Mi predicación y mi mensaje no se apoyaban en una elocuencia inteligente y persuasiva; era el Espíritu Santo con su poder quien os convencía, de modo que vuestra fe no es fruto de la sabiduría humana, sino del poder de Dios. (1 Corintios 2: 4-5)


Más de una veintena de libros escritos, centenares de eventos en los que he participado, cursos que he tomado para pulir mis competencias existentes y añadir otras nuevas. Libros y más libros que he leído y continúo leyendo de forma sistemática. Mis conocimientos y experiencia en el ámbito ministerial y mi capacidad para comprender al ser humano han crecido y siguen creciendo, pero, paradójicamente, cada vez me fío de todo esto y cada vez me siento más incompetente en el trabajo del Reino.

No desprecio nada de lo anterior; prueba de ello es que sigo formándome y mi curiosidad y ganas de aprender son insaciables. Pero, me doy cuenta que todo ello no puede cambiar el corazón de una persona. Que cuando la fe de un no creyente o el crecimiento de un seguidor de Jesús depende mi elocuencia o capacidad de persuasión, las cosas no funcionarán, y si lo hacen, no serán sostenibles a lo largo del tiempo.

Por tanto he aprendido a descansar en el Espíritu del Señor para los cambios. Eso no significa que no me esfuerce cada vez más por comunicar con más excelencia, claridad, comprensión; ¡Para nada! sigo tratando de mejorar día a día, pero no confío en que eso sea lo esencial. Lo que verdaderamente cuenta es lo que el Espíritu Santo puede y decida hacer. Entender esto me produce una actitud de mucha paz y descanso en la obra del Padre.

¿Confías en ti o en su trabajo?

 



Mi predicación y mi mensaje no se apoyaban en una elocuencia inteligente y persuasiva; era el Espíritu Santo con su poder quien os convencía, de modo que vuestra fe no es fruto de la sabiduría humana, sino del poder de Dios. (1 Corintios 2: 4-5)


Más de una veintena de libros escritos, centenares de eventos en los que he participado, cursos que he tomado para pulir mis competencias existentes y añadir otras nuevas. Libros y más libros que he leído y continúo leyendo de forma sistemática. Mis conocimientos y experiencia en el ámbito ministerial y mi capacidad para comprender al ser humano han crecido y siguen creciendo, pero, paradójicamente, cada vez me fío de todo esto y cada vez me siento más incompetente en el trabajo del Reino.

No desprecio nada de lo anterior; prueba de ello es que sigo formándome y mi curiosidad y ganas de aprender son insaciables. Pero, me doy cuenta que todo ello no puede cambiar el corazón de una persona. Que cuando la fe de un no creyente o el crecimiento de un seguidor de Jesús depende mi elocuencia o capacidad de persuasión, las cosas no funcionarán, y si lo hacen, no serán sostenibles a lo largo del tiempo.

Por tanto he aprendido a descansar en el Espíritu del Señor para los cambios. Eso no significa que no me esfuerce cada vez más por comunicar con más excelencia, claridad, comprensión; ¡Para nada! sigo tratando de mejorar día a día, pero no confío en que eso sea lo esencial. Lo que verdaderamente cuenta es lo que el Espíritu Santo puede y decida hacer. Entender esto me produce una actitud de mucha paz y descanso en la obra del Padre.

¿Confías en ti o en su trabajo?

 



Mi predicación y mi mensaje no se apoyaban en una elocuencia inteligente y persuasiva; era el Espíritu Santo con su poder quien os convencía, de modo que vuestra fe no es fruto de la sabiduría humana, sino del poder de Dios. (1 Corintios 2: 4-5)


Más de una veintena de libros escritos, centenares de eventos en los que he participado, cursos que he tomado para pulir mis competencias existentes y añadir otras nuevas. Libros y más libros que he leído y continúo leyendo de forma sistemática. Mis conocimientos y experiencia en el ámbito ministerial y mi capacidad para comprender al ser humano han crecido y siguen creciendo, pero, paradójicamente, cada vez me fío de todo esto y cada vez me siento más incompetente en el trabajo del Reino.

No desprecio nada de lo anterior; prueba de ello es que sigo formándome y mi curiosidad y ganas de aprender son insaciables. Pero, me doy cuenta que todo ello no puede cambiar el corazón de una persona. Que cuando la fe de un no creyente o el crecimiento de un seguidor de Jesús depende mi elocuencia o capacidad de persuasión, las cosas no funcionarán, y si lo hacen, no serán sostenibles a lo largo del tiempo.

Por tanto he aprendido a descansar en el Espíritu del Señor para los cambios. Eso no significa que no me esfuerce cada vez más por comunicar con más excelencia, claridad, comprensión; ¡Para nada! sigo tratando de mejorar día a día, pero no confío en que eso sea lo esencial. Lo que verdaderamente cuenta es lo que el Espíritu Santo puede y decida hacer. Entender esto me produce una actitud de mucha paz y descanso en la obra del Padre.

¿Confías en ti o en su trabajo?