A Dios dirijo mis ruegos, para que me escuche. En los momentos más difíciles, siempre busco a Dios. Con las manos levantadas me paso la noche orando, aunque ni esto me consuela. Cuando pienso en Dios, me siento desalentado y me dan ganas de llorar. ¡Dios me hace perder el sueño ¡Estoy tan confundido que no sé qué decir! Por las noches me pongo a pensar; recuerdo los tiempos pasados, los años que se han ido, y entonces me pregunto: «¿Estará rechazándonos Dios de una vez y para siempre?¿Habrá dejado de amarnos? ¿Tan enojado está con nosotros que ya no nos tiene compasión? ¿Dejará de tratarnos con bondad? ¿Se habrán agotado las promesas que se comprometió a cumplir? ¿Se habrá olvidado de que es un Dios bueno?» Y yo mismo me contesto: «¡Qué doloroso es darse cuenta de que Dios ya no es el mismo, que ya no nos trata como antes! (Salmo 77:1-10)


¡Qué tipo tan interesante debió de ser Asaf! Su honestidad a la hora de expresarse, su total falta de corrección política me encantan. Habla con Dios de una manera abierta, sincera; yo diría que brutalmente sincera. Expresa lo que siente sin filtros ni conveniencias sociales, no trata de ser espiritual en su discurso, más bien humano, claramente humano. Asaf expresa lo que siente porque no puede negarlo, no quiere negarlo, no quiere hacer ver que no existe, no desea reprimirlo para parecer espiritualmente maduro. El salmista sabe cuán importante es ventilar las emociones, expresarlas. Sabe, aunque solo sea de forma intuitiva ya que no tiene ningún estudio científico que lo valide, que parte de cualquier proceso de sanidad emocional pasa por expresar lo que se siente, reconocerlo, aceptarlo, abrazarlo y gestionarlo.


Asaf hubiera estado contento si hubiera leído el estudio llevado a cabo por la Universidad de Texas donde se indica que evitar nuestras emociones en realidad lo que hace es fortalecerlas, aumentando nuestras agresividad y somatizándolas, lo cual crea problemas de salud. ¿Qué aprendemos pues del salmista? Pues que nuestras emociones son legítimas, que tenemos el derecho a sentirnos como nos sentimos. Que eso no implica ¡Para nada! que no seamos espirituales. Que podemos expresárselas sin filtros a Dios y, de esa manera, comenzar a sanar nuestro dolor emocional.


¿Qué haces tú con tus emociones? ¿Cómo las manejas?


 



A Dios dirijo mis ruegos, para que me escuche. En los momentos más difíciles, siempre busco a Dios. Con las manos levantadas me paso la noche orando, aunque ni esto me consuela. Cuando pienso en Dios, me siento desalentado y me dan ganas de llorar. ¡Dios me hace perder el sueño ¡Estoy tan confundido que no sé qué decir! Por las noches me pongo a pensar; recuerdo los tiempos pasados, los años que se han ido, y entonces me pregunto: «¿Estará rechazándonos Dios de una vez y para siempre?¿Habrá dejado de amarnos? ¿Tan enojado está con nosotros que ya no nos tiene compasión? ¿Dejará de tratarnos con bondad? ¿Se habrán agotado las promesas que se comprometió a cumplir? ¿Se habrá olvidado de que es un Dios bueno?» Y yo mismo me contesto: «¡Qué doloroso es darse cuenta de que Dios ya no es el mismo, que ya no nos trata como antes! (Salmo 77:1-10)


¡Qué tipo tan interesante debió de ser Asaf! Su honestidad a la hora de expresarse, su total falta de corrección política me encantan. Habla con Dios de una manera abierta, sincera; yo diría que brutalmente sincera. Expresa lo que siente sin filtros ni conveniencias sociales, no trata de ser espiritual en su discurso, más bien humano, claramente humano. Asaf expresa lo que siente porque no puede negarlo, no quiere negarlo, no quiere hacer ver que no existe, no desea reprimirlo para parecer espiritualmente maduro. El salmista sabe cuán importante es ventilar las emociones, expresarlas. Sabe, aunque solo sea de forma intuitiva ya que no tiene ningún estudio científico que lo valide, que parte de cualquier proceso de sanidad emocional pasa por expresar lo que se siente, reconocerlo, aceptarlo, abrazarlo y gestionarlo.


Asaf hubiera estado contento si hubiera leído el estudio llevado a cabo por la Universidad de Texas donde se indica que evitar nuestras emociones en realidad lo que hace es fortalecerlas, aumentando nuestras agresividad y somatizándolas, lo cual crea problemas de salud. ¿Qué aprendemos pues del salmista? Pues que nuestras emociones son legítimas, que tenemos el derecho a sentirnos como nos sentimos. Que eso no implica ¡Para nada! que no seamos espirituales. Que podemos expresárselas sin filtros a Dios y, de esa manera, comenzar a sanar nuestro dolor emocional.


¿Qué haces tú con tus emociones? ¿Cómo las manejas?


