Ya el simple hecho de tener pleitos entre vosotros es un grave defecto. (1 Corintios 6:7)


Los corintios eran personas que se habían convertido en seguidores de Jesús viniendo desde un trasfondo pagano, consecuentemente, muchas de las antiguas costumbres y estilos de vida debían ser reformados, cambiados, transformados por la realidad de Jesús viviendo en ellos.

Sabemos por la historia que acudir a los tribunales era para los griegos parte de su vida cotidiana y hasta una forma de entretenimiento. Hablar de política, acudir a los pleitos eran responsabilidades de todos los ciudadanos y estos, a juzgar por las crónicas, las disfrutaban. En el contexto judío -en el cual Pablo, a pesar de su ciudadanía romana había sido educado- la justicia más que un asunto público era un asunto comunitario. Los pleitos entre ellos se resolvían en la sinagoga por medio de la intermediación de los ancianos o principales de la misma. Se trataba, en el caso de los judíos, de no ser un escándalo para los gentiles ventilando en público sus asuntos. Se trataría, en nuestro caso, de resolver los conflictos en el contexto de la comunidad de seguidores de Jesús para darle gloria al Señor y ser de luz para un mundo roto.

Sin embargo, tribunales públicos o mediación comunitaria, es únicamente una cuestión de forma. Pablo va al fondo de la cuestión, a saber, que en la comunidad de los seguidores de Jesús se den los mismos pleitos que se dan entre aquellos que no reconocen al Maestro como Señor y Salvador. Lo que sorprende al apóstol es que en vez de buscar la paz, la reconciliación, el perdón, la gracia y el resto de actitudes que vemos encarnadas en Jesús, optemos por el conflicto, el enfrentamiento, la discusión, hasta el punto de superar los límites de la comunidad y llevar al público no cristiano nuestras querellas.

Todo parece indicar que si estamos guiados por el Espíritu de Dios, si de forma intencional queremos seguir su voluntad, si estamos deseosos de agradar al Señor, no debería ser tan complicado buscar su intervención, su dirección y adaptar nuestras conductas, actitudes y motivaciones a aquello que nos enseña la Palabra.


¿Estás viviendo un pleito, cuál debería ser tu forma de proceder?