Hay caminos que parecen rectos y al final son caminos de muerte. —Proverbios 14;12

En la Biblia, salvo que el contexto indique lo contrario, camino es un sinónimo de la vida cotidiana, del andar diario. Este versículo es pues, concluyente. En ocasiones nos parece que, según nuestro criterio, nuestra forma de ver las cosas, vamos por el mejor de los ca- minos posibles, sin embargo, su final es muerte y muerte en el sentido amplio, de degradación, frustración, destrucción, corrupción, etc.

Desde hace años tengo la costumbre anual de caminar una parte del Camino de San- tiago, una antigua ruta de peregrinación que, según la tradición, llevaba a la tumba del apóstol Santiago en el noroeste de mi país. Todo el Camino está señalizado con flechas amarillas que sirven de indicación de la dirección que uno debe tomar y son, al mismo tiempo, una confirmación de que uno está en el sendero correcto. Uno aprecia ver de tanto en tanto esas flechas y las encuentras decisivas cuando llega a una encrucijada donde varias opciones son posibles. Lo mismo sucede en nuestra vida cotidiana, como nos indica el pasaje de Proverbios, hay que asegurarse que estamos y andamos en el ca- mino correcto, el que lleva a la vida.

Por eso hay momentos en que es preciso pararse y reflexionar para asegurarnos que, aunque a nosotros nos parece que vamos ¡la mar de bien!, tal vez nos vamos dirigiendo a un desastre físico, emocional, social, espiritual o una combinación de todos ellos.

Sabio será el hombre que aprovecha la invitación de la Cuaresma a detenerse, tomar distancia, ganar perspectiva y poder valorar dónde le lleva el camino que ha tomado, pues, por recto que parezca, puede estarnos conduciendo a la muerte.

A los primeros cristianos se les conocía como los seguidores del camino de Jesús

¿En qué camino estás andando?
¿Cuáles son tus flechas amarillas?
¿A dónde podría llevarte tu actual camino? ¿Qué debes hacer?


 



Hay caminos que parecen rectos y al final son caminos de muerte. —Proverbios 14;12

En la Biblia, salvo que el contexto indique lo contrario, camino es un sinónimo de la vida cotidiana, del andar diario. Este versículo es pues, concluyente. En ocasiones nos parece que, según nuestro criterio, nuestra forma de ver las cosas, vamos por el mejor de los ca- minos posibles, sin embargo, su final es muerte y muerte en el sentido amplio, de degradación, frustración, destrucción, corrupción, etc.

Desde hace años tengo la costumbre anual de caminar una parte del Camino de San- tiago, una antigua ruta de peregrinación que, según la tradición, llevaba a la tumba del apóstol Santiago en el noroeste de mi país. Todo el Camino está señalizado con flechas amarillas que sirven de indicación de la dirección que uno debe tomar y son, al mismo tiempo, una confirmación de que uno está en el sendero correcto. Uno aprecia ver de tanto en tanto esas flechas y las encuentras decisivas cuando llega a una encrucijada donde varias opciones son posibles. Lo mismo sucede en nuestra vida cotidiana, como nos indica el pasaje de Proverbios, hay que asegurarse que estamos y andamos en el ca- mino correcto, el que lleva a la vida.

Por eso hay momentos en que es preciso pararse y reflexionar para asegurarnos que, aunque a nosotros nos parece que vamos ¡la mar de bien!, tal vez nos vamos dirigiendo a un desastre físico, emocional, social, espiritual o una combinación de todos ellos.

Sabio será el hombre que aprovecha la invitación de la Cuaresma a detenerse, tomar distancia, ganar perspectiva y poder valorar dónde le lleva el camino que ha tomado, pues, por recto que parezca, puede estarnos conduciendo a la muerte.

A los primeros cristianos se les conocía como los seguidores del camino de Jesús

¿En qué camino estás andando?
¿Cuáles son tus flechas amarillas?
¿A dónde podría llevarte tu actual camino? ¿Qué debes hacer?


 



Hay caminos que parecen rectos y al final son caminos de muerte. —Proverbios 14;12

En la Biblia, salvo que el contexto indique lo contrario, camino es un sinónimo de la vida cotidiana, del andar diario. Este versículo es pues, concluyente. En ocasiones nos parece que, según nuestro criterio, nuestra forma de ver las cosas, vamos por el mejor de los ca- minos posibles, sin embargo, su final es muerte y muerte en el sentido amplio, de degradación, frustración, destrucción, corrupción, etc.

Desde hace años tengo la costumbre anual de caminar una parte del Camino de San- tiago, una antigua ruta de peregrinación que, según la tradición, llevaba a la tumba del apóstol Santiago en el noroeste de mi país. Todo el Camino está señalizado con flechas amarillas que sirven de indicación de la dirección que uno debe tomar y son, al mismo tiempo, una confirmación de que uno está en el sendero correcto. Uno aprecia ver de tanto en tanto esas flechas y las encuentras decisivas cuando llega a una encrucijada donde varias opciones son posibles. Lo mismo sucede en nuestra vida cotidiana, como nos indica el pasaje de Proverbios, hay que asegurarse que estamos y andamos en el ca- mino correcto, el que lleva a la vida.

Por eso hay momentos en que es preciso pararse y reflexionar para asegurarnos que, aunque a nosotros nos parece que vamos ¡la mar de bien!, tal vez nos vamos dirigiendo a un desastre físico, emocional, social, espiritual o una combinación de todos ellos.

Sabio será el hombre que aprovecha la invitación de la Cuaresma a detenerse, tomar distancia, ganar perspectiva y poder valorar dónde le lleva el camino que ha tomado, pues, por recto que parezca, puede estarnos conduciendo a la muerte.

A los primeros cristianos se les conocía como los seguidores del camino de Jesús

¿En qué camino estás andando?
¿Cuáles son tus flechas amarillas?
¿A dónde podría llevarte tu actual camino? ¿Qué debes hacer?