Pues lo mismo vosotros: ya que tanto ambicionáis los dones del Espíritu, procurad, al menos, poseer en abundancia los que contribuyen en provecho de la Iglesia. (1 Corintios 14:12)

Jesús afirmó que es más feliz aquel que da que el que recibe. Las investigaciones de la Universidad de Harvard indican que todo en nuestro cerebro parece estar diseñado para dar. Además, indican que la felicidad pasa por hacer una contribución al mundo. Abraham Maslow, en su pirámide de las necesidades humanas, indicó que la cúspide del desarrollo humano es cuando nos damos a algo que nos trasciende a nosotros mismos. La gracia común afirma que el Señor, en su amor y compasión por el ser humano, continúa dando dones a los hombres para que, por medio de la ciencia, la técnica y el arte, hagan la vida del ser humano caído más fácil.

Como seguidores de Jesús creemos que todo lo que hacemos nos ha sido dado, nada es nuestro, somos únicamente mayordomos, administradores. Lo hemos recibido para bendecir a otros; primera, pero no exclusivamente a los de la familia de la fe. También al resto del mundo. Precisamos ganar esa perspectiva, estamos llamados a bendecir, a contribuir, en círculos concéntricos a nuestra familia, nuestra iglesia, nuestra ciudad, nuestro país y nuestro mundo. Ese es nuestro llamado, unirnos al plan del Señor de bendición y restauración de todo lo creado. Y en ello, nuestros dones juegan un papel clave.

¿Qué haces con los tuyos?

 



Pues lo mismo vosotros: ya que tanto ambicionáis los dones del Espíritu, procurad, al menos, poseer en abundancia los que contribuyen en provecho de la Iglesia. (1 Corintios 14:12)

Jesús afirmó que es más feliz aquel que da que el que recibe. Las investigaciones de la Universidad de Harvard indican que todo en nuestro cerebro parece estar diseñado para dar. Además, indican que la felicidad pasa por hacer una contribución al mundo. Abraham Maslow, en su pirámide de las necesidades humanas, indicó que la cúspide del desarrollo humano es cuando nos damos a algo que nos trasciende a nosotros mismos. La gracia común afirma que el Señor, en su amor y compasión por el ser humano, continúa dando dones a los hombres para que, por medio de la ciencia, la técnica y el arte, hagan la vida del ser humano caído más fácil.

Como seguidores de Jesús creemos que todo lo que hacemos nos ha sido dado, nada es nuestro, somos únicamente mayordomos, administradores. Lo hemos recibido para bendecir a otros; primera, pero no exclusivamente a los de la familia de la fe. También al resto del mundo. Precisamos ganar esa perspectiva, estamos llamados a bendecir, a contribuir, en círculos concéntricos a nuestra familia, nuestra iglesia, nuestra ciudad, nuestro país y nuestro mundo. Ese es nuestro llamado, unirnos al plan del Señor de bendición y restauración de todo lo creado. Y en ello, nuestros dones juegan un papel clave.

¿Qué haces con los tuyos?

 



Pues lo mismo vosotros: ya que tanto ambicionáis los dones del Espíritu, procurad, al menos, poseer en abundancia los que contribuyen en provecho de la Iglesia. (1 Corintios 14:12)

Jesús afirmó que es más feliz aquel que da que el que recibe. Las investigaciones de la Universidad de Harvard indican que todo en nuestro cerebro parece estar diseñado para dar. Además, indican que la felicidad pasa por hacer una contribución al mundo. Abraham Maslow, en su pirámide de las necesidades humanas, indicó que la cúspide del desarrollo humano es cuando nos damos a algo que nos trasciende a nosotros mismos. La gracia común afirma que el Señor, en su amor y compasión por el ser humano, continúa dando dones a los hombres para que, por medio de la ciencia, la técnica y el arte, hagan la vida del ser humano caído más fácil.

Como seguidores de Jesús creemos que todo lo que hacemos nos ha sido dado, nada es nuestro, somos únicamente mayordomos, administradores. Lo hemos recibido para bendecir a otros; primera, pero no exclusivamente a los de la familia de la fe. También al resto del mundo. Precisamos ganar esa perspectiva, estamos llamados a bendecir, a contribuir, en círculos concéntricos a nuestra familia, nuestra iglesia, nuestra ciudad, nuestro país y nuestro mundo. Ese es nuestro llamado, unirnos al plan del Señor de bendición y restauración de todo lo creado. Y en ello, nuestros dones juegan un papel clave.

¿Qué haces con los tuyos?