Ni los ojos se sacian de ver, ni el oído se harta de oír. Lo que fue, sucederá; lo que se hizo se hará: nada es nuevo bajo el sol. (Eclesiastés 1: 8-9)

Al leer estas reflexiones del autor de Eclesiastés ha venido a mi mente la palabra tedio; es la que mejor me ayuda a entender el sentimiento que, en mi opinión, refleja la reflexión del predicador. El diccionario de la lengua española define el tedio de la siguiente manera: aburrimiento extremo o estado de ánimo del que soporta algo o alguien que no le interesa. Alguien escribió la siguiente afirmación: el tedio es la peor de las enfermedades, porque es la única que nos permite seguir viviendo después de muertos.

Nunca parecemos estar completamente satisfechos con nada. Ponemos nuestra ilusión en personas, cosas o experiencias para darnos cuenta que la satisfacción que nos pueden brindar siempre es menor de lo que esperábamos y más efímera de lo que desearíamos. Creo que el pecado ha hecho que salgamos defectuosos de fábrica y ese defecto se manifiesta en una insatisfacción permanente que por más que intentemos llenarla nunca acabamos de conseguirlo. Unos buscamos nuevas y mayores experiencias; otros nos conformamos con las pequeñas dosis de felicidad temporal que podemos obtener. Por eso, si llegamos en alguna ocasión a reflexionar a los niveles existenciales que llegó el predicador, nos damos cuenta que el tedio y el sinsentido dominan la existencia humana.


¿Qué trae a tu mente la expresión: ni los ojos se sacian de ver, ni el oído se harta de oír?



Ni los ojos se sacian de ver, ni el oído se harta de oír. Lo que fue, sucederá; lo que se hizo se hará: nada es nuevo bajo el sol. (Eclesiastés 1: 8-9)

Al leer estas reflexiones del autor de Eclesiastés ha venido a mi mente la palabra tedio; es la que mejor me ayuda a entender el sentimiento que, en mi opinión, refleja la reflexión del predicador. El diccionario de la lengua española define el tedio de la siguiente manera: aburrimiento extremo o estado de ánimo del que soporta algo o alguien que no le interesa. Alguien escribió la siguiente afirmación: el tedio es la peor de las enfermedades, porque es la única que nos permite seguir viviendo después de muertos.

Nunca parecemos estar completamente satisfechos con nada. Ponemos nuestra ilusión en personas, cosas o experiencias para darnos cuenta que la satisfacción que nos pueden brindar siempre es menor de lo que esperábamos y más efímera de lo que desearíamos. Creo que el pecado ha hecho que salgamos defectuosos de fábrica y ese defecto se manifiesta en una insatisfacción permanente que por más que intentemos llenarla nunca acabamos de conseguirlo. Unos buscamos nuevas y mayores experiencias; otros nos conformamos con las pequeñas dosis de felicidad temporal que podemos obtener. Por eso, si llegamos en alguna ocasión a reflexionar a los niveles existenciales que llegó el predicador, nos damos cuenta que el tedio y el sinsentido dominan la existencia humana.


¿Qué trae a tu mente la expresión: ni los ojos se sacian de ver, ni el oído se harta de oír?



Ni los ojos se sacian de ver, ni el oído se harta de oír. Lo que fue, sucederá; lo que se hizo se hará: nada es nuevo bajo el sol. (Eclesiastés 1: 8-9)

Al leer estas reflexiones del autor de Eclesiastés ha venido a mi mente la palabra tedio; es la que mejor me ayuda a entender el sentimiento que, en mi opinión, refleja la reflexión del predicador. El diccionario de la lengua española define el tedio de la siguiente manera: aburrimiento extremo o estado de ánimo del que soporta algo o alguien que no le interesa. Alguien escribió la siguiente afirmación: el tedio es la peor de las enfermedades, porque es la única que nos permite seguir viviendo después de muertos.

Nunca parecemos estar completamente satisfechos con nada. Ponemos nuestra ilusión en personas, cosas o experiencias para darnos cuenta que la satisfacción que nos pueden brindar siempre es menor de lo que esperábamos y más efímera de lo que desearíamos. Creo que el pecado ha hecho que salgamos defectuosos de fábrica y ese defecto se manifiesta en una insatisfacción permanente que por más que intentemos llenarla nunca acabamos de conseguirlo. Unos buscamos nuevas y mayores experiencias; otros nos conformamos con las pequeñas dosis de felicidad temporal que podemos obtener. Por eso, si llegamos en alguna ocasión a reflexionar a los niveles existenciales que llegó el predicador, nos damos cuenta que el tedio y el sinsentido dominan la existencia humana.


¿Qué trae a tu mente la expresión: ni los ojos se sacian de ver, ni el oído se harta de oír?