Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad situada en lo alto de una montaña no puede ocultarse. Tampoco se enciende una lámpara de aceite y se tapa con una vasija. Al contrario, se pone en el candelero, de manera que alumbre a todos los que están en la casa. Pues así debe alumbrar vuestra luz delante de los demás, para que viendo el bien que hacéis alaben a vuestro Padre celestial. (Mateo 5:14-16)


Este es un pasaje que de tan sabido es fácil perder el sentido, el valor y la importancia. Yo nunca lo había leído de esta manera pero se me ocurrió hacerlo más personal, más cercano, más a mi medida, más manejable. Lo pensé de esta manera: "Tú eres la luz de tu pequeño mundo". Es cierto mi mundo es pequeño; mi círculo de influencia es limitado; los ámbitos en los que me muevo son reducidos; la familia, la iglesia, la universidad, mi vecindario. En ese pequeño mundo soy llamado a ser luz; debo ser como una ciudad que está en lo alto de una montaña, no puede de ningún modo pasar desapercibida, es visible, queda a la vista, es incluso una referencia en el camino. Mi mundo es pequeño; mi luz puede ser pequeña, insignificante pero, irremediablemente donde hay luz se nota, se evidencia, se pone de manifiesto; ilumina por escasa que sea su potencia en la oscuridad que la rodea. 

Llamado a iluminar mi pequeño mundo. Jesús me indica con claridad en el pasaje cómo puedo hacerlo; simplemente practicando el bien. Dar luz a mi pequeño mundo consiste en hacer el bien en el mismo. El bien, principalmente se le hace a las personas, de lo que deduzco que ser luz consiste en bendecir, hacer el bien, a todos aquellos que están dentro del círculo de influencia de mi pequeño mundo. Ojo, hacer el bien no siempre es fácil; a menudo resulta costoso y ha de hacerse de forma intencional, voluntariosa, premeditada y no exenta de resistencia dentro de nosotros mismos e incluso de los otros y del entorno.

Cuando soy luz en mi pequeño mundo por medio de la práctica del bien dirijo la atención de las personas hacia Dios. Eso dice Jesús; la gente -de alguna manera que no sé, no comprendo y no me importa- hará esa relación. La harán ellos o la llevará a cabo el Espíritu del Señor en ellos; no es mi responsabilidad, es la suya; la mía consiste en ser luz haciendo el bien. 


¿Con cuánta intensidad brilla tu luz en tu pequeño mundo? ¿Cómo andas de práctica del bien?





Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad situada en lo alto de una montaña no puede ocultarse. Tampoco se enciende una lámpara de aceite y se tapa con una vasija. Al contrario, se pone en el candelero, de manera que alumbre a todos los que están en la casa. Pues así debe alumbrar vuestra luz delante de los demás, para que viendo el bien que hacéis alaben a vuestro Padre celestial. (Mateo 5:14-16)


Este es un pasaje que de tan sabido es fácil perder el sentido, el valor y la importancia. Yo nunca lo había leído de esta manera pero se me ocurrió hacerlo más personal, más cercano, más a mi medida, más manejable. Lo pensé de esta manera: "Tú eres la luz de tu pequeño mundo". Es cierto mi mundo es pequeño; mi círculo de influencia es limitado; los ámbitos en los que me muevo son reducidos; la familia, la iglesia, la universidad, mi vecindario. En ese pequeño mundo soy llamado a ser luz; debo ser como una ciudad que está en lo alto de una montaña, no puede de ningún modo pasar desapercibida, es visible, queda a la vista, es incluso una referencia en el camino. Mi mundo es pequeño; mi luz puede ser pequeña, insignificante pero, irremediablemente donde hay luz se nota, se evidencia, se pone de manifiesto; ilumina por escasa que sea su potencia en la oscuridad que la rodea. 

Llamado a iluminar mi pequeño mundo. Jesús me indica con claridad en el pasaje cómo puedo hacerlo; simplemente practicando el bien. Dar luz a mi pequeño mundo consiste en hacer el bien en el mismo. El bien, principalmente se le hace a las personas, de lo que deduzco que ser luz consiste en bendecir, hacer el bien, a todos aquellos que están dentro del círculo de influencia de mi pequeño mundo. Ojo, hacer el bien no siempre es fácil; a menudo resulta costoso y ha de hacerse de forma intencional, voluntariosa, premeditada y no exenta de resistencia dentro de nosotros mismos e incluso de los otros y del entorno.

Cuando soy luz en mi pequeño mundo por medio de la práctica del bien dirijo la atención de las personas hacia Dios. Eso dice Jesús; la gente -de alguna manera que no sé, no comprendo y no me importa- hará esa relación. La harán ellos o la llevará a cabo el Espíritu del Señor en ellos; no es mi responsabilidad, es la suya; la mía consiste en ser luz haciendo el bien. 


¿Con cuánta intensidad brilla tu luz en tu pequeño mundo? ¿Cómo andas de práctica del bien?





Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad situada en lo alto de una montaña no puede ocultarse. Tampoco se enciende una lámpara de aceite y se tapa con una vasija. Al contrario, se pone en el candelero, de manera que alumbre a todos los que están en la casa. Pues así debe alumbrar vuestra luz delante de los demás, para que viendo el bien que hacéis alaben a vuestro Padre celestial. (Mateo 5:14-16)


Este es un pasaje que de tan sabido es fácil perder el sentido, el valor y la importancia. Yo nunca lo había leído de esta manera pero se me ocurrió hacerlo más personal, más cercano, más a mi medida, más manejable. Lo pensé de esta manera: "Tú eres la luz de tu pequeño mundo". Es cierto mi mundo es pequeño; mi círculo de influencia es limitado; los ámbitos en los que me muevo son reducidos; la familia, la iglesia, la universidad, mi vecindario. En ese pequeño mundo soy llamado a ser luz; debo ser como una ciudad que está en lo alto de una montaña, no puede de ningún modo pasar desapercibida, es visible, queda a la vista, es incluso una referencia en el camino. Mi mundo es pequeño; mi luz puede ser pequeña, insignificante pero, irremediablemente donde hay luz se nota, se evidencia, se pone de manifiesto; ilumina por escasa que sea su potencia en la oscuridad que la rodea. 

Llamado a iluminar mi pequeño mundo. Jesús me indica con claridad en el pasaje cómo puedo hacerlo; simplemente practicando el bien. Dar luz a mi pequeño mundo consiste en hacer el bien en el mismo. El bien, principalmente se le hace a las personas, de lo que deduzco que ser luz consiste en bendecir, hacer el bien, a todos aquellos que están dentro del círculo de influencia de mi pequeño mundo. Ojo, hacer el bien no siempre es fácil; a menudo resulta costoso y ha de hacerse de forma intencional, voluntariosa, premeditada y no exenta de resistencia dentro de nosotros mismos e incluso de los otros y del entorno.

Cuando soy luz en mi pequeño mundo por medio de la práctica del bien dirijo la atención de las personas hacia Dios. Eso dice Jesús; la gente -de alguna manera que no sé, no comprendo y no me importa- hará esa relación. La harán ellos o la llevará a cabo el Espíritu del Señor en ellos; no es mi responsabilidad, es la suya; la mía consiste en ser luz haciendo el bien. 


¿Con cuánta intensidad brilla tu luz en tu pequeño mundo? ¿Cómo andas de práctica del bien?