Y lo que se testifica es que Dios nos ha dado la vida eterna y que esa vida está en su Hijo. Quien vive unido al Hijo tiene la vida; quien no vive unido al Hijo de Dios no tiene la vida. (1 Juan 5:11-12)


Soy de los que vive con la seguridad o certeza de su salvación. Sé que cuando muera iré a la presencia del Padre a gozar con Él -si bien es cierto que no tengo ni idea de cómo será ese gozo; espero y deseo que no sea un culto evangélico que dure toda la eternidad-. Entonces, como muy bien afirmó Juan en esta primera carta ¡Por fin seré semejante a Jesús! el proceso se habrá terminado y ya seré un hombre nuevo totalmente formado conforme a la imagen del Maestro. 

Mi seguridad no es una osadía ni tampoco arrogancia espiritual. Se basa simple y llanamente en las afirmaciones de la Palabra de Dios y, ahora, en concreto en la que podemos leer en estos versículos de Juan. Veamos que el verbo relacionado con la vida eterna está en tiempo pasado. "nos ha dado". Creemos que la vida eterