De modo semejante, también vosotros, hermanos míos, por la muerte corporal de Cristo, habéis muerto a la Ley. Sois, pues, libres para entregaros a otro, al resucitado de entre los muertos, a fin de producir frutos para Dios. (Romanos 7:4)


El 1 de enero de 1863 se hacía efectiva la emancipación o manumisión de todos los esclavos negros existentes en los Estados Unidos. Millones de personas se fueron a dormir esclavas y se levantaron siendo hombres y mujeres libres. Al menos, legalmente libres, pues la mayoría, la inmensa mayoría de ellos continuaba teniendo mentalidades, paradigmas y estilos de vida propios de esclavos. 

El primer día de enero demostró que es muy diferente ser legalmente libre y vivir como un ser humano libre. Comenzó el duro y difícil aprendizaje a vivir en libertad, algo que no todos pudieron hacer.

Algunos, ni siquiera se habían enterado del cambio en su estatus legal. Continuaron viviendo como esclavos, sometidos  a sus amos, maltratados y castigados por ellos como el día 31 de diciembre.

Otros, libre y voluntariamente decidieron quedarse con sus amos y seguir sometidos a ellos. La libertad les producía miedo. El viejo refrán: "más vale malo conocido que bueno por conocer" aplicaba totalmente para ellos. La vida de esclavitud era mala pero, al menos, era predecible, todo tenía su orden, su lugar, su rol. 

Finalmente, otros decidieron aprender -quiero insistir en el verbo aprender que conlleva una idea de proceso y progreso- a vivir de acuerdo con su nueva identidad. Proceso costoso y doloroso que cambiar sus mentes, su percepción de ellos mismos, de los demás y del mundo. A vivir con dignidad rechazando ser intimidados y coaccionados. 

El lector avispado hará una clara asociación de esta información histórica con la vida cristiana y su propia realidad ¿verdad?






 




De modo semejante, también vosotros, hermanos míos, por la muerte corporal de Cristo, habéis muerto a la Ley. Sois, pues, libres para entregaros a otro, al resucitado de entre los muertos, a fin de producir frutos para Dios. (Romanos 7:4)


El 1 de enero de 1863 se hacía efectiva la emancipación o manumisión de todos los esclavos negros existentes en los Estados Unidos. Millones de personas se fueron a dormir esclavas y se levantaron siendo hombres y mujeres libres. Al menos, legalmente libres, pues la mayoría, la inmensa mayoría de ellos continuaba teniendo mentalidades, paradigmas y estilos de vida propios de esclavos. 

El primer día de enero demostró que es muy diferente ser legalmente libre y vivir como un ser humano libre. Comenzó el duro y difícil aprendizaje a vivir en libertad, algo que no todos pudieron hacer.

Algunos, ni siquiera se habían enterado del cambio en su estatus legal. Continuaron viviendo como esclavos, sometidos  a sus amos, maltratados y castigados por ellos como el día 31 de diciembre.

Otros, libre y voluntariamente decidieron quedarse con sus amos y seguir sometidos a ellos. La libertad les producía miedo. El viejo refrán: "más vale malo conocido que bueno por conocer" aplicaba totalmente para ellos. La vida de esclavitud era mala pero, al menos, era predecible, todo tenía su orden, su lugar, su rol. 

Finalmente, otros decidieron aprender -quiero insistir en el verbo aprender que conlleva una idea de proceso y progreso- a vivir de acuerdo con su nueva identidad. Proceso costoso y doloroso que cambiar sus mentes, su percepción de ellos mismos, de los demás y del mundo. A vivir con dignidad rechazando ser intimidados y coaccionados. 

El lector avispado hará una clara asociación de esta información histórica con la vida cristiana y su propia realidad ¿verdad?






 




De modo semejante, también vosotros, hermanos míos, por la muerte corporal de Cristo, habéis muerto a la Ley. Sois, pues, libres para entregaros a otro, al resucitado de entre los muertos, a fin de producir frutos para Dios. (Romanos 7:4)


El 1 de enero de 1863 se hacía efectiva la emancipación o manumisión de todos los esclavos negros existentes en los Estados Unidos. Millones de personas se fueron a dormir esclavas y se levantaron siendo hombres y mujeres libres. Al menos, legalmente libres, pues la mayoría, la inmensa mayoría de ellos continuaba teniendo mentalidades, paradigmas y estilos de vida propios de esclavos. 

El primer día de enero demostró que es muy diferente ser legalmente libre y vivir como un ser humano libre. Comenzó el duro y difícil aprendizaje a vivir en libertad, algo que no todos pudieron hacer.

Algunos, ni siquiera se habían enterado del cambio en su estatus legal. Continuaron viviendo como esclavos, sometidos  a sus amos, maltratados y castigados por ellos como el día 31 de diciembre.

Otros, libre y voluntariamente decidieron quedarse con sus amos y seguir sometidos a ellos. La libertad les producía miedo. El viejo refrán: "más vale malo conocido que bueno por conocer" aplicaba totalmente para ellos. La vida de esclavitud era mala pero, al menos, era predecible, todo tenía su orden, su lugar, su rol. 

Finalmente, otros decidieron aprender -quiero insistir en el verbo aprender que conlleva una idea de proceso y progreso- a vivir de acuerdo con su nueva identidad. Proceso costoso y doloroso que cambiar sus mentes, su percepción de ellos mismos, de los demás y del mundo. A vivir con dignidad rechazando ser intimidados y coaccionados. 

El lector avispado hará una clara asociación de esta información histórica con la vida cristiana y su propia realidad ¿verdad?