Y aunque era Hijo, aprendió en la escuela del dolor lo que cuesta obedecer. (Hebreos 5:8)


Jesús es presentado en el libro de Romanos como el segundo Adán; allá donde el primero falló en obedecer el mandamiento de Dios, el segundo tuvo éxito llevando su obediencia hasta la muerte -como dice Filipenses- y muerte de cruz. Es precisamente la obediencia de Jesús lo que ha hecho posible nuestra salvación. Ésta se obtiene por medio de la obediencia, la cruz es la expresión final de ese proceso de obediencia. El autor de la carta a los Hebreos nos indica algo muy interesante, la obediencia se aprende y, habitualmente se aprende con dolor. Y si el Maestro de Nazaret tuvo que aprender y hacerlo de forma dolorosa es ridículo que nosotros pensemos que nosotros lo vamos a hacer de una forma diferente.

Cuando pienso en mi vida personal me doy cuenta que han habido lecciones que las he incorporado en mi vida después de haber pasado por situaciones dolorosas  y haber tenido la oportunidad de reflexionar sobre ellas. Otras, sin embargo, han quedado pendientes porque era -o soy- perfectamente consciente de que si deseo aprenderlas e incorporarlas en mi vida tendré que experimentar dolor y/o sufrimiento y no estoy necesariamente dispuesto a ello. Jesús afirmó que si le amábamos deberíamos obedecer sus mandamientos; lo que en ocasiones no hemos pensado y meditado es el componente doloroso de la obediencia, pero lo cierto es que sin dolor no hay crecimiento. Rehusar el dolor es rehusar el crecimiento.


¿Hay áreas en tu vida donde no experimentas crecimiento porque evitas el dolor?








Y aunque era Hijo, aprendió en la escuela del dolor lo que cuesta obedecer. (Hebreos 5:8)


Jesús es presentado en el libro de Romanos como el segundo Adán; allá donde el primero falló en obedecer el mandamiento de Dios, el segundo tuvo éxito llevando su obediencia hasta la muerte -como dice Filipenses- y muerte de cruz. Es precisamente la obediencia de Jesús lo que ha hecho posible nuestra salvación. Ésta se obtiene por medio de la obediencia, la cruz es la expresión final de ese proceso de obediencia. El autor de la carta a los Hebreos nos indica algo muy interesante, la obediencia se aprende y, habitualmente se aprende con dolor. Y si el Maestro de Nazaret tuvo que aprender y hacerlo de forma dolorosa es ridículo que nosotros pensemos que nosotros lo vamos a hacer de una forma diferente.

Cuando pienso en mi vida personal me doy cuenta que han habido lecciones que las he incorporado en mi vida después de haber pasado por situaciones dolorosas  y haber tenido la oportunidad de reflexionar sobre ellas. Otras, sin embargo, han quedado pendientes porque era -o soy- perfectamente consciente de que si deseo aprenderlas e incorporarlas en mi vida tendré que experimentar dolor y/o sufrimiento y no estoy necesariamente dispuesto a ello. Jesús afirmó que si le amábamos deberíamos obedecer sus mandamientos; lo que en ocasiones no hemos pensado y meditado es el componente doloroso de la obediencia, pero lo cierto es que sin dolor no hay crecimiento. Rehusar el dolor es rehusar el crecimiento.


¿Hay áreas en tu vida donde no experimentas crecimiento porque evitas el dolor?








Y aunque era Hijo, aprendió en la escuela del dolor lo que cuesta obedecer. (Hebreos 5:8)


Jesús es presentado en el libro de Romanos como el segundo Adán; allá donde el primero falló en obedecer el mandamiento de Dios, el segundo tuvo éxito llevando su obediencia hasta la muerte -como dice Filipenses- y muerte de cruz. Es precisamente la obediencia de Jesús lo que ha hecho posible nuestra salvación. Ésta se obtiene por medio de la obediencia, la cruz es la expresión final de ese proceso de obediencia. El autor de la carta a los Hebreos nos indica algo muy interesante, la obediencia se aprende y, habitualmente se aprende con dolor. Y si el Maestro de Nazaret tuvo que aprender y hacerlo de forma dolorosa es ridículo que nosotros pensemos que nosotros lo vamos a hacer de una forma diferente.

Cuando pienso en mi vida personal me doy cuenta que han habido lecciones que las he incorporado en mi vida después de haber pasado por situaciones dolorosas  y haber tenido la oportunidad de reflexionar sobre ellas. Otras, sin embargo, han quedado pendientes porque era -o soy- perfectamente consciente de que si deseo aprenderlas e incorporarlas en mi vida tendré que experimentar dolor y/o sufrimiento y no estoy necesariamente dispuesto a ello. Jesús afirmó que si le amábamos deberíamos obedecer sus mandamientos; lo que en ocasiones no hemos pensado y meditado es el componente doloroso de la obediencia, pero lo cierto es que sin dolor no hay crecimiento. Rehusar el dolor es rehusar el crecimiento.


¿Hay áreas en tu vida donde no experimentas crecimiento porque evitas el dolor?








Y aunque era Hijo, aprendió en la escuela del dolor lo que cuesta obedecer. (Hebreos 5:8)


Jesús es presentado en el libro de Romanos como el segundo Adán; allá donde el primero falló en obedecer el mandamiento de Dios, el segundo tuvo éxito llevando su obediencia hasta la muerte -como dice Filipenses- y muerte de cruz. Es precisamente la obediencia de Jesús lo que ha hecho posible nuestra salvación. Ésta se obtiene por medio de la obediencia, la cruz es la expresión final de ese proceso de obediencia. El autor de la carta a los Hebreos nos indica algo muy interesante, la obediencia se aprende y, habitualmente se aprende con dolor. Y si el Maestro de Nazaret tuvo que aprender y hacerlo de forma dolorosa es ridículo que nosotros pensemos que nosotros lo vamos a hacer de una forma diferente.

Cuando pienso en mi vida personal me doy cuenta que han habido lecciones que las he incorporado en mi vida después de haber pasado por situaciones dolorosas  y haber tenido la oportunidad de reflexionar sobre ellas. Otras, sin embargo, han quedado pendientes porque era -o soy- perfectamente consciente de que si deseo aprenderlas e incorporarlas en mi vida tendré que experimentar dolor y/o sufrimiento y no estoy necesariamente dispuesto a ello. Jesús afirmó que si le amábamos deberíamos obedecer sus mandamientos; lo que en ocasiones no hemos pensado y meditado es el componente doloroso de la obediencia, pero lo cierto es que sin dolor no hay crecimiento. Rehusar el dolor es rehusar el crecimiento.


¿Hay áreas en tu vida donde no experimentas crecimiento porque evitas el dolor?