Pues el Señor corrige a quien ama y castiga a quien reconoce como hijo. (Hebreos 12:6)


El tema de la disciplina del Señor no es fácil de tratar. Hay extremos en la interpretación de la misma. Algunos ven imposible o contradictorio que un Dios de amor y de gracia pueda disciplinar o castigar. Cuando se trata de este punto tal vez conciben al Señor más como abuelo que como padre. Otros, por el contrario, parecen regocijarse en pensar en un Dios que envía calamidades, enfermedades e incluso muerte para disciplinar a sus hijos. Estos parecen percibir al Señor más como un juez que como un auténtico padre.

Hoy quisiera enfatizar motivación y propósito en la disciplina del Padre. La motivación, como la que tiene cualquier padre emocionalmente sano, es el amor al hijo, el amor ágape. Este amor es descrito en las Escrituras como un acto de la voluntad de buscar el bien de la persona amada. La disciplina paternal nace de un deseo de beneficiar y bendecir al hijo. Visto desde esta perspectiva, y tal y como afirma el escritor de Hebreos, la ausencia de disciplina sería una falta de amor. Implicaría que no nos preocupa el desarrollo de la persona amada.

Vista la motivación entremos en el propósito. El autor de Hebreos indica que la finalidad de la disciplina es hacernos aptos para participar en la santidad del Señor. Su disciplina está orientada a trabajar en nosotros la imagen de su hijo Jesús, a que cada día seamos más semejantes a Cristo; lleguemos, en definitiva, a ser el tipo de ser humano que Dios siempre tuvo en mente y el pecado hizo inviable.


¿Cómo percibes la disciplina de Dios? ¿Qué sientes al respecto?



Pues el Señor corrige a quien ama y castiga a quien reconoce como hijo. (Hebreos 12:6)


El tema de la disciplina del Señor no es fácil de tratar. Hay extremos en la interpretación de la misma. Algunos ven imposible o contradictorio que un Dios de amor y de gracia pueda disciplinar o castigar. Cuando se trata de este punto tal vez conciben al Señor más como abuelo que como padre. Otros, por el contrario, parecen regocijarse en pensar en un Dios que envía calamidades, enfermedades e incluso muerte para disciplinar a sus hijos. Estos parecen percibir al Señor más como un juez que como un auténtico padre.

Hoy quisiera enfatizar motivación y propósito en la disciplina del Padre. La motivación, como la que tiene cualquier padre emocionalmente sano, es el amor al hijo, el amor ágape. Este amor es descrito en las Escrituras como un acto de la voluntad de buscar el bien de la persona amada. La disciplina paternal nace de un deseo de beneficiar y bendecir al hijo. Visto desde esta perspectiva, y tal y como afirma el escritor de Hebreos, la ausencia de disciplina sería una falta de amor. Implicaría que no nos preocupa el desarrollo de la persona amada.

Vista la motivación entremos en el propósito. El autor de Hebreos indica que la finalidad de la disciplina es hacernos aptos para participar en la santidad del Señor. Su disciplina está orientada a trabajar en nosotros la imagen de su hijo Jesús, a que cada día seamos más semejantes a Cristo; lleguemos, en definitiva, a ser el tipo de ser humano que Dios siempre tuvo en mente y el pecado hizo inviable.


¿Cómo percibes la disciplina de Dios? ¿Qué sientes al respecto?



Pues el Señor corrige a quien ama y castiga a quien reconoce como hijo. (Hebreos 12:6)


El tema de la disciplina del Señor no es fácil de tratar. Hay extremos en la interpretación de la misma. Algunos ven imposible o contradictorio que un Dios de amor y de gracia pueda disciplinar o castigar. Cuando se trata de este punto tal vez conciben al Señor más como abuelo que como padre. Otros, por el contrario, parecen regocijarse en pensar en un Dios que envía calamidades, enfermedades e incluso muerte para disciplinar a sus hijos. Estos parecen percibir al Señor más como un juez que como un auténtico padre.

Hoy quisiera enfatizar motivación y propósito en la disciplina del Padre. La motivación, como la que tiene cualquier padre emocionalmente sano, es el amor al hijo, el amor ágape. Este amor es descrito en las Escrituras como un acto de la voluntad de buscar el bien de la persona amada. La disciplina paternal nace de un deseo de beneficiar y bendecir al hijo. Visto desde esta perspectiva, y tal y como afirma el escritor de Hebreos, la ausencia de disciplina sería una falta de amor. Implicaría que no nos preocupa el desarrollo de la persona amada.

Vista la motivación entremos en el propósito. El autor de Hebreos indica que la finalidad de la disciplina es hacernos aptos para participar en la santidad del Señor. Su disciplina está orientada a trabajar en nosotros la imagen de su hijo Jesús, a que cada día seamos más semejantes a Cristo; lleguemos, en definitiva, a ser el tipo de ser humano que Dios siempre tuvo en mente y el pecado hizo inviable.


¿Cómo percibes la disciplina de Dios? ¿Qué sientes al respecto?