Por eso tenía que ser en todo semejante a los hermanos, ya que de otra manera no podría ser un sacerdote compasivo y fiel en las cosas que se refieren a Dios, ni podría obtener el perdón de los pecados del pueblo. Precisamente porque Él mismo fue puesto a prueba y soportó el sufrimiento puede ahora ayudar a quienes están siendo probados. (Hebreos 2:17-18)


Es muy probable que todos nosotros hayamos experimentado esa terrible sensación de no ser entendidos por nuestro interlocutor cuando pasamos por momentos de dificultad. Lo intentan, se esfuerzan en ello, tratan de mostrarnos empatía pero no pueden transmitirlo porque nunca han estado allí, no han vivido lo que estamos viviendo. A menudo, no saben qué decirnos y cuando tratan de consolarnos sus palabras suenan, aunque bienintencionadas, vacías, no nos alcanzan, no pueden conectar con nuestro dolor y sufrimiento. 

No sucede lo mismo con Jesús. El anónimo escritor del libro de los Hebreos nos indica que si Jesús tenía que ser el hermano mayor entre muchos hermanos y también nuestro intercesor ante el Padre, necesitaba haber experimentado el dolor y el sufrimiento para, de esta manera, poder empatizar con nosotros. Por eso, cuando vivimos las experiencia duras de la vida nos podemos acercar con confianza a Jesús; hacerlo con la certeza que nos puede comprender, que puede empatizar, que puede acompañarnos en nuestro dolor y sufrimiento porque Él ha estado allí. Eso, vuelvo a insistir, no significa que nos va a librar del mismo. No hay promesa en la Escritura que afirme eso. Pero si que podremos experimentarlo en medio de la prueba.


¿Qué puedes presentar a Jesús sabiendo que Él entiende?



Por eso tenía que ser en todo semejante a los hermanos, ya que de otra manera no podría ser un sacerdote compasivo y fiel en las cosas que se refieren a Dios, ni podría obtener el perdón de los pecados del pueblo. Precisamente porque Él mismo fue puesto a prueba y soportó el sufrimiento puede ahora ayudar a quienes están siendo probados. (Hebreos 2:17-18)


Es muy probable que todos nosotros hayamos experimentado esa terrible sensación de no ser entendidos por nuestro interlocutor cuando pasamos por momentos de dificultad. Lo intentan, se esfuerzan en ello, tratan de mostrarnos empatía pero no pueden transmitirlo porque nunca han estado allí, no han vivido lo que estamos viviendo. A menudo, no saben qué decirnos y cuando tratan de consolarnos sus palabras suenan, aunque bienintencionadas, vacías, no nos alcanzan, no pueden conectar con nuestro dolor y sufrimiento. 

No sucede lo mismo con Jesús. El anónimo escritor del libro de los Hebreos nos indica que si Jesús tenía que ser el hermano mayor entre muchos hermanos y también nuestro intercesor ante el Padre, necesitaba haber experimentado el dolor y el sufrimiento para, de esta manera, poder empatizar con nosotros. Por eso, cuando vivimos las experiencia duras de la vida nos podemos acercar con confianza a Jesús; hacerlo con la certeza que nos puede comprender, que puede empatizar, que puede acompañarnos en nuestro dolor y sufrimiento porque Él ha estado allí. Eso, vuelvo a insistir, no significa que nos va a librar del mismo. No hay promesa en la Escritura que afirme eso. Pero si que podremos experimentarlo en medio de la prueba.


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Por eso tenía que ser en todo semejante a los hermanos, ya que de otra manera no podría ser un sacerdote compasivo y fiel en las cosas que se refieren a Dios, ni podría obtener el perdón de los pecados del pueblo. Precisamente porque Él mismo fue puesto a prueba y soportó el sufrimiento puede ahora ayudar a quienes están siendo probados. (Hebreos 2:17-18)


Es muy probable que todos nosotros hayamos experimentado esa terrible sensación de no ser entendidos por nuestro interlocutor cuando pasamos por momentos de dificultad. Lo intentan, se esfuerzan en ello, tratan de mostrarnos empatía pero no pueden transmitirlo porque nunca han estado allí, no han vivido lo que estamos viviendo. A menudo, no saben qué decirnos y cuando tratan de consolarnos sus palabras suenan, aunque bienintencionadas, vacías, no nos alcanzan, no pueden conectar con nuestro dolor y sufrimiento. 

No sucede lo mismo con Jesús. El anónimo escritor del libro de los Hebreos nos indica que si Jesús tenía que ser el hermano mayor entre muchos hermanos y también nuestro intercesor ante el Padre, necesitaba haber experimentado el dolor y el sufrimiento para, de esta manera, poder empatizar con nosotros. Por eso, cuando vivimos las experiencia duras de la vida nos podemos acercar con confianza a Jesús; hacerlo con la certeza que nos puede comprender, que puede empatizar, que puede acompañarnos en nuestro dolor y sufrimiento porque Él ha estado allí. Eso, vuelvo a insistir, no significa que nos va a librar del mismo. No hay promesa en la Escritura que afirme eso. Pero si que podremos experimentarlo en medio de la prueba.


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