Acerquémonos, pues, llenos de confianza a ese trono de gracia. (Hebreos 4:16)


Confianza es la medida en que nos sentimos seguros con alguien. Seguros con sus motivaciones, pensamientos y actitudes hacia nosotros. No podemos vivir sin confianza, sin sentirnos seguros en las relaciones. Vamos al doctor y necesitamos confiar que la información que nos dará es cierta. Si llevamos el automóvil al mecánico confiamos, o necesitamos confiar, en que no nos estará engañando respecto a lo que el coche necesita. Así, podemos identificar multitud de situaciones en la vida en las que precisamos esa seguridad en el otro. Al mismo tiempo, todos hemos experimentado en alguna ocasión la desazón que produce el sentirnos inseguros, el no poder confiar.

La Palabra nos dice con respecto a Jesús -el empático- que nos podemos acercar a Él, no con confianza, sino ¡LLENOS! de confianza; es decir, llenos de seguridad, sin ningún tipo de miedo, incerteza, preocupación acerca de cuáles son sus actitudes, pensamientos, motivaciones o intenciones hacia nosotros. La relación con el Señor se basa en la seguridad que se deriva de la confianza, no en el miedo, el temor o la vacilación. De hecho, el apóstol Juan ya lo afirma, el que tiene miedo no ha entendido para nada qué es el amor. 


¿Cuán seguro te sientes con Dios?












Acerquémonos, pues, llenos de confianza a ese trono de gracia. (Hebreos 4:16)


Confianza es la medida en que nos sentimos seguros con alguien. Seguros con sus motivaciones, pensamientos y actitudes hacia nosotros. No podemos vivir sin confianza, sin sentirnos seguros en las relaciones. Vamos al doctor y necesitamos confiar que la información que nos dará es cierta. Si llevamos el automóvil al mecánico confiamos, o necesitamos confiar, en que no nos estará engañando respecto a lo que el coche necesita. Así, podemos identificar multitud de situaciones en la vida en las que precisamos esa seguridad en el otro. Al mismo tiempo, todos hemos experimentado en alguna ocasión la desazón que produce el sentirnos inseguros, el no poder confiar.

La Palabra nos dice con respecto a Jesús -el empático- que nos podemos acercar a Él, no con confianza, sino ¡LLENOS! de confianza; es decir, llenos de seguridad, sin ningún tipo de miedo, incerteza, preocupación acerca de cuáles son sus actitudes, pensamientos, motivaciones o intenciones hacia nosotros. La relación con el Señor se basa en la seguridad que se deriva de la confianza, no en el miedo, el temor o la vacilación. De hecho, el apóstol Juan ya lo afirma, el que tiene miedo no ha entendido para nada qué es el amor. 


¿Cuán seguro te sientes con Dios?












Acerquémonos, pues, llenos de confianza a ese trono de gracia. (Hebreos 4:16)


Confianza es la medida en que nos sentimos seguros con alguien. Seguros con sus motivaciones, pensamientos y actitudes hacia nosotros. No podemos vivir sin confianza, sin sentirnos seguros en las relaciones. Vamos al doctor y necesitamos confiar que la información que nos dará es cierta. Si llevamos el automóvil al mecánico confiamos, o necesitamos confiar, en que no nos estará engañando respecto a lo que el coche necesita. Así, podemos identificar multitud de situaciones en la vida en las que precisamos esa seguridad en el otro. Al mismo tiempo, todos hemos experimentado en alguna ocasión la desazón que produce el sentirnos inseguros, el no poder confiar.

La Palabra nos dice con respecto a Jesús -el empático- que nos podemos acercar a Él, no con confianza, sino ¡LLENOS! de confianza; es decir, llenos de seguridad, sin ningún tipo de miedo, incerteza, preocupación acerca de cuáles son sus actitudes, pensamientos, motivaciones o intenciones hacia nosotros. La relación con el Señor se basa en la seguridad que se deriva de la confianza, no en el miedo, el temor o la vacilación. De hecho, el apóstol Juan ya lo afirma, el que tiene miedo no ha entendido para nada qué es el amor. 


¿Cuán seguro te sientes con Dios?