En verdad es bondadoso Dios con Israel, con los que tienen limpio el corazón. (Salmo 73:1)

Personalmente no creo en los propósitos de comienzo del año. En la inmensa mayoría de los casos todos hemos podido comprobar que no se cumplen, nos añaden frustración y, en el peor de los casos, nos vuelven cínicos ante la vida. Por el contrario, creo que las metas y su poder para motivarnos, transformarnos y ayudarnos a crecer. ¿Cuál es la diferencia entre deseos, propósitos y metas. Bien, estas últimas son específicas, no meras especulaciones. Son alcanzables aunque, naturalmente, nos implicará salir de nuestra zona de confort y, a menudo depender de Dios. Son importantes para nosotros aunque no lo sean para los demás. La meta tiene que nacer de nuestra necesidad no de las expectativas de los demás, debe ser nuestra, no impuesta. Tienen fecha de comienzo, final o ambas. Las fechas ponen una presión saludable sobre nuestra vida, generan un poder motivador. Finalmente, existe un itinerario para llevarlas a cabo. Es decir sabemos cómo llegar desde donde estamos hacia donde  queremos ir. 

Pensemos en lo que dice el salmista acerca de tener un corazón limpio ¿Es algo que sucede de forma instantánea o algo que debemos ser intencionales en procurar? El corazón en las Escrituras es el centro de control de nuestro proyecto vital; es donde radica nuestro auténtico yo, nuestra identidad. Mantener un corazón limpio sería asegurarnos que no existen en el mismo pensamientos, motivaciones, actitudes, valores, conductas y omisiones que sean contrarias al Señor y su Palabra.

Yo quiero convertirlo en una meta, no en un buen propósito. Una buena meta sería:

A partir de hoy, sábado dos de enero de 2021, dedicaré unos minutos cada noche antes de dormir para examinar mi corazón ante el Señor y asegurarme de confesar y rectificar cualquier cosa que Él me muestre. 

¿Cuál podría ser una meta para tu vida en este comienzo del año? ¿Meta o propósito?







 



En verdad es bondadoso Dios con Israel, con los que tienen limpio el corazón. (Salmo 73:1)

Personalmente no creo en los propósitos de comienzo del año. En la inmensa mayoría de los casos todos hemos podido comprobar que no se cumplen, nos añaden frustración y, en el peor de los casos, nos vuelven cínicos ante la vida. Por el contrario, creo que las metas y su poder para motivarnos, transformarnos y ayudarnos a crecer. ¿Cuál es la diferencia entre deseos, propósitos y metas. Bien, estas últimas son específicas, no meras especulaciones. Son alcanzables aunque, naturalmente, nos implicará salir de nuestra zona de confort y, a menudo depender de Dios. Son importantes para nosotros aunque no lo sean para los demás. La meta tiene que nacer de nuestra necesidad no de las expectativas de los demás, debe ser nuestra, no impuesta. Tienen fecha de comienzo, final o ambas. Las fechas ponen una presión saludable sobre nuestra vida, generan un poder motivador. Finalmente, existe un itinerario para llevarlas a cabo. Es decir sabemos cómo llegar desde donde estamos hacia donde  queremos ir. 

Pensemos en lo que dice el salmista acerca de tener un corazón limpio ¿Es algo que sucede de forma instantánea o algo que debemos ser intencionales en procurar? El corazón en las Escrituras es el centro de control de nuestro proyecto vital; es donde radica nuestro auténtico yo, nuestra identidad. Mantener un corazón limpio sería asegurarnos que no existen en el mismo pensamientos, motivaciones, actitudes, valores, conductas y omisiones que sean contrarias al Señor y su Palabra.

Yo quiero convertirlo en una meta, no en un buen propósito. Una buena meta sería:

A partir de hoy, sábado dos de enero de 2021, dedicaré unos minutos cada noche antes de dormir para examinar mi corazón ante el Señor y asegurarme de confesar y rectificar cualquier cosa que Él me muestre. 

¿Cuál podría ser una meta para tu vida en este comienzo del año? ¿Meta o propósito?







 



En verdad es bondadoso Dios con Israel, con los que tienen limpio el corazón. (Salmo 73:1)

Personalmente no creo en los propósitos de comienzo del año. En la inmensa mayoría de los casos todos hemos podido comprobar que no se cumplen, nos añaden frustración y, en el peor de los casos, nos vuelven cínicos ante la vida. Por el contrario, creo que las metas y su poder para motivarnos, transformarnos y ayudarnos a crecer. ¿Cuál es la diferencia entre deseos, propósitos y metas. Bien, estas últimas son específicas, no meras especulaciones. Son alcanzables aunque, naturalmente, nos implicará salir de nuestra zona de confort y, a menudo depender de Dios. Son importantes para nosotros aunque no lo sean para los demás. La meta tiene que nacer de nuestra necesidad no de las expectativas de los demás, debe ser nuestra, no impuesta. Tienen fecha de comienzo, final o ambas. Las fechas ponen una presión saludable sobre nuestra vida, generan un poder motivador. Finalmente, existe un itinerario para llevarlas a cabo. Es decir sabemos cómo llegar desde donde estamos hacia donde  queremos ir. 

Pensemos en lo que dice el salmista acerca de tener un corazón limpio ¿Es algo que sucede de forma instantánea o algo que debemos ser intencionales en procurar? El corazón en las Escrituras es el centro de control de nuestro proyecto vital; es donde radica nuestro auténtico yo, nuestra identidad. Mantener un corazón limpio sería asegurarnos que no existen en el mismo pensamientos, motivaciones, actitudes, valores, conductas y omisiones que sean contrarias al Señor y su Palabra.

Yo quiero convertirlo en una meta, no en un buen propósito. Una buena meta sería:

A partir de hoy, sábado dos de enero de 2021, dedicaré unos minutos cada noche antes de dormir para examinar mi corazón ante el Señor y asegurarme de confesar y rectificar cualquier cosa que Él me muestre. 

¿Cuál podría ser una meta para tu vida en este comienzo del año? ¿Meta o propósito?