¡No hay nada más bello ni más agradable que ver a los hermanos vivir juntos y en armonía! (Salmo 133:1)


Aquí deberíamos indicar que, como dicen al principio de muchas películas, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Así es. Hemos de tener en cuenta que, en muchas ocasiones, la Biblia no refleja la realidad, sino la aspiración. No lo que somos, sino aquello que deberíamos ser. Cualquiera con un mínimo de antigüedad en una comunidad cristiana sabe de lo que estoy hablando.

Desde el principio de la iglesia esto fue una realidad. Los judíos de Jerusalén de origen griego se quejaban de que sus viudas eran marginadas en el reparto de alimentos. Los cristianos de origen judío iban a la greña con los seguidores de Jesús de origen greco-romano. En la iglesia de Corinto había tres grandes grupos claramente identificados, los de Pedro, los de Pablo y los de Apolo, todos ellos en abierta competencia. Santiago denuncia la discriminación en el seno de las comunidades en favor de aquellos de mejor posición social. Juan, en sus epístolas confronta el liderazgo autoritario que hace y deshace a su antojo. En fin, como esta diciendo, cualquier parecido con la realidad....

Lo que dice el salmista no se da, se construye, y de una manera intencional y proactiva. De una manera que, en muchas ocasiones, implica en un coste personal para el constructor de la armonía; pasar por alto la ofensa, buscar paz incluso si eso implica una renuncia a nuestros derechos. En definitiva, tener el mismo sentir que tuvo Jesús y que Pablo tan maravillosamente describe en Filipenses 2.

¿Y qué hay de ti, construyes o destruyes la armonía?

 



¡No hay nada más bello ni más agradable que ver a los hermanos vivir juntos y en armonía! (Salmo 133:1)


Aquí deberíamos indicar que, como dicen al principio de muchas películas, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Así es. Hemos de tener en cuenta que, en muchas ocasiones, la Biblia no refleja la realidad, sino la aspiración. No lo que somos, sino aquello que deberíamos ser. Cualquiera con un mínimo de antigüedad en una comunidad cristiana sabe de lo que estoy hablando.

Desde el principio de la iglesia esto fue una realidad. Los judíos de Jerusalén de origen griego se quejaban de que sus viudas eran marginadas en el reparto de alimentos. Los cristianos de origen judío iban a la greña con los seguidores de Jesús de origen greco-romano. En la iglesia de Corinto había tres grandes grupos claramente identificados, los de Pedro, los de Pablo y los de Apolo, todos ellos en abierta competencia. Santiago denuncia la discriminación en el seno de las comunidades en favor de aquellos de mejor posición social. Juan, en sus epístolas confronta el liderazgo autoritario que hace y deshace a su antojo. En fin, como esta diciendo, cualquier parecido con la realidad....

Lo que dice el salmista no se da, se construye, y de una manera intencional y proactiva. De una manera que, en muchas ocasiones, implica en un coste personal para el constructor de la armonía; pasar por alto la ofensa, buscar paz incluso si eso implica una renuncia a nuestros derechos. En definitiva, tener el mismo sentir que tuvo Jesús y que Pablo tan maravillosamente describe en Filipenses 2.

¿Y qué hay de ti, construyes o destruyes la armonía?

 



¡No hay nada más bello ni más agradable que ver a los hermanos vivir juntos y en armonía! (Salmo 133:1)


Aquí deberíamos indicar que, como dicen al principio de muchas películas, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Así es. Hemos de tener en cuenta que, en muchas ocasiones, la Biblia no refleja la realidad, sino la aspiración. No lo que somos, sino aquello que deberíamos ser. Cualquiera con un mínimo de antigüedad en una comunidad cristiana sabe de lo que estoy hablando.

Desde el principio de la iglesia esto fue una realidad. Los judíos de Jerusalén de origen griego se quejaban de que sus viudas eran marginadas en el reparto de alimentos. Los cristianos de origen judío iban a la greña con los seguidores de Jesús de origen greco-romano. En la iglesia de Corinto había tres grandes grupos claramente identificados, los de Pedro, los de Pablo y los de Apolo, todos ellos en abierta competencia. Santiago denuncia la discriminación en el seno de las comunidades en favor de aquellos de mejor posición social. Juan, en sus epístolas confronta el liderazgo autoritario que hace y deshace a su antojo. En fin, como esta diciendo, cualquier parecido con la realidad....

Lo que dice el salmista no se da, se construye, y de una manera intencional y proactiva. De una manera que, en muchas ocasiones, implica en un coste personal para el constructor de la armonía; pasar por alto la ofensa, buscar paz incluso si eso implica una renuncia a nuestros derechos. En definitiva, tener el mismo sentir que tuvo Jesús y que Pablo tan maravillosamente describe en Filipenses 2.

¿Y qué hay de ti, construyes o destruyes la armonía?