Porque este es el amor de Dios: que guardemos sus mandamientos, y sus mandamientos no son gravosos. (1 Juan 5:3)


En el anterior comentario vimos que la forma en que expresamos amor a Dios es por medio de la obediencia. Sin embargo, la obediencia no tiene buena prensa, buena fama. Por diferentes razones es percibida como algo negativo, a evitar, algo que produce en nosotros una reacción hostil. Imagino que las experiencias personales que hemos vivido, la manera en que la obediencia era tratada en el ambiente cultural en el que crecimos han determinado nuestra forma única y singular de relacionarnos con ella. No obstante, afirmaría que, en general, la humanidad tiene un serio problema con la obediencia a Dios. 

Y no hay seguimiento de Jesús sin obediencia, por tanto, es importante para nosotros tener una clara, correcta y bíblica concepción de los mandamientos de Dios. Mi opinión es que los mismos tienen dos grandes propósitos, bendecir y proteger. Si vamos al libro de Génesis, vemos que el primer mandato del Señor a Adán y Eva es el de crecer, multiplicarse y tener cuidado de la creación. El efecto que la obediencia al mismo traería sería bendición, tanto para el ser humano, como para el resto de la creación. El segundo mandamiento, narrado en el capítulo dos del mismo libro de Génesis, expresa la limitación de comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. El mandato claramente expresa cuáles serían las graves consecuencias que desatenderlo traería consigo. En mi opinión la intención es claramente proteger al ser humano de los terribles resultados que acarrearía la decisión de vivir al margen de Dios.  

Para mí esto cambia totalmente mi visión de los mandamientos de Dios. Estos no son la expresión arbitraria de los deseos de un dios caprichoso y volubles como lo eran los dioses de Grecia y Roma. Antes al contrario, todos y cada uno de ellos son una expresión, un reflejo de un Dios santo y justo que busca por medio de los mismos bendecirnos y protegernos.

Es realmente necesario para nosotros ganar o recuperar una perspectiva correcta de la obediencia. El lenguaje del amor del Señor es la obediencia, pero una que tiene como finalidad protegernos y bendecirnos ¿No es así como se comporta con sus hijos cualquier padre emocionalmente sano?



Porque este es el amor de Dios: que guardemos sus mandamientos, y sus mandamientos no son gravosos. (1 Juan 5:3)


En el anterior comentario vimos que la forma en que expresamos amor a Dios es por medio de la obediencia. Sin embargo, la obediencia no tiene buena prensa, buena fama. Por diferentes razones es percibida como algo negativo, a evitar, algo que produce en nosotros una reacción hostil. Imagino que las experiencias personales que hemos vivido, la manera en que la obediencia era tratada en el ambiente cultural en el que crecimos han determinado nuestra forma única y singular de relacionarnos con ella. No obstante, afirmaría que, en general, la humanidad tiene un serio problema con la obediencia a Dios. 

Y no hay seguimiento de Jesús sin obediencia, por tanto, es importante para nosotros tener una clara, correcta y bíblica concepción de los mandamientos de Dios. Mi opinión es que los mismos tienen dos grandes propósitos, bendecir y proteger. Si vamos al libro de Génesis, vemos que el primer mandato del Señor a Adán y Eva es el de crecer, multiplicarse y tener cuidado de la creación. El efecto que la obediencia al mismo traería sería bendición, tanto para el ser humano, como para el resto de la creación. El segundo mandamiento, narrado en el capítulo dos del mismo libro de Génesis, expresa la limitación de comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. El mandato claramente expresa cuáles serían las graves consecuencias que desatenderlo traería consigo. En mi opinión la intención es claramente proteger al ser humano de los terribles resultados que acarrearía la decisión de vivir al margen de Dios.  

Para mí esto cambia totalmente mi visión de los mandamientos de Dios. Estos no son la expresión arbitraria de los deseos de un dios caprichoso y volubles como lo eran los dioses de Grecia y Roma. Antes al contrario, todos y cada uno de ellos son una expresión, un reflejo de un Dios santo y justo que busca por medio de los mismos bendecirnos y protegernos.

Es realmente necesario para nosotros ganar o recuperar una perspectiva correcta de la obediencia. El lenguaje del amor del Señor es la obediencia, pero una que tiene como finalidad protegernos y bendecirnos ¿No es así como se comporta con sus hijos cualquier padre emocionalmente sano?



Porque este es el amor de Dios: que guardemos sus mandamientos, y sus mandamientos no son gravosos. (1 Juan 5:3)


En el anterior comentario vimos que la forma en que expresamos amor a Dios es por medio de la obediencia. Sin embargo, la obediencia no tiene buena prensa, buena fama. Por diferentes razones es percibida como algo negativo, a evitar, algo que produce en nosotros una reacción hostil. Imagino que las experiencias personales que hemos vivido, la manera en que la obediencia era tratada en el ambiente cultural en el que crecimos han determinado nuestra forma única y singular de relacionarnos con ella. No obstante, afirmaría que, en general, la humanidad tiene un serio problema con la obediencia a Dios. 

Y no hay seguimiento de Jesús sin obediencia, por tanto, es importante para nosotros tener una clara, correcta y bíblica concepción de los mandamientos de Dios. Mi opinión es que los mismos tienen dos grandes propósitos, bendecir y proteger. Si vamos al libro de Génesis, vemos que el primer mandato del Señor a Adán y Eva es el de crecer, multiplicarse y tener cuidado de la creación. El efecto que la obediencia al mismo traería sería bendición, tanto para el ser humano, como para el resto de la creación. El segundo mandamiento, narrado en el capítulo dos del mismo libro de Génesis, expresa la limitación de comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. El mandato claramente expresa cuáles serían las graves consecuencias que desatenderlo traería consigo. En mi opinión la intención es claramente proteger al ser humano de los terribles resultados que acarrearía la decisión de vivir al margen de Dios.  

Para mí esto cambia totalmente mi visión de los mandamientos de Dios. Estos no son la expresión arbitraria de los deseos de un dios caprichoso y volubles como lo eran los dioses de Grecia y Roma. Antes al contrario, todos y cada uno de ellos son una expresión, un reflejo de un Dios santo y justo que busca por medio de los mismos bendecirnos y protegernos.

Es realmente necesario para nosotros ganar o recuperar una perspectiva correcta de la obediencia. El lenguaje del amor del Señor es la obediencia, pero una que tiene como finalidad protegernos y bendecirnos ¿No es así como se comporta con sus hijos cualquier padre emocionalmente sano?