Juan respondió: el ser humano solo puede recibir lo que Dios quiera darle. (Juan 3:27)


Juan está hablando acerca de su ministerio el cual fue de gran importancia. Fue el precursor del Mesías, el que preparó su venida; de él Jesús afirmó que era el más grande de entre todos los hombres nacidos de mujer, esto nos da una idea de cuán relevante y estratégico fue el ministerio que Dios le encomendó. Pero estas palabras son mencionadas en un contexto en el que parece que su ministerio está siendo eclipsado por la ascendente estrella de Jesús. Los propios discípulos del Bautista, sin una clara comprensión de lo que está sucediendo y quién es el Maestro, le indican que la gente se va tras Jesús, que su ministerio está teniendo más influencia que el de ellos. Tal vez esperaban que Juan recobrara la iniciativa e hiciera algo para volver a aquellos gloriosos días. Lo entiendo como una preocupación legítima por parte de los seguidores de Juan, las cosas ya no eran como habían acostumbrado a ser.

Es interesante, sin embargo, observar la reacción y respuesta de Juan. Reconoce que su ministerio viene de Dios, que fue Él quien se lo dio, de Él lo recibió. Aprovechando la reflexión Juan nos enseña un importante principio: No podemos tener nada que no nos sea dado por Dios y, concretándolo en el ministerio, el que tenemos nos ha sido concedido por el Señor. Nadie puede tener un ministerio que no le haya sido dado. Esto tiene una aplicación muy práctica para aquellos que estamos en el ministerio cristiano. Lo que el Señor te de -entiéndase oportunidades, puertas abiertas, posiciones de liderazgo e influencia- nadie, absolutamente nadie, te lo podrá quitar; las puertas que Él abra nadie te las podrá cerrar. Ahora bien, las que Él no te permita acceder es inútil intentar abrirlas a patadas. Es un sinsentido buscar, perseguir, maniobrar para tener un ministerio mayor y más grande, si no viene de Dios no lo conseguirás, y si lo consigues, no prosperarás porque ha sido tu mano y no la del Señor la que estaba detrás.

Durante todos los años ¡Y ya son muchos! de mi ministerio, esta ha sido la consigna que mi mujer y yo hemos tenido. Esperar en descanso, paz y confianza por las oportunidades que vienen del Señor y no hacer el más mínimo esfuerzo ni la más mínima política para lograr algo que no provea. Pues, al fin y al cabo, no podemos tener nada que Él no nos de.


¿Confías o luchas?



Juan respondió: el ser humano solo puede recibir lo que Dios quiera darle. (Juan 3:27)


Juan está hablando acerca de su ministerio el cual fue de gran importancia. Fue el precursor del Mesías, el que preparó su venida; de él Jesús afirmó que era el más grande de entre todos los hombres nacidos de mujer, esto nos da una idea de cuán relevante y estratégico fue el ministerio que Dios le encomendó. Pero estas palabras son mencionadas en un contexto en el que parece que su ministerio está siendo eclipsado por la ascendente estrella de Jesús. Los propios discípulos del Bautista, sin una clara comprensión de lo que está sucediendo y quién es el Maestro, le indican que la gente se va tras Jesús, que su ministerio está teniendo más influencia que el de ellos. Tal vez esperaban que Juan recobrara la iniciativa e hiciera algo para volver a aquellos gloriosos días. Lo entiendo como una preocupación legítima por parte de los seguidores de Juan, las cosas ya no eran como habían acostumbrado a ser.

Es interesante, sin embargo, observar la reacción y respuesta de Juan. Reconoce que su ministerio viene de Dios, que fue Él quien se lo dio, de Él lo recibió. Aprovechando la reflexión Juan nos enseña un importante principio: No podemos tener nada que no nos sea dado por Dios y, concretándolo en el ministerio, el que tenemos nos ha sido concedido por el Señor. Nadie puede tener un ministerio que no le haya sido dado. Esto tiene una aplicación muy práctica para aquellos que estamos en el ministerio cristiano. Lo que el Señor te de -entiéndase oportunidades, puertas abiertas, posiciones de liderazgo e influencia- nadie, absolutamente nadie, te lo podrá quitar; las puertas que Él abra nadie te las podrá cerrar. Ahora bien, las que Él no te permita acceder es inútil intentar abrirlas a patadas. Es un sinsentido buscar, perseguir, maniobrar para tener un ministerio mayor y más grande, si no viene de Dios no lo conseguirás, y si lo consigues, no prosperarás porque ha sido tu mano y no la del Señor la que estaba detrás.

Durante todos los años ¡Y ya son muchos! de mi ministerio, esta ha sido la consigna que mi mujer y yo hemos tenido. Esperar en descanso, paz y confianza por las oportunidades que vienen del Señor y no hacer el más mínimo esfuerzo ni la más mínima política para lograr algo que no provea. Pues, al fin y al cabo, no podemos tener nada que Él no nos de.


¿Confías o luchas?



Juan respondió: el ser humano solo puede recibir lo que Dios quiera darle. (Juan 3:27)


Juan está hablando acerca de su ministerio el cual fue de gran importancia. Fue el precursor del Mesías, el que preparó su venida; de él Jesús afirmó que era el más grande de entre todos los hombres nacidos de mujer, esto nos da una idea de cuán relevante y estratégico fue el ministerio que Dios le encomendó. Pero estas palabras son mencionadas en un contexto en el que parece que su ministerio está siendo eclipsado por la ascendente estrella de Jesús. Los propios discípulos del Bautista, sin una clara comprensión de lo que está sucediendo y quién es el Maestro, le indican que la gente se va tras Jesús, que su ministerio está teniendo más influencia que el de ellos. Tal vez esperaban que Juan recobrara la iniciativa e hiciera algo para volver a aquellos gloriosos días. Lo entiendo como una preocupación legítima por parte de los seguidores de Juan, las cosas ya no eran como habían acostumbrado a ser.

Es interesante, sin embargo, observar la reacción y respuesta de Juan. Reconoce que su ministerio viene de Dios, que fue Él quien se lo dio, de Él lo recibió. Aprovechando la reflexión Juan nos enseña un importante principio: No podemos tener nada que no nos sea dado por Dios y, concretándolo en el ministerio, el que tenemos nos ha sido concedido por el Señor. Nadie puede tener un ministerio que no le haya sido dado. Esto tiene una aplicación muy práctica para aquellos que estamos en el ministerio cristiano. Lo que el Señor te de -entiéndase oportunidades, puertas abiertas, posiciones de liderazgo e influencia- nadie, absolutamente nadie, te lo podrá quitar; las puertas que Él abra nadie te las podrá cerrar. Ahora bien, las que Él no te permita acceder es inútil intentar abrirlas a patadas. Es un sinsentido buscar, perseguir, maniobrar para tener un ministerio mayor y más grande, si no viene de Dios no lo conseguirás, y si lo consigues, no prosperarás porque ha sido tu mano y no la del Señor la que estaba detrás.

Durante todos los años ¡Y ya son muchos! de mi ministerio, esta ha sido la consigna que mi mujer y yo hemos tenido. Esperar en descanso, paz y confianza por las oportunidades que vienen del Señor y no hacer el más mínimo esfuerzo ni la más mínima política para lograr algo que no provea. Pues, al fin y al cabo, no podemos tener nada que Él no nos de.


¿Confías o luchas?