 



A Dios dirijo mis ruegos, para que me escuche. En los momentos más difíciles, siempre busco a Dios. Con las manos levantadas me paso la noche orando, aunque ni esto me consuela. Cuando pienso en Dios, me siento desalentado y me dan ganas de llorar. ¡Dios me hace perder el sueño ¡Estoy tan confundido que no sé qué decir! Por las noches me pongo a pensar; recuerdo los tiempos pasados, los años que se han ido, y entonces me pregunto: «¿Estará rechazándonos Dios de una vez y para siempre?¿Habrá dejado de amarnos? ¿Tan enojado está con nosotros que ya no nos tiene compasión? ¿Dejará de tratarnos con bondad? ¿Se habrán agotado las promesas que se comprometió a cumplir? ¿Se habrá olvidado de que es un Dios bueno?» Y yo mismo me contesto: «¡Qué doloroso es darse cuenta de que Dios ya no es el mismo, que ya no nos trata como antes! (Salmo 77:1-10)


¡Qué tipo tan interesante debió de ser Asaf! Su honestidad a la hora de expresarse, su total falta de corrección política me encantan. Habla con Dios de una manera abierta, sincera; yo diría que brutalmente sincera. Expresa lo que siente sin filtros ni conveniencias sociales, no trata de ser espiritual en su discurso, más bien humano, claramente humano. Asaf expresa lo que siente porque no puede negarlo, no quiere negarlo, no quiere hacer ver que no existe, no desea reprimirlo para parecer espiritualmente maduro. El salmista sabe cuán importante es ventilar las emociones, expresarlas. Sabe, aunque solo sea de forma intuitiva ya que no tiene ningún estudio científico que lo valide, que parte de cualquier proceso de sanidad emocional pasa por expresar lo que se siente, reconocerlo, aceptarlo, abrazarlo y gestionarlo.


Asaf hubiera estado contento si hubiera leído el estudio llevado a cabo por la Universidad de Texas donde se indica que evitar nuestras emociones en realidad lo que hace es fortalecerlas, aumentando nuestras agresividad y somatizándolas, lo cual crea problemas de salud. ¿Qué aprendemos pues del salmista? Pues que nuestras emociones son legítimas, que tenemos el derecho a sentirnos como nos sentimos. Que eso no implica ¡Para nada! que no seamos espirituales. Que podemos expresárselas sin filtros a Dios y, de esa manera, comenzar a sanar nuestro dolor emocional.


¿Qué haces tú con tus emociones? ¿Cómo las manejas?


 



A Dios dirijo mis ruegos, para que me escuche. En los momentos más difíciles, siempre busco a Dios. Con las manos levantadas me paso la noche orando, aunque ni esto me consuela. Cuando pienso en Dios, me siento desalentado y me dan ganas de llorar. ¡Dios me hace perder el sueño ¡Estoy tan confundido que no sé qué decir! Por las noches me pongo a pensar; recuerdo los tiempos pasados, los años que se han ido, y entonces me pregunto: «¿Estará rechazándonos Dios de una vez y para siempre?¿Habrá dejado de amarnos? ¿Tan enojado está con nosotros que ya no nos tiene compasión? ¿Dejará de tratarnos con bondad? ¿Se habrán agotado las promesas que se comprometió a cumplir? ¿Se habrá olvidado de que es un Dios bueno?» Y yo mismo me contesto: «¡Qué doloroso es darse cuenta de que Dios ya no es el mismo, que ya no nos trata como antes! (Salmo 77:1-10)


¡Qué tipo tan interesante debió de ser Asaf! Su honestidad a la hora de expresarse, su total falta de corrección política me encantan. Habla con Dios de una manera abierta, sincera; yo diría que brutalmente sincera. Expresa lo que siente sin filtros ni conveniencias sociales, no trata de ser espiritual en su discurso, más bien humano, claramente humano. Asaf expresa lo que siente porque no puede negarlo, no quiere negarlo, no quiere hacer ver que no existe, no desea reprimirlo para parecer espiritualmente maduro. El salmista sabe cuán importante es ventilar las emociones, expresarlas. Sabe, aunque solo sea de forma intuitiva ya que no tiene ningún estudio científico que lo valide, que parte de cualquier proceso de sanidad emocional pasa por expresar lo que se siente, reconocerlo, aceptarlo, abrazarlo y gestionarlo.


Asaf hubiera estado contento si hubiera leído el estudio llevado a cabo por la Universidad de Texas donde se indica que evitar nuestras emociones en realidad lo que hace es fortalecerlas, aumentando nuestras agresividad y somatizándolas, lo cual crea problemas de salud. ¿Qué aprendemos pues del salmista? Pues que nuestras emociones son legítimas, que tenemos el derecho a sentirnos como nos sentimos. Que eso no implica ¡Para nada! que no seamos espirituales. Que podemos expresárselas sin filtros a Dios y, de esa manera, comenzar a sanar nuestro dolor emocional.


¿Qué haces tú con tus emociones? ¿Cómo las manejas?