Por lo demás, el que quiera presumir, que presuma del Señor, pues no queda acreditado como bueno el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien Dios alaba. (2 Corintios 10:17-18)


El descrédito hacia Pablo de ciertos personajes que se presentaban como "super apóstoles" es el contexto de este capítulo de la segunda carta a los corintios. Eran personas que se jactaban de su propio ministerio, se daban bombo y  auto promoción y, al mismo tiempo, cuestionaban el trabajo, ministerio y apostolado de Pablo. 

El apóstol nos enseña algo válido e importante para todos y cada uno de nosotros, a saber, qué criterios usamos para valorarnos a nosotros mismos y de qué fuentes buscamos el reconocimiento, la dignidad y la valoración. Respecto a lo primero, los criterios, Pablo nos indica que si de algo hemos de sentirnos orgullosos, de algo queremos presumir, sea de haber conocido al Señor y tener una relación personal con Él. Si partimos de la base que todo en nuestras vidas es resultado y fruto de la gracia, nuestra salvación, nuestra relación con Dios e incluso los bienes, talentos y dones que poseemos ¿De qué pues nos podemos sentir orgullosos? Si lo que tenemos procede del Padre y nos ha sido dado no debido a, sino a pesar de ¿Qué razón hay para sentirnos mejor o superiores a otros?

En cuanto al segundo aspecto, de quién buscamos reconocimiento y validación, me hace pensar que si esta vida fuera una obra de teatro ¿Quién sería nuestro público, a quién trataríamos de impresionar o agradar? Los antiguos reformadores del siglo XVI desarrollaron el concepto de Dios como nuestra principal y única audiencia, es decir, nuestro público, a quien debemos y queremos agradar por encima de todo es el Señor, el resto son simplemente invitados a una función privada, la que representamos día a día ante nuestro Padre.

¿Quién es tu audiencia en esta vida, para quién "actúas"?



Por lo demás, el que quiera presumir, que presuma del Señor, pues no queda acreditado como bueno el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien Dios alaba. (2 Corintios 10:17-18)


El descrédito hacia Pablo de ciertos personajes que se presentaban como "super apóstoles" es el contexto de este capítulo de la segunda carta a los corintios. Eran personas que se jactaban de su propio ministerio, se daban bombo y  auto promoción y, al mismo tiempo, cuestionaban el trabajo, ministerio y apostolado de Pablo. 

El apóstol nos enseña algo válido e importante para todos y cada uno de nosotros, a saber, qué criterios usamos para valorarnos a nosotros mismos y de qué fuentes buscamos el reconocimiento, la dignidad y la valoración. Respecto a lo primero, los criterios, Pablo nos indica que si de algo hemos de sentirnos orgullosos, de algo queremos presumir, sea de haber conocido al Señor y tener una relación personal con Él. Si partimos de la base que todo en nuestras vidas es resultado y fruto de la gracia, nuestra salvación, nuestra relación con Dios e incluso los bienes, talentos y dones que poseemos ¿De qué pues nos podemos sentir orgullosos? Si lo que tenemos procede del Padre y nos ha sido dado no debido a, sino a pesar de ¿Qué razón hay para sentirnos mejor o superiores a otros?

En cuanto al segundo aspecto, de quién buscamos reconocimiento y validación, me hace pensar que si esta vida fuera una obra de teatro ¿Quién sería nuestro público, a quién trataríamos de impresionar o agradar? Los antiguos reformadores del siglo XVI desarrollaron el concepto de Dios como nuestra principal y única audiencia, es decir, nuestro público, a quien debemos y queremos agradar por encima de todo es el Señor, el resto son simplemente invitados a una función privada, la que representamos día a día ante nuestro Padre.

¿Quién es tu audiencia en esta vida, para quién "actúas"?



Por lo demás, el que quiera presumir, que presuma del Señor, pues no queda acreditado como bueno el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien Dios alaba. (2 Corintios 10:17-18)


El descrédito hacia Pablo de ciertos personajes que se presentaban como "super apóstoles" es el contexto de este capítulo de la segunda carta a los corintios. Eran personas que se jactaban de su propio ministerio, se daban bombo y  auto promoción y, al mismo tiempo, cuestionaban el trabajo, ministerio y apostolado de Pablo. 

El apóstol nos enseña algo válido e importante para todos y cada uno de nosotros, a saber, qué criterios usamos para valorarnos a nosotros mismos y de qué fuentes buscamos el reconocimiento, la dignidad y la valoración. Respecto a lo primero, los criterios, Pablo nos indica que si de algo hemos de sentirnos orgullosos, de algo queremos presumir, sea de haber conocido al Señor y tener una relación personal con Él. Si partimos de la base que todo en nuestras vidas es resultado y fruto de la gracia, nuestra salvación, nuestra relación con Dios e incluso los bienes, talentos y dones que poseemos ¿De qué pues nos podemos sentir orgullosos? Si lo que tenemos procede del Padre y nos ha sido dado no debido a, sino a pesar de ¿Qué razón hay para sentirnos mejor o superiores a otros?

En cuanto al segundo aspecto, de quién buscamos reconocimiento y validación, me hace pensar que si esta vida fuera una obra de teatro ¿Quién sería nuestro público, a quién trataríamos de impresionar o agradar? Los antiguos reformadores del siglo XVI desarrollaron el concepto de Dios como nuestra principal y única audiencia, es decir, nuestro público, a quien debemos y queremos agradar por encima de todo es el Señor, el resto son simplemente invitados a una función privada, la que representamos día a día ante nuestro Padre.

¿Quién es tu audiencia en esta vida, para quién "actúas"?