Jesús se fue  con sus discípulos a la orilla del lago y lo siguió una gran multitud de gente procedente de Galilea; y también de Judea, de Jerusalén, de Idumea, de la orilla oriental del Jordán y de la región de Tiro y Sidón acudió a Jesús mucha gente que había oído hablar de todo lo que hacía. (Lucas 3:7-8)


Creo que nadie se acerca a Jesús si no existe una necesidad del tipo que sea. En ocasiones, hablando con personas que no creen, me han afirmado que no les parece correcto buscar a Jesús porque están necesitados; lo consideran como egoísta, poco puro, muy interesado. Pienso que cualquier motivación es legítima para acudir al Maestro. De hecho, Él mismo afirmaba que había venido a buscar a los que se sentían enfermos -necesitados- y eran pecadores. 

Los seres humanos seguimos estando necesitados. En algunas culturas la supervivencia se convierte en el primer y único objetivo. Comer y dar de comer a la familia día tras día no deja mucha espacio para reflexiones filosóficas o sobre el sentido de la vida. Son nuestras sociedades postmodernas, donde una buena parte de la población ya hemos superado el nivel de subsistencia, donde tenemos tiempo para ese tipo de planteamientos. Y esa necesidad de sentido, de propósito, de valor, de significado, es hábilmente explotada ofreciéndonos todo tipo de bienes, servicios y experiencias que, según los ofertantes, satisfarán nuestras necesidades más profundas cuando, realmente, lo único que hacen es aliviar la sintomatología. Ya le dijo Jesús claramente a la samaritana: El que beba de esta agua volverá a a tener sed.

Jesús sigue abierto y dispuesto a satisfacer nuestras necesidades más profundas y, además, tiene la capacidad de hacerlo. El reto consiste en que nosotros, por un lado, tengamos la capacidad de identificarlas y reconocerlas. Creo que muchos de nosotros no hemos entrado en contactos con nuestro yo real y no hemos puesto nombre y apellidos a lo que realmente necesitamos. Por otro, que creamos que Él puede satisfacerla y desoigamos los cantos de sirena de una sociedad que no puede pero se sabe vender muy bien.


¿Cuáles son tus verdaderas necesidades? ¿Qué o quién las puede verdaderamente satisfacer?





Jesús se fue  con sus discípulos a la orilla del lago y lo siguió una gran multitud de gente procedente de Galilea; y también de Judea, de Jerusalén, de Idumea, de la orilla oriental del Jordán y de la región de Tiro y Sidón acudió a Jesús mucha gente que había oído hablar de todo lo que hacía. (Lucas 3:7-8)


Creo que nadie se acerca a Jesús si no existe una necesidad del tipo que sea. En ocasiones, hablando con personas que no creen, me han afirmado que no les parece correcto buscar a Jesús porque están necesitados; lo consideran como egoísta, poco puro, muy interesado. Pienso que cualquier motivación es legítima para acudir al Maestro. De hecho, Él mismo afirmaba que había venido a buscar a los que se sentían enfermos -necesitados- y eran pecadores. 

Los seres humanos seguimos estando necesitados. En algunas culturas la supervivencia se convierte en el primer y único objetivo. Comer y dar de comer a la familia día tras día no deja mucha espacio para reflexiones filosóficas o sobre el sentido de la vida. Son nuestras sociedades postmodernas, donde una buena parte de la población ya hemos superado el nivel de subsistencia, donde tenemos tiempo para ese tipo de planteamientos. Y esa necesidad de sentido, de propósito, de valor, de significado, es hábilmente explotada ofreciéndonos todo tipo de bienes, servicios y experiencias que, según los ofertantes, satisfarán nuestras necesidades más profundas cuando, realmente, lo único que hacen es aliviar la sintomatología. Ya le dijo Jesús claramente a la samaritana: El que beba de esta agua volverá a a tener sed.

Jesús sigue abierto y dispuesto a satisfacer nuestras necesidades más profundas y, además, tiene la capacidad de hacerlo. El reto consiste en que nosotros, por un lado, tengamos la capacidad de identificarlas y reconocerlas. Creo que muchos de nosotros no hemos entrado en contactos con nuestro yo real y no hemos puesto nombre y apellidos a lo que realmente necesitamos. Por otro, que creamos que Él puede satisfacerla y desoigamos los cantos de sirena de una sociedad que no puede pero se sabe vender muy bien.


¿Cuáles son tus verdaderas necesidades? ¿Qué o quién las puede verdaderamente satisfacer?