El hombre del que había expulsado los demonios le rogaba que le permitiera acompañarlo; pero Jesús lo despidió, diciéndole: — Vuelve a tu casa y cuenta todo lo que Dios ha hecho contigo. El hombre se marchó y fue proclamando por toda la ciudad lo que Jesús había hecho con él. (Lucas 8:26-39)

Cuando alguien se encuentra con Jesús, para bien o para mal, siempre se produce un cambio, uno no puede seguir siendo el mismo. Este cambio puede ser instantáneo o, contrariamente, puede tratarse de un proceso a través del cual Jesús nos va moldeando, cambiando, transformando y desarrollando.

Además, este cambio no es algo que únicamente nosotros percibimos y nos damos cuenta que está teniendo lugar, es algo que resulta evidente para todos aquellos que nos rodean, que nos conocen y con quienes interactuamos. Esto hace que nuestra vida se convierta en aquello que muchos han dado a lla- mar “la apologética irrefutable”, es decir, aquel argumento vivo que es totalmente imposible negar por- que está ahí y es evidente para todos. Una persona podrá rechazar la causa a la que nosotros atribuimos el cambio en nuestra vida, sin embargo, nunca podrá negar este cambio si realmente se ha producido.

Como aquel endemoniado Jesús también nos comisiona a nosotros a contar nuestra historia entre los nuestros. No todos estaremos llamados a llevar el mensaje de salvación a lugares lejanos o culturas ex- trañas, no obstante, todos tenemos una historia –o debemos tenerla- de lo que el Maestro ha hecho en nosotros y, consecuentemente, todos somos llamados como aquel endemoniado a volver a los nuestros y contar esa historia de cambio y de transformación.

¿Qué ha hecho Dios en tu vida?
¿Tienes una historia que contar? ¿Cuál es esa historia? ¿Es tu vida una apologética irrefutable?

 



El hombre del que había expulsado los demonios le rogaba que le permitiera acompañarlo; pero Jesús lo despidió, diciéndole: — Vuelve a tu casa y cuenta todo lo que Dios ha hecho contigo. El hombre se marchó y fue proclamando por toda la ciudad lo que Jesús había hecho con él. (Lucas 8:26-39)

Cuando alguien se encuentra con Jesús, para bien o para mal, siempre se produce un cambio, uno no puede seguir siendo el mismo. Este cambio puede ser instantáneo o, contrariamente, puede tratarse de un proceso a través del cual Jesús nos va moldeando, cambiando, transformando y desarrollando.

Además, este cambio no es algo que únicamente nosotros percibimos y nos damos cuenta que está teniendo lugar, es algo que resulta evidente para todos aquellos que nos rodean, que nos conocen y con quienes interactuamos. Esto hace que nuestra vida se convierta en aquello que muchos han dado a lla- mar “la apologética irrefutable”, es decir, aquel argumento vivo que es totalmente imposible negar por- que está ahí y es evidente para todos. Una persona podrá rechazar la causa a la que nosotros atribuimos el cambio en nuestra vida, sin embargo, nunca podrá negar este cambio si realmente se ha producido.

Como aquel endemoniado Jesús también nos comisiona a nosotros a contar nuestra historia entre los nuestros. No todos estaremos llamados a llevar el mensaje de salvación a lugares lejanos o culturas ex- trañas, no obstante, todos tenemos una historia –o debemos tenerla- de lo que el Maestro ha hecho en nosotros y, consecuentemente, todos somos llamados como aquel endemoniado a volver a los nuestros y contar esa historia de cambio y de transformación.

¿Qué ha hecho Dios en tu vida?
¿Tienes una historia que contar? ¿Cuál es esa historia? ¿Es tu vida una apologética irrefutable?

 



El hombre del que había expulsado los demonios le rogaba que le permitiera acompañarlo; pero Jesús lo despidió, diciéndole: — Vuelve a tu casa y cuenta todo lo que Dios ha hecho contigo. El hombre se marchó y fue proclamando por toda la ciudad lo que Jesús había hecho con él. (Lucas 8:26-39)

Cuando alguien se encuentra con Jesús, para bien o para mal, siempre se produce un cambio, uno no puede seguir siendo el mismo. Este cambio puede ser instantáneo o, contrariamente, puede tratarse de un proceso a través del cual Jesús nos va moldeando, cambiando, transformando y desarrollando.

Además, este cambio no es algo que únicamente nosotros percibimos y nos damos cuenta que está teniendo lugar, es algo que resulta evidente para todos aquellos que nos rodean, que nos conocen y con quienes interactuamos. Esto hace que nuestra vida se convierta en aquello que muchos han dado a lla- mar “la apologética irrefutable”, es decir, aquel argumento vivo que es totalmente imposible negar por- que está ahí y es evidente para todos. Una persona podrá rechazar la causa a la que nosotros atribuimos el cambio en nuestra vida, sin embargo, nunca podrá negar este cambio si realmente se ha producido.

Como aquel endemoniado Jesús también nos comisiona a nosotros a contar nuestra historia entre los nuestros. No todos estaremos llamados a llevar el mensaje de salvación a lugares lejanos o culturas ex- trañas, no obstante, todos tenemos una historia –o debemos tenerla- de lo que el Maestro ha hecho en nosotros y, consecuentemente, todos somos llamados como aquel endemoniado a volver a los nuestros y contar esa historia de cambio y de transformación.

¿Qué ha hecho Dios en tu vida?
¿Tienes una historia que contar? ¿Cuál es esa historia? ¿Es tu vida una apologética irrefutable?