Dios le dijo a Abraham: «Tendrás muchos descendientes». [e] Y, contra toda esperanza, creyó a Dios. Por eso fue padre de muchas naciones.  Abraham tenía alrededor de cien años, no estaba en edad de tener hijos, y su esposa Sara era estéril. Abraham sabía todo esto, pero su fe no se debilitó.  Mantuvo firme su fe en la promesa de Dios sin dudar jamás. Cada día su fe se hacía más fuerte, y así él daba honra a Dios.  Abraham estaba seguro de que Dios sería capaz de cumplir su promesa.  Por eso, «Él tomó en cuenta la fe de Abraham y lo aprobó» (Romanos 4: 18-22)

Con este pasaje Pablo termina la segunda gran división de su carta, donde explicó que todo ser humano necesita la salvación de Dios por medio de la fe. Con seguridad tenía a los creyentes de origen judío en mente cuando pensó en usar a Abrahán como ejemplo de salvación por la fe, al margen de las obras, al margen de la circuncisión y al margen de la ley, que fue dada cuatrocientos años después. El patriarca con su confianza en Dios se convirtió en padre de todos aquellos que depositamos nuestra fe en el Señor para ser salvos.
Pero lo que quiero resaltar de este pasaje es la confianza de Abrahán en las promesas de Dios cuando todo a su alrededor desmentía la posibilidad de que aquellas se cumplieran. Su propia edad, la infertilidad de Sara, hacían que desde un punto de visto lógico, racional, natural, la posibilidad de convertirse en padre de naciones fuera una absurda quimera. Sin embargo, él creyó en la promesa y no se dejó arrastrar por las circunstancias. Para todos los que somos seguidores de Jesús es un reto y un ejemplo a imitar. Con demasiada frecuencia nuestras circunstancias -reales por otra parte- nos impiden visualizar ninguna salida, opción o alternativa a las mismas. Es entonces cuando debemos poner en práctica la fe y confiar en aquel que puede abrir opciones donde no las hay y tiene la capacidad de hacer aquellos que nosotros ni siquiera podemos visualizar o pensar.

¿Qué circunstancias estás viviendo en tu vida que exigen confiar contra toda esperanza? ¿Por qué no hablas con el Señor de ellas?





Dios le dijo a Abraham: «Tendrás muchos descendientes». [e] Y, contra toda esperanza, creyó a Dios. Por eso fue padre de muchas naciones.  Abraham tenía alrededor de cien años, no estaba en edad de tener hijos, y su esposa Sara era estéril. Abraham sabía todo esto, pero su fe no se debilitó.  Mantuvo firme su fe en la promesa de Dios sin dudar jamás. Cada día su fe se hacía más fuerte, y así él daba honra a Dios.  Abraham estaba seguro de que Dios sería capaz de cumplir su promesa.  Por eso, «Él tomó en cuenta la fe de Abraham y lo aprobó» (Romanos 4: 18-22)

Con este pasaje Pablo termina la segunda gran división de su carta, donde explicó que todo ser humano necesita la salvación de Dios por medio de la fe. Con seguridad tenía a los creyentes de origen judío en mente cuando pensó en usar a Abrahán como ejemplo de salvación por la fe, al margen de las obras, al margen de la circuncisión y al margen de la ley, que fue dada cuatrocientos años después. El patriarca con su confianza en Dios se convirtió en padre de todos aquellos que depositamos nuestra fe en el Señor para ser salvos.
Pero lo que quiero resaltar de este pasaje es la confianza de Abrahán en las promesas de Dios cuando todo a su alrededor desmentía la posibilidad de que aquellas se cumplieran. Su propia edad, la infertilidad de Sara, hacían que desde un punto de visto lógico, racional, natural, la posibilidad de convertirse en padre de naciones fuera una absurda quimera. Sin embargo, él creyó en la promesa y no se dejó arrastrar por las circunstancias. Para todos los que somos seguidores de Jesús es un reto y un ejemplo a imitar. Con demasiada frecuencia nuestras circunstancias -reales por otra parte- nos impiden visualizar ninguna salida, opción o alternativa a las mismas. Es entonces cuando debemos poner en práctica la fe y confiar en aquel que puede abrir opciones donde no las hay y tiene la capacidad de hacer aquellos que nosotros ni siquiera podemos visualizar o pensar.

¿Qué circunstancias estás viviendo en tu vida que exigen confiar contra toda esperanza? ¿Por qué no hablas con el Señor de ellas?





Dios le dijo a Abraham: «Tendrás muchos descendientes». [e] Y, contra toda esperanza, creyó a Dios. Por eso fue padre de muchas naciones.  Abraham tenía alrededor de cien años, no estaba en edad de tener hijos, y su esposa Sara era estéril. Abraham sabía todo esto, pero su fe no se debilitó.  Mantuvo firme su fe en la promesa de Dios sin dudar jamás. Cada día su fe se hacía más fuerte, y así él daba honra a Dios.  Abraham estaba seguro de que Dios sería capaz de cumplir su promesa.  Por eso, «Él tomó en cuenta la fe de Abraham y lo aprobó» (Romanos 4: 18-22)

Con este pasaje Pablo termina la segunda gran división de su carta, donde explicó que todo ser humano necesita la salvación de Dios por medio de la fe. Con seguridad tenía a los creyentes de origen judío en mente cuando pensó en usar a Abrahán como ejemplo de salvación por la fe, al margen de las obras, al margen de la circuncisión y al margen de la ley, que fue dada cuatrocientos años después. El patriarca con su confianza en Dios se convirtió en padre de todos aquellos que depositamos nuestra fe en el Señor para ser salvos.
Pero lo que quiero resaltar de este pasaje es la confianza de Abrahán en las promesas de Dios cuando todo a su alrededor desmentía la posibilidad de que aquellas se cumplieran. Su propia edad, la infertilidad de Sara, hacían que desde un punto de visto lógico, racional, natural, la posibilidad de convertirse en padre de naciones fuera una absurda quimera. Sin embargo, él creyó en la promesa y no se dejó arrastrar por las circunstancias. Para todos los que somos seguidores de Jesús es un reto y un ejemplo a imitar. Con demasiada frecuencia nuestras circunstancias -reales por otra parte- nos impiden visualizar ninguna salida, opción o alternativa a las mismas. Es entonces cuando debemos poner en práctica la fe y confiar en aquel que puede abrir opciones donde no las hay y tiene la capacidad de hacer aquellos que nosotros ni siquiera podemos visualizar o pensar.

¿Qué circunstancias estás viviendo en tu vida que exigen confiar contra toda esperanza? ¿Por qué no hablas con el Señor de ellas?