Reconoced, pues, mutuamente vuestros pecados y orad unos por otros. Así sanaréis, ya que es muy poderosa la oración perseverante del justo. (Santiago 5:16)


Hay dos posibles interpretaciones para este pasaje. Una es clásica, todos sabemos que si hemos ofendido a alguien no basta con pedirle perdón a Dios, hemos de hacerlo también con la persona ofendida. Es más fácil pedirle perdón al Señor que hacerlo al prójimo, eso es evidente.

Pero me atrevo a aventurarme en otra posible interpretación en la que no es necesario que el lector esté de acuerdo. Es mi firme convicción que el silencio alimenta y hace aumentar el poder del pecado. Todos tenemos en nuestras vidas áreas oscuras de pecado. La vergüenza acerca de ellas hace que permanezcan ocultas y nunca salgan a la superficie. Nos mantenemos en silencio porque no sabemos qué podría pasar en el hipotético caso que decidiéramos verbalizar nuestra situación. ¿Cómo reaccionaría la gente ante mi pecado? ¿Qué idea se harían de mí? ¿Cómo manejarían la información? ¿Qué consecuencias tendría para mí y mi ministerio hacerme vulnerable? Como no podemos responder con seguridad a estas preguntas optamos por mantenernos en silencio y vivir en soledad nuestro pecado y éste, consecuentemente, va aumentando en poder y poder. 

Creo que Santiago está afirmando que no vamos a poder librarnos de ciertos pecados hasta que los confesemos abiertamente y otros seguidores de Jesús puedan pedirnos rendición de cuentas al respecto. Una vez admitido y verbalizado el pecado puedo asegurar que éste pierde una buena parte de su capacidad para subyugarnos y manejarnos. Es por eso que Satanás juega con la vergüenza; mientras la sintamos no hablaremos; mientras no hablemos seguiremos esclavos. No estoy hablando de levantarse el domingo por la mañana en la reunión de la iglesia y explicar todas nuestras vergüenzas ¡Para nada! ni siquiera pienso que eso fuera saludable para nosotros ni la congregación. Estoy hablando de tener un círculo, aunque sea una sola persona, con la que tengamos confianza. Hay una definición de confianza que me encanta: "la medida en que me siento seguro contigo". Una persona al que podamos confesar nuestro pecado, ella pueda orar por nosotros y pedirnos rendición de cuentas.


¿Quién o quiénes pueden jugar este papel en tu vida?



Reconoced, pues, mutuamente vuestros pecados y orad unos por otros. Así sanaréis, ya que es muy poderosa la oración perseverante del justo. (Santiago 5:16)


Hay dos posibles interpretaciones para este pasaje. Una es clásica, todos sabemos que si hemos ofendido a alguien no basta con pedirle perdón a Dios, hemos de hacerlo también con la persona ofendida. Es más fácil pedirle perdón al Señor que hacerlo al prójimo, eso es evidente.

Pero me atrevo a aventurarme en otra posible interpretación en la que no es necesario que el lector esté de acuerdo. Es mi firme convicción que el silencio alimenta y hace aumentar el poder del pecado. Todos tenemos en nuestras vidas áreas oscuras de pecado. La vergüenza acerca de ellas hace que permanezcan ocultas y nunca salgan a la superficie. Nos mantenemos en silencio porque no sabemos qué podría pasar en el hipotético caso que decidiéramos verbalizar nuestra situación. ¿Cómo reaccionaría la gente ante mi pecado? ¿Qué idea se harían de mí? ¿Cómo manejarían la información? ¿Qué consecuencias tendría para mí y mi ministerio hacerme vulnerable? Como no podemos responder con seguridad a estas preguntas optamos por mantenernos en silencio y vivir en soledad nuestro pecado y éste, consecuentemente, va aumentando en poder y poder. 

Creo que Santiago está afirmando que no vamos a poder librarnos de ciertos pecados hasta que los confesemos abiertamente y otros seguidores de Jesús puedan pedirnos rendición de cuentas al respecto. Una vez admitido y verbalizado el pecado puedo asegurar que éste pierde una buena parte de su capacidad para subyugarnos y manejarnos. Es por eso que Satanás juega con la vergüenza; mientras la sintamos no hablaremos; mientras no hablemos seguiremos esclavos. No estoy hablando de levantarse el domingo por la mañana en la reunión de la iglesia y explicar todas nuestras vergüenzas ¡Para nada! ni siquiera pienso que eso fuera saludable para nosotros ni la congregación. Estoy hablando de tener un círculo, aunque sea una sola persona, con la que tengamos confianza. Hay una definición de confianza que me encanta: "la medida en que me siento seguro contigo". Una persona al que podamos confesar nuestro pecado, ella pueda orar por nosotros y pedirnos rendición de cuentas.


¿Quién o quiénes pueden jugar este papel en tu vida?



Reconoced, pues, mutuamente vuestros pecados y orad unos por otros. Así sanaréis, ya que es muy poderosa la oración perseverante del justo. (Santiago 5:16)


Hay dos posibles interpretaciones para este pasaje. Una es clásica, todos sabemos que si hemos ofendido a alguien no basta con pedirle perdón a Dios, hemos de hacerlo también con la persona ofendida. Es más fácil pedirle perdón al Señor que hacerlo al prójimo, eso es evidente.

Pero me atrevo a aventurarme en otra posible interpretación en la que no es necesario que el lector esté de acuerdo. Es mi firme convicción que el silencio alimenta y hace aumentar el poder del pecado. Todos tenemos en nuestras vidas áreas oscuras de pecado. La vergüenza acerca de ellas hace que permanezcan ocultas y nunca salgan a la superficie. Nos mantenemos en silencio porque no sabemos qué podría pasar en el hipotético caso que decidiéramos verbalizar nuestra situación. ¿Cómo reaccionaría la gente ante mi pecado? ¿Qué idea se harían de mí? ¿Cómo manejarían la información? ¿Qué consecuencias tendría para mí y mi ministerio hacerme vulnerable? Como no podemos responder con seguridad a estas preguntas optamos por mantenernos en silencio y vivir en soledad nuestro pecado y éste, consecuentemente, va aumentando en poder y poder. 

Creo que Santiago está afirmando que no vamos a poder librarnos de ciertos pecados hasta que los confesemos abiertamente y otros seguidores de Jesús puedan pedirnos rendición de cuentas al respecto. Una vez admitido y verbalizado el pecado puedo asegurar que éste pierde una buena parte de su capacidad para subyugarnos y manejarnos. Es por eso que Satanás juega con la vergüenza; mientras la sintamos no hablaremos; mientras no hablemos seguiremos esclavos. No estoy hablando de levantarse el domingo por la mañana en la reunión de la iglesia y explicar todas nuestras vergüenzas ¡Para nada! ni siquiera pienso que eso fuera saludable para nosotros ni la congregación. Estoy hablando de tener un círculo, aunque sea una sola persona, con la que tengamos confianza. Hay una definición de confianza que me encanta: "la medida en que me siento seguro contigo". Una persona al que podamos confesar nuestro pecado, ella pueda orar por nosotros y pedirnos rendición de cuentas.


¿Quién o quiénes pueden jugar este papel en tu vida?