El que dice que permanece en Dios, debe vivir como vivió Jesús. (1 Juan 2:6)


Hay un tendencia natural -no estoy seguro si también enfermiza- a complicar todas las cosas, todos los ámbitos de la vida, todas las dimensiones de la misma. Esto incluye, como no podía ser de otro modo, nuestro seguimiento del Maestro de Nazaret. El apóstol Juan, con su habitual sencillez, claridad y contundencia nos indica lo que en resumidas cuentas significa ser cristiano, ser discípulo, ser, en definitiva, un seguidor de Jesús: simple y llanamente vivir como vivió Jesús. Y Juan no lo enuncia en forma optativa sino como un imperativo. En el versículo arriba reproducimos vemos una relación de la que no es posible sustraerse. La primera parte del mismo -afirmar que permanecemos en Dios-, debe llevar irremisiblemente a la segunda -vivir como vivió Jesús. Ambas van unidas y son inseparables; no podemos reclamar que es cierta la primera sin la comprobación vital de la segunda de ellas.

Lo encuentro de mucha ayuda. Es normal preguntarse si estamos avanzando en nuestro seguimiento del Maestro, si hay progreso y crecimiento. Las palabras de Juan nos dan un buen baremo para evaluarnos. Simplemente, al final de cada día, preguntarnos ¿He vivido hoy como lo hubiera hecho Jesús? ¿En qué cosas lo he hecho bien? ¿Qué debería cambiar o hacer diferente?


¿Cuán evidente es en tu vida que estás viviendo como Jesús?


El que dice que permanece en Dios, debe vivir como vivió Jesús. (1 Juan 2:6)


Hay un tendencia natural -no estoy seguro si también enfermiza- a complicar todas las cosas, todos los ámbitos de la vida, todas las dimensiones de la misma. Esto incluye, como no podía ser de otro modo, nuestro seguimiento del Maestro de Nazaret. El apóstol Juan, con su habitual sencillez, claridad y contundencia nos indica lo que en resumidas cuentas significa ser cristiano, ser discípulo, ser, en definitiva, un seguidor de Jesús: simple y llanamente vivir como vivió Jesús. Y Juan no lo enuncia en forma optativa sino como un imperativo. En el versículo arriba reproducimos vemos una relación de la que no es posible sustraerse. La primera parte del mismo -afirmar que permanecemos en Dios-, debe llevar irremisiblemente a la segunda -vivir como vivió Jesús. Ambas van unidas y son inseparables; no podemos reclamar que es cierta la primera sin la comprobación vital de la segunda de ellas.

Lo encuentro de mucha ayuda. Es normal preguntarse si estamos avanzando en nuestro seguimiento del Maestro, si hay progreso y crecimiento. Las palabras de Juan nos dan un buen baremo para evaluarnos. Simplemente, al final de cada día, preguntarnos ¿He vivido hoy como lo hubiera hecho Jesús? ¿En qué cosas lo he hecho bien? ¿Qué debería cambiar o hacer diferente?


¿Cuán evidente es en tu vida que estás viviendo como Jesús?


El que dice que permanece en Dios, debe vivir como vivió Jesús. (1 Juan 2:6)


Hay un tendencia natural -no estoy seguro si también enfermiza- a complicar todas las cosas, todos los ámbitos de la vida, todas las dimensiones de la misma. Esto incluye, como no podía ser de otro modo, nuestro seguimiento del Maestro de Nazaret. El apóstol Juan, con su habitual sencillez, claridad y contundencia nos indica lo que en resumidas cuentas significa ser cristiano, ser discípulo, ser, en definitiva, un seguidor de Jesús: simple y llanamente vivir como vivió Jesús. Y Juan no lo enuncia en forma optativa sino como un imperativo. En el versículo arriba reproducimos vemos una relación de la que no es posible sustraerse. La primera parte del mismo -afirmar que permanecemos en Dios-, debe llevar irremisiblemente a la segunda -vivir como vivió Jesús. Ambas van unidas y son inseparables; no podemos reclamar que es cierta la primera sin la comprobación vital de la segunda de ellas.

Lo encuentro de mucha ayuda. Es normal preguntarse si estamos avanzando en nuestro seguimiento del Maestro, si hay progreso y crecimiento. Las palabras de Juan nos dan un buen baremo para evaluarnos. Simplemente, al final de cada día, preguntarnos ¿He vivido hoy como lo hubiera hecho Jesús? ¿En qué cosas lo he hecho bien? ¿Qué debería cambiar o hacer diferente?


¿Cuán evidente es en tu vida que estás viviendo como Jesús?


El que dice que permanece en Dios, debe vivir como vivió Jesús. (1 Juan 2:6)


Hay un tendencia natural -no estoy seguro si también enfermiza- a complicar todas las cosas, todos los ámbitos de la vida, todas las dimensiones de la misma. Esto incluye, como no podía ser de otro modo, nuestro seguimiento del Maestro de Nazaret. El apóstol Juan, con su habitual sencillez, claridad y contundencia nos indica lo que en resumidas cuentas significa ser cristiano, ser discípulo, ser, en definitiva, un seguidor de Jesús: simple y llanamente vivir como vivió Jesús. Y Juan no lo enuncia en forma optativa sino como un imperativo. En el versículo arriba reproducimos vemos una relación de la que no es posible sustraerse. La primera parte del mismo -afirmar que permanecemos en Dios-, debe llevar irremisiblemente a la segunda -vivir como vivió Jesús. Ambas van unidas y son inseparables; no podemos reclamar que es cierta la primera sin la comprobación vital de la segunda de ellas.

Lo encuentro de mucha ayuda. Es normal preguntarse si estamos avanzando en nuestro seguimiento del Maestro, si hay progreso y crecimiento. Las palabras de Juan nos dan un buen baremo para evaluarnos. Simplemente, al final de cada día, preguntarnos ¿He vivido hoy como lo hubiera hecho Jesús? ¿En qué cosas lo he hecho bien? ¿Qué debería cambiar o hacer diferente?


¿Cuán evidente es en tu vida que estás viviendo como Jesús?