Bien sabéis que de todos los que participan en una competición atlética solo uno recibe el premio ¡Corred como para ganar! Y ya veis de cuántas cosas se privan los que se entrenan con vistas a una prueba deportiva. Ellos lo hacen para conseguir una corona que se marchita; nosotros, en cambio, aspiramos a un trofeo imperecedero. (1 Corintios 9:24-25)


Una de las falacias más grandes alrededor de la vida cristiana es aquella que afirma que no hay que esforzarse para obtener la madurez en Cristo Jesús, que las cosas simplemente han de suceder, han de fluir y, de alguna manera misteriosa, poco a poco los cambios se irán produciendo en nosotros. Tal vez muchos creyentes no tendrán la osadía de admitirlo en el plano teórico, sin embargo, ese es el paradigma que rige su vida cotidiana y, como dice la Escritura, por sus frutos los conoceréis. 

Ese paradigma es una total y absoluta mentira. Rápidamente hemos olvidado que Jesús indica que "cada día" de forma intencional, voluntariosa, pro-activa, hemos de tomar nuestra cruz. Tampoco le hacemos excesivo caso a las palabras que Pablo le dijo a Timoteo "esfuérzate en la gracia". Podríamos seguir con una y otra referencia de la Escritura relacionadas con la necesidad de ser intencionales en nuestro seguimiento de Jesús y en vivir una vida de santidad.

El apóstol usa aquí la ilustración del atleta. Un corredor de competición debe tener una vida muy disciplinada en cuanto a su tiempo de entreno, de descanso, el tipo de alimentación y un montón más de "restricciones" que se auto-impone a fin de poder conseguir la meta que se trazado. Sabe bien de la imposibilidad de lograrlo a menos que trabaje duro para ello. El objetivo que desea alcanzar determina las decisiones que toma para conseguirlo.

¿Qué tipo de persona quieres ser? ¿Cuán evidente deseas que sea el carácter de Jesús en tu vida cuando acabe el año 2016 que en breve comenzará? ¿Qué estás dispuesto a hacer para conseguirlo? Años en el trabajo pastoral me han mostrado que una buena parte de los seguidores de Jesús nunca se plantean las dos primeras preguntas y, consecuentemente, nunca tienen que plantearse la tercera. No corren para obtener un premio, simplemente van de paseo mirando escaparates de tiendas. No tienen ningún objetivo en mente, por tanto, cualquier cosa que reciban de la vida cristiana ya les va bien porque, al fin y al cabo, nada esperan.


¿Qué evidencias de lo que afirma el apóstol Pablo hay en tu vida?



Bien sabéis que de todos los que participan en una competición atlética solo uno recibe el premio ¡Corred como para ganar! Y ya veis de cuántas cosas se privan los que se entrenan con vistas a una prueba deportiva. Ellos lo hacen para conseguir una corona que se marchita; nosotros, en cambio, aspiramos a un trofeo imperecedero. (1 Corintios 9:24-25)


Una de las falacias más grandes alrededor de la vida cristiana es aquella que afirma que no hay que esforzarse para obtener la madurez en Cristo Jesús, que las cosas simplemente han de suceder, han de fluir y, de alguna manera misteriosa, poco a poco los cambios se irán produciendo en nosotros. Tal vez muchos creyentes no tendrán la osadía de admitirlo en el plano teórico, sin embargo, ese es el paradigma que rige su vida cotidiana y, como dice la Escritura, por sus frutos los conoceréis. 

Ese paradigma es una total y absoluta mentira. Rápidamente hemos olvidado que Jesús indica que "cada día" de forma intencional, voluntariosa, pro-activa, hemos de tomar nuestra cruz. Tampoco le hacemos excesivo caso a las palabras que Pablo le dijo a Timoteo "esfuérzate en la gracia". Podríamos seguir con una y otra referencia de la Escritura relacionadas con la necesidad de ser intencionales en nuestro seguimiento de Jesús y en vivir una vida de santidad.

El apóstol usa aquí la ilustración del atleta. Un corredor de competición debe tener una vida muy disciplinada en cuanto a su tiempo de entreno, de descanso, el tipo de alimentación y un montón más de "restricciones" que se auto-impone a fin de poder conseguir la meta que se trazado. Sabe bien de la imposibilidad de lograrlo a menos que trabaje duro para ello. El objetivo que desea alcanzar determina las decisiones que toma para conseguirlo.

¿Qué tipo de persona quieres ser? ¿Cuán evidente deseas que sea el carácter de Jesús en tu vida cuando acabe el año 2016 que en breve comenzará? ¿Qué estás dispuesto a hacer para conseguirlo? Años en el trabajo pastoral me han mostrado que una buena parte de los seguidores de Jesús nunca se plantean las dos primeras preguntas y, consecuentemente, nunca tienen que plantearse la tercera. No corren para obtener un premio, simplemente van de paseo mirando escaparates de tiendas. No tienen ningún objetivo en mente, por tanto, cualquier cosa que reciban de la vida cristiana ya les va bien porque, al fin y al cabo, nada esperan.


¿Qué evidencias de lo que afirma el apóstol Pablo hay en tu vida?



Bien sabéis que de todos los que participan en una competición atlética solo uno recibe el premio ¡Corred como para ganar! Y ya veis de cuántas cosas se privan los que se entrenan con vistas a una prueba deportiva. Ellos lo hacen para conseguir una corona que se marchita; nosotros, en cambio, aspiramos a un trofeo imperecedero. (1 Corintios 9:24-25)


Una de las falacias más grandes alrededor de la vida cristiana es aquella que afirma que no hay que esforzarse para obtener la madurez en Cristo Jesús, que las cosas simplemente han de suceder, han de fluir y, de alguna manera misteriosa, poco a poco los cambios se irán produciendo en nosotros. Tal vez muchos creyentes no tendrán la osadía de admitirlo en el plano teórico, sin embargo, ese es el paradigma que rige su vida cotidiana y, como dice la Escritura, por sus frutos los conoceréis. 

Ese paradigma es una total y absoluta mentira. Rápidamente hemos olvidado que Jesús indica que "cada día" de forma intencional, voluntariosa, pro-activa, hemos de tomar nuestra cruz. Tampoco le hacemos excesivo caso a las palabras que Pablo le dijo a Timoteo "esfuérzate en la gracia". Podríamos seguir con una y otra referencia de la Escritura relacionadas con la necesidad de ser intencionales en nuestro seguimiento de Jesús y en vivir una vida de santidad.

El apóstol usa aquí la ilustración del atleta. Un corredor de competición debe tener una vida muy disciplinada en cuanto a su tiempo de entreno, de descanso, el tipo de alimentación y un montón más de "restricciones" que se auto-impone a fin de poder conseguir la meta que se trazado. Sabe bien de la imposibilidad de lograrlo a menos que trabaje duro para ello. El objetivo que desea alcanzar determina las decisiones que toma para conseguirlo.

¿Qué tipo de persona quieres ser? ¿Cuán evidente deseas que sea el carácter de Jesús en tu vida cuando acabe el año 2016 que en breve comenzará? ¿Qué estás dispuesto a hacer para conseguirlo? Años en el trabajo pastoral me han mostrado que una buena parte de los seguidores de Jesús nunca se plantean las dos primeras preguntas y, consecuentemente, nunca tienen que plantearse la tercera. No corren para obtener un premio, simplemente van de paseo mirando escaparates de tiendas. No tienen ningún objetivo en mente, por tanto, cualquier cosa que reciban de la vida cristiana ya les va bien porque, al fin y al cabo, nada esperan.


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