Vamos a cumplir a nuestro Dios todas nuestras promesas. (Salmo 76:11)


Parece que una de las principales obligaciones de cualquier político es no cumplir aquello que ha prometido, y cuando incumple, siempre encuentra algo o alguien externo a él o ella que justifica su incumplimiento. La culpa siempre es de los demás. Los políticos además de ser mentirosos nos consideran estúpidos. Pero, ni nosotros somos políticos, ni Dios es nuestro público del que queremos obtener su beneplácito por medio de promesas que no se cumplirán.

En un sentido, nada nos pide Dios y, consecuentemente, no estamos obligados a prometerle que haremos o dejaremos de hacer. Sin embargo, si lo hacemos, digamos que el Señor no toma la palabra y espera de nosotros la coherencia propia de sus hijos. Ya lo anticipó el escritor del libro de Eclesiastés: "Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas". Por la boca muere el pez, dice el refrán castellano; y se atribuye a Catalina la grande, la zarina de Rusia, la afirmación: "eres dueño de tus silencios y esclavo de tus palabras".

Sin duda, todos hemos incumplido al Señor en algún momento de nuestras vidas nuestras promesas. Ese, no creo que sea el problema; más bien lo es el no reconocerlo y arrepentirnos. Lo es el justificarnos y culpar a otros o a las circunstancias de nuestros incumplimientos. Cumplimos nuestras promesas porque la gracia nos impuso a ello, el agradecimiento nos mueve, es lo menos que se merece Dios.

¿Qué piensas hacer al respecto?

 



Vamos a cumplir a nuestro Dios todas nuestras promesas. (Salmo 76:11)


Parece que una de las principales obligaciones de cualquier político es no cumplir aquello que ha prometido, y cuando incumple, siempre encuentra algo o alguien externo a él o ella que justifica su incumplimiento. La culpa siempre es de los demás. Los políticos además de ser mentirosos nos consideran estúpidos. Pero, ni nosotros somos políticos, ni Dios es nuestro público del que queremos obtener su beneplácito por medio de promesas que no se cumplirán.

En un sentido, nada nos pide Dios y, consecuentemente, no estamos obligados a prometerle que haremos o dejaremos de hacer. Sin embargo, si lo hacemos, digamos que el Señor no toma la palabra y espera de nosotros la coherencia propia de sus hijos. Ya lo anticipó el escritor del libro de Eclesiastés: "Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas". Por la boca muere el pez, dice el refrán castellano; y se atribuye a Catalina la grande, la zarina de Rusia, la afirmación: "eres dueño de tus silencios y esclavo de tus palabras".

Sin duda, todos hemos incumplido al Señor en algún momento de nuestras vidas nuestras promesas. Ese, no creo que sea el problema; más bien lo es el no reconocerlo y arrepentirnos. Lo es el justificarnos y culpar a otros o a las circunstancias de nuestros incumplimientos. Cumplimos nuestras promesas porque la gracia nos impuso a ello, el agradecimiento nos mueve, es lo menos que se merece Dios.

¿Qué piensas hacer al respecto?

 



Vamos a cumplir a nuestro Dios todas nuestras promesas. (Salmo 76:11)


Parece que una de las principales obligaciones de cualquier político es no cumplir aquello que ha prometido, y cuando incumple, siempre encuentra algo o alguien externo a él o ella que justifica su incumplimiento. La culpa siempre es de los demás. Los políticos además de ser mentirosos nos consideran estúpidos. Pero, ni nosotros somos políticos, ni Dios es nuestro público del que queremos obtener su beneplácito por medio de promesas que no se cumplirán.

En un sentido, nada nos pide Dios y, consecuentemente, no estamos obligados a prometerle que haremos o dejaremos de hacer. Sin embargo, si lo hacemos, digamos que el Señor no toma la palabra y espera de nosotros la coherencia propia de sus hijos. Ya lo anticipó el escritor del libro de Eclesiastés: "Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas". Por la boca muere el pez, dice el refrán castellano; y se atribuye a Catalina la grande, la zarina de Rusia, la afirmación: "eres dueño de tus silencios y esclavo de tus palabras".

Sin duda, todos hemos incumplido al Señor en algún momento de nuestras vidas nuestras promesas. Ese, no creo que sea el problema; más bien lo es el no reconocerlo y arrepentirnos. Lo es el justificarnos y culpar a otros o a las circunstancias de nuestros incumplimientos. Cumplimos nuestras promesas porque la gracia nos impuso a ello, el agradecimiento nos mueve, es lo menos que se merece Dios.

¿Qué piensas hacer al respecto?

 



Vamos a cumplir a nuestro Dios todas nuestras promesas. (Salmo 76:11)


Parece que una de las principales obligaciones de cualquier político es no cumplir aquello que ha prometido, y cuando incumple, siempre encuentra algo o alguien externo a él o ella que justifica su incumplimiento. La culpa siempre es de los demás. Los políticos además de ser mentirosos nos consideran estúpidos. Pero, ni nosotros somos políticos, ni Dios es nuestro público del que queremos obtener su beneplácito por medio de promesas que no se cumplirán.

En un sentido, nada nos pide Dios y, consecuentemente, no estamos obligados a prometerle que haremos o dejaremos de hacer. Sin embargo, si lo hacemos, digamos que el Señor no toma la palabra y espera de nosotros la coherencia propia de sus hijos. Ya lo anticipó el escritor del libro de Eclesiastés: "Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas". Por la boca muere el pez, dice el refrán castellano; y se atribuye a Catalina la grande, la zarina de Rusia, la afirmación: "eres dueño de tus silencios y esclavo de tus palabras".

Sin duda, todos hemos incumplido al Señor en algún momento de nuestras vidas nuestras promesas. Ese, no creo que sea el problema; más bien lo es el no reconocerlo y arrepentirnos. Lo es el justificarnos y culpar a otros o a las circunstancias de nuestros incumplimientos. Cumplimos nuestras promesas porque la gracia nos impuso a ello, el agradecimiento nos mueve, es lo menos que se merece Dios.

¿Qué piensas hacer al respecto?