -¡ten compasión de nosotros, Hijo de David! Cuando entró en casa, los ciegos se le acercaron y Jesús les preguntó: -¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos le contestaron: -Si, Señor. Entonces les tocó los ojos y dijo: -Que se haga en vosotros conforme a la fe que tenéis. Se les abrieron al punto los ojos... (Mateo 9: 27-30)


Ser ciego era, en la mayoría de los casos, una condena a la mendicidad. Un ciego era improductivo y, consecuentemente, una carga para las familias. Aún hoy en día lo es en muchas de nuestras sociedades. Sorprende la pregunta de Jesús, especialmente porque como nos dice el evangelio de Juan, Él conoce el corazón del ser humano. Sin duda, la pregunta del Maestro estaba más enfocada a que ellos pensaran y pudieran reflexionar sobre su confianza en Él, y no tanto por que fuera necesario para Él a fin de llevar a cabo el milagro. Jesús les respondió: conforme a la fe que tenéis. Vale la pena resaltar que no es la mejor traducción posible. El Maestro no está afirmando que recibirían en proporción a lo que creían, sino más bien: en respuesta a vuestra fe.

¿Qué cosas hay en nuestras vidas que han de ser confrontadas con la pregunta del Señor? ¿Qué sucede con aquellas que hemos pedido con fe auténtica y, sin embargo, a día de hoy todavía no hemos recibido ninguna respuesta? ¿Cómo podemos fortalecer esa confianza mientras llega esa respuesta? En mi experiencia hay tres maneras:

La primera, es aprender del Salmo 40 que nos indica que esperemos pacientemente en el Señor. Quien espera, desespera, dice el refrán. Sin duda no es a esto a lo que se refiere el salmista. Cuando estamos obligados a esperar lo podemos hacer con paz o ansiedad.

La segunda, es dar gracias al Señor de forma continuada (1 Tes. 5:16-18). Cuando lo hacemos, incluso cuando las cosas no están saliendo como esperamos y deseamos, estamos expresando nuestra confianza en su soberanía.

La tercera es no dejar de hacer el bien. Al hacerlo reflejamos el carácter de nuestro Padre y expresamos nuestro compromiso con su voluntad al margen de que estemos obteniendo o no lo que pedimos.

Las preguntas ya las hice arriba en el texto. Si te ha sido de bendición compártelo.







 



...lo siguieron dos ciegos que suplicaban a voces: -¡ten compasión de nosotros, Hijo de David! Cuando entró en casa, los ciegos se le acercaron y Jesús les preguntó: -¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos le contestaron: -Si, Señor. Entonces les tocó los ojos y dijo: -Que se haga en vosotros conforme a la fe que tenéis. Se les abrieron al punto los ojos... (Mateo 9: 27-30)


Ser ciego era, en la mayoría de los casos, una condena a la mendicidad. Un ciego era improductivo y, consecuentemente, una carga para las familias. Aún hoy en día lo es en muchas de nuestras sociedades. Sorprende la pregunta de Jesús, especialmente porque como nos dice el evangelio de Juan, Él conoce el corazón del ser humano. Sin duda, la pregunta del Maestro estaba más enfocada a que ellos pensaran y pudieran reflexionar sobre su confianza en Él, y no tanto por que fuera necesario para Él a fin de llevar a cabo el milagro. Jesús les respondió: conforme a la fe que tenéis. Vale la pena resaltar que no es la mejor traducción posible. El Maestro no está afirmando que recibirían en proporción a lo que creían, sino más bien: en respuesta a vuestra fe.

¿Qué cosas hay en nuestras vidas que han de ser confrontadas con la pregunta del Señor? ¿Qué sucede con aquellas que hemos pedido con fe auténtica y, sin embargo, a día de hoy todavía no hemos recibido ninguna respuesta? ¿Cómo podemos fortalecer esa confianza mientras llega esa respuesta? En mi experiencia hay tres maneras:

La primera, es aprender del Salmo 40 que nos indica que esperemos pacientemente en el Señor. Quien espera, desespera, dice el refrán. Sin duda no es a esto a lo que se refiere el salmista. Cuando estamos obligados a esperar lo podemos hacer con paz o ansiedad.

La segunda, es dar gracias al Señor de forma continuada (1 Tes. 5:16-18). Cuando lo hacemos, incluso cuando las cosas no están saliendo como esperamos y deseamos, estamos expresando nuestra confianza en su soberanía.

La tercera es no dejar de hacer el bien. Al hacerlo reflejamos el carácter de nuestro Padre y expresamos nuestro compromiso con su voluntad al margen de que estemos obteniendo o no lo que pedimos.

Las preguntas ya las hice arriba en el texto. Si te ha sido de bendición compártelo.







 



...lo siguieron dos ciegos que suplicaban a voces: -¡ten compasión de nosotros, Hijo de David! Cuando entró en casa, los ciegos se le acercaron y Jesús les preguntó: -¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos le contestaron: -Si, Señor. Entonces les tocó los ojos y dijo: -Que se haga en vosotros conforme a la fe que tenéis. Se les abrieron al punto los ojos... (Mateo 9: 27-30)


Ser ciego era, en la mayoría de los casos, una condena a la mendicidad. Un ciego era improductivo y, consecuentemente, una carga para las familias. Aún hoy en día lo es en muchas de nuestras sociedades. Sorprende la pregunta de Jesús, especialmente porque como nos dice el evangelio de Juan, Él conoce el corazón del ser humano. Sin duda, la pregunta del Maestro estaba más enfocada a que ellos pensaran y pudieran reflexionar sobre su confianza en Él, y no tanto por que fuera necesario para Él a fin de llevar a cabo el milagro. Jesús les respondió: conforme a la fe que tenéis. Vale la pena resaltar que no es la mejor traducción posible. El Maestro no está afirmando que recibirían en proporción a lo que creían, sino más bien: en respuesta a vuestra fe.

¿Qué cosas hay en nuestras vidas que han de ser confrontadas con la pregunta del Señor? ¿Qué sucede con aquellas que hemos pedido con fe auténtica y, sin embargo, a día de hoy todavía no hemos recibido ninguna respuesta? ¿Cómo podemos fortalecer esa confianza mientras llega esa respuesta? En mi experiencia hay tres maneras:

La primera, es aprender del Salmo 40 que nos indica que esperemos pacientemente en el Señor. Quien espera, desespera, dice el refrán. Sin duda no es a esto a lo que se refiere el salmista. Cuando estamos obligados a esperar lo podemos hacer con paz o ansiedad.

La segunda, es dar gracias al Señor de forma continuada (1 Tes. 5:16-18). Cuando lo hacemos, incluso cuando las cosas no están saliendo como esperamos y deseamos, estamos expresando nuestra confianza en su soberanía.

La tercera es no dejar de hacer el bien. Al hacerlo reflejamos el carácter de nuestro Padre y expresamos nuestro compromiso con su voluntad al margen de que estemos obteniendo o no lo que pedimos.

Las preguntas ya las hice arriba en el texto. Si te ha sido de bendición compártelo.