Señor, Dios mío, en ti me refugio, líbrame de los que me acosan, protégeme. (Salmo 7:2)

David compuso este salmo porque su liderazgo era cuestionado. En este salmo cuando afirma que el Señor es su refugio no se refiere (aunque Él lo sea) a las circunstancias duras y difíciles de la vida ante las cuales, debido a nuestra falta de control, lo único que podemos hacer es refugiarnos en Dios y esperar confortados por Él y su presencia que el temporal amaine. Se refiere a un líder que ve su rol cuestionado por las personas que lo rodean. 

Si leemos el salmo completamente veremos como se estructura como si fuera un juicio donde se presentan ante Dios los acusadores y el acusado, en esta ocasión David. Ambos someten su causa y el Señor es quien dictará sentencia después de escuchar a las partes. El salmista sabe que Dios examina en profundidad los corazones y tiene la confianza en que su carácter justo emitirá la sentencia correcta. 

He relacionado este salmo con experiencias pasadas de mi vida y algo que he aprendido es que hemos de confiar que, al final, es Dios quien nos reivindica. No tiene, al menos así lo creo yo, luchar para hacerlo por nosotros mismos. En el liderazgo tratamos, con todas nuestras imperfecciones, servir al Señor y cuando somos cuestionados, como le pasó en tantas ocasiones a Moisés, hay que dejar el juicio en las manos del Padre. A su tiempo, siempre a su tiempo, el emitirá el veredicto adecuado y, mientras lo hace, debemos asegurarnos que nuestro corazón está correcto delante de Él.


¿De qué o de quién necesitas que el Señor te reivindique?


Señor, Dios mío, en ti me refugio, líbrame de los que me acosan, protégeme. (Salmo 7:2)

David compuso este salmo porque su liderazgo era cuestionado. En este salmo cuando afirma que el Señor es su refugio no se refiere (aunque Él lo sea) a las circunstancias duras y difíciles de la vida ante las cuales, debido a nuestra falta de control, lo único que podemos hacer es refugiarnos en Dios y esperar confortados por Él y su presencia que el temporal amaine. Se refiere a un líder que ve su rol cuestionado por las personas que lo rodean. 

Si leemos el salmo completamente veremos como se estructura como si fuera un juicio donde se presentan ante Dios los acusadores y el acusado, en esta ocasión David. Ambos someten su causa y el Señor es quien dictará sentencia después de escuchar a las partes. El salmista sabe que Dios examina en profundidad los corazones y tiene la confianza en que su carácter justo emitirá la sentencia correcta. 

He relacionado este salmo con experiencias pasadas de mi vida y algo que he aprendido es que hemos de confiar que, al final, es Dios quien nos reivindica. No tiene, al menos así lo creo yo, luchar para hacerlo por nosotros mismos. En el liderazgo tratamos, con todas nuestras imperfecciones, servir al Señor y cuando somos cuestionados, como le pasó en tantas ocasiones a Moisés, hay que dejar el juicio en las manos del Padre. A su tiempo, siempre a su tiempo, el emitirá el veredicto adecuado y, mientras lo hace, debemos asegurarnos que nuestro corazón está correcto delante de Él.


¿De qué o de quién necesitas que el Señor te reivindique?


Señor, Dios mío, en ti me refugio, líbrame de los que me acosan, protégeme. (Salmo 7:2)

David compuso este salmo porque su liderazgo era cuestionado. En este salmo cuando afirma que el Señor es su refugio no se refiere (aunque Él lo sea) a las circunstancias duras y difíciles de la vida ante las cuales, debido a nuestra falta de control, lo único que podemos hacer es refugiarnos en Dios y esperar confortados por Él y su presencia que el temporal amaine. Se refiere a un líder que ve su rol cuestionado por las personas que lo rodean. 

Si leemos el salmo completamente veremos como se estructura como si fuera un juicio donde se presentan ante Dios los acusadores y el acusado, en esta ocasión David. Ambos someten su causa y el Señor es quien dictará sentencia después de escuchar a las partes. El salmista sabe que Dios examina en profundidad los corazones y tiene la confianza en que su carácter justo emitirá la sentencia correcta. 

He relacionado este salmo con experiencias pasadas de mi vida y algo que he aprendido es que hemos de confiar que, al final, es Dios quien nos reivindica. No tiene, al menos así lo creo yo, luchar para hacerlo por nosotros mismos. En el liderazgo tratamos, con todas nuestras imperfecciones, servir al Señor y cuando somos cuestionados, como le pasó en tantas ocasiones a Moisés, hay que dejar el juicio en las manos del Padre. A su tiempo, siempre a su tiempo, el emitirá el veredicto adecuado y, mientras lo hace, debemos asegurarnos que nuestro corazón está correcto delante de Él.


¿De qué o de quién necesitas que el Señor te reivindique?