El Señor pasó delante de él [Moisés] proclamando: -¡El Señor! ¡El Señor! ¡Dios compasivo y benévolo, lento para airarse y rico en amor y fidelidad... (Éxodo 34:6)


He notado la tendencia que tenemos los cristianos -de la cual no estoy a salvo- de tratar de hacer encajar a Dios en nuestro sistema teológico de referencia. Un pasaje por aquí, otro por allá, y poco a poco vamos montando una teología sistemática, legítima por otra parte, de cómo entendemos que es Dios. Pero claro, hay una gran diferencia entre cómo yo pienso que el Señor es de lo que deduzco de la Escritura, y otra muy diferente es afirmar que Él es tal y como yo pienso. Dicho de otro modo, haga una equivalencia entre mi interpretación y Dios.

Por eso es tan importante centrarnos en aquellos pasajes en que el Señor se define a Sí mismo. Aquellos en los que se explica y se revela dándonos información acerca de su ser. Este que he reproducido en parte al comienzo de esta entrada es una de esas escasas joyas que aparecen en el Antiguo Testamento. Dios se explica a Sí mismo diciendo que es compasivo y benévolo. Sin duda esto nos hace entrar en conflicto cuando vemos la actuación violenta de Dios a lo largo de las páginas del Antiguo Testamento. Hay que hacer auténticas cabriolas intelectuales para encajarlo. 

Deberíamos hablar de la revelación progresiva de Dios a lo largo de la historia, y esta culmina con Jesús, la última y definitiva revelación de la divinidad. Porque Dios es como Jesús lo muestra y todas las anteriores versiones quedan superadas con su llegada. El Padre y yo, uno somos, afirma el Maestro. Quieres saber cómo auténticamente es Dios, que piensa de la humanidad, del pecado, de un mundo roto y de ti mismo. Sólo tienes que mirar a Jesús directa, abiertamente, sin los filtros de tu teología. En esa mirada solo encontrarás amor y gracia.

¿Qué ves cuando miras a Jesús?



El Señor pasó delante de él [Moisés] proclamando: -¡El Señor! ¡El Señor! ¡Dios compasivo y benévolo, lento para airarse y rico en amor y fidelidad... (Éxodo 34:6)


He notado la tendencia que tenemos los cristianos -de la cual no estoy a salvo- de tratar de hacer encajar a Dios en nuestro sistema teológico de referencia. Un pasaje por aquí, otro por allá, y poco a poco vamos montando una teología sistemática, legítima por otra parte, de cómo entendemos que es Dios. Pero claro, hay una gran diferencia entre cómo yo pienso que el Señor es de lo que deduzco de la Escritura, y otra muy diferente es afirmar que Él es tal y como yo pienso. Dicho de otro modo, haga una equivalencia entre mi interpretación y Dios.

Por eso es tan importante centrarnos en aquellos pasajes en que el Señor se define a Sí mismo. Aquellos en los que se explica y se revela dándonos información acerca de su ser. Este que he reproducido en parte al comienzo de esta entrada es una de esas escasas joyas que aparecen en el Antiguo Testamento. Dios se explica a Sí mismo diciendo que es compasivo y benévolo. Sin duda esto nos hace entrar en conflicto cuando vemos la actuación violenta de Dios a lo largo de las páginas del Antiguo Testamento. Hay que hacer auténticas cabriolas intelectuales para encajarlo. 

Deberíamos hablar de la revelación progresiva de Dios a lo largo de la historia, y esta culmina con Jesús, la última y definitiva revelación de la divinidad. Porque Dios es como Jesús lo muestra y todas las anteriores versiones quedan superadas con su llegada. El Padre y yo, uno somos, afirma el Maestro. Quieres saber cómo auténticamente es Dios, que piensa de la humanidad, del pecado, de un mundo roto y de ti mismo. Sólo tienes que mirar a Jesús directa, abiertamente, sin los filtros de tu teología. En esa mirada solo encontrarás amor y gracia.

¿Qué ves cuando miras a Jesús?



El Señor pasó delante de él [Moisés] proclamando: -¡El Señor! ¡El Señor! ¡Dios compasivo y benévolo, lento para airarse y rico en amor y fidelidad... (Éxodo 34:6)


He notado la tendencia que tenemos los cristianos -de la cual no estoy a salvo- de tratar de hacer encajar a Dios en nuestro sistema teológico de referencia. Un pasaje por aquí, otro por allá, y poco a poco vamos montando una teología sistemática, legítima por otra parte, de cómo entendemos que es Dios. Pero claro, hay una gran diferencia entre cómo yo pienso que el Señor es de lo que deduzco de la Escritura, y otra muy diferente es afirmar que Él es tal y como yo pienso. Dicho de otro modo, haga una equivalencia entre mi interpretación y Dios.

Por eso es tan importante centrarnos en aquellos pasajes en que el Señor se define a Sí mismo. Aquellos en los que se explica y se revela dándonos información acerca de su ser. Este que he reproducido en parte al comienzo de esta entrada es una de esas escasas joyas que aparecen en el Antiguo Testamento. Dios se explica a Sí mismo diciendo que es compasivo y benévolo. Sin duda esto nos hace entrar en conflicto cuando vemos la actuación violenta de Dios a lo largo de las páginas del Antiguo Testamento. Hay que hacer auténticas cabriolas intelectuales para encajarlo. 

Deberíamos hablar de la revelación progresiva de Dios a lo largo de la historia, y esta culmina con Jesús, la última y definitiva revelación de la divinidad. Porque Dios es como Jesús lo muestra y todas las anteriores versiones quedan superadas con su llegada. El Padre y yo, uno somos, afirma el Maestro. Quieres saber cómo auténticamente es Dios, que piensa de la humanidad, del pecado, de un mundo roto y de ti mismo. Sólo tienes que mirar a Jesús directa, abiertamente, sin los filtros de tu teología. En esa mirada solo encontrarás amor y gracia.

¿Qué ves cuando miras a Jesús?