Los ídolos de las naciones son plata y oro, obra de manos humanas. Tienen boca y no hablan, ojos pero no ven, oídos pero no oyen, no tiene aliento su boca. Que sean como ellos quienes los hacen, todo aquel que en ellos confía. (Salmo 135:15-18)


La antropología nos enseña que los pueblos acaban pareciéndose a los dioses que adoran. Pueblos guerreros y sanguinarios adoran o adoraban en el pasado a divinidades que eran como ellos y reforzaban ese carácter militarista y violento. Más modernamente podemos afirmar que acabamos convirtiéndonos en aquellos que adoramos, porque seamos sinceros, incluso aquellos que no creen en Dios tienen sus dioses, es decir, aquellas cosas en las que han depositado su corazón, su esperanza, su sentido, su satisfacción. 

En la Biblia la versión última y definitiva de Dios es Jesús. Al Padre, nadie lo ha visto jamás pero, como afirmó el propio Jesús, verlo a Él es verlo al Padre. El propósito de la vida cristiana es parecernos a Jesús, que Él sea más y más formado en nosotros (Si no me crees, repasa tan solo estas citas: Gálatas 4:19; Romanos 8:28-30; Efesios 4:11-13; Efesios 2:6-10) De tal manera que conforme el tiempo va pasando más puedas reconocer la imagen de Jesús en tu vida y más pueda ser reconocida por otros, por aquellos que están en tus diferentes entornos. 

En definitiva, si cada vez no te pareces más a Jesús ¿A quién te pareces?  Los rasgos de tu carácter ¿A qué dioses corresponden? ¿A quién en el fondo de tu corazón estás adorando?

 



Los ídolos de las naciones son plata y oro, obra de manos humanas. Tienen boca y no hablan, ojos pero no ven, oídos pero no oyen, no tiene aliento su boca. Que sean como ellos quienes los hacen, todo aquel que en ellos confía. (Salmo 135:15-18)


La antropología nos enseña que los pueblos acaban pareciéndose a los dioses que adoran. Pueblos guerreros y sanguinarios adoran o adoraban en el pasado a divinidades que eran como ellos y reforzaban ese carácter militarista y violento. Más modernamente podemos afirmar que acabamos convirtiéndonos en aquellos que adoramos, porque seamos sinceros, incluso aquellos que no creen en Dios tienen sus dioses, es decir, aquellas cosas en las que han depositado su corazón, su esperanza, su sentido, su satisfacción. 

En la Biblia la versión última y definitiva de Dios es Jesús. Al Padre, nadie lo ha visto jamás pero, como afirmó el propio Jesús, verlo a Él es verlo al Padre. El propósito de la vida cristiana es parecernos a Jesús, que Él sea más y más formado en nosotros (Si no me crees, repasa tan solo estas citas: Gálatas 4:19; Romanos 8:28-30; Efesios 4:11-13; Efesios 2:6-10) De tal manera que conforme el tiempo va pasando más puedas reconocer la imagen de Jesús en tu vida y más pueda ser reconocida por otros, por aquellos que están en tus diferentes entornos. 

En definitiva, si cada vez no te pareces más a Jesús ¿A quién te pareces?  Los rasgos de tu carácter ¿A qué dioses corresponden? ¿A quién en el fondo de tu corazón estás adorando?

 



Los ídolos de las naciones son plata y oro, obra de manos humanas. Tienen boca y no hablan, ojos pero no ven, oídos pero no oyen, no tiene aliento su boca. Que sean como ellos quienes los hacen, todo aquel que en ellos confía. (Salmo 135:15-18)


La antropología nos enseña que los pueblos acaban pareciéndose a los dioses que adoran. Pueblos guerreros y sanguinarios adoran o adoraban en el pasado a divinidades que eran como ellos y reforzaban ese carácter militarista y violento. Más modernamente podemos afirmar que acabamos convirtiéndonos en aquellos que adoramos, porque seamos sinceros, incluso aquellos que no creen en Dios tienen sus dioses, es decir, aquellas cosas en las que han depositado su corazón, su esperanza, su sentido, su satisfacción. 

En la Biblia la versión última y definitiva de Dios es Jesús. Al Padre, nadie lo ha visto jamás pero, como afirmó el propio Jesús, verlo a Él es verlo al Padre. El propósito de la vida cristiana es parecernos a Jesús, que Él sea más y más formado en nosotros (Si no me crees, repasa tan solo estas citas: Gálatas 4:19; Romanos 8:28-30; Efesios 4:11-13; Efesios 2:6-10) De tal manera que conforme el tiempo va pasando más puedas reconocer la imagen de Jesús en tu vida y más pueda ser reconocida por otros, por aquellos que están en tus diferentes entornos. 

En definitiva, si cada vez no te pareces más a Jesús ¿A quién te pareces?  Los rasgos de tu carácter ¿A qué dioses corresponden? ¿A quién en el fondo de tu corazón estás adorando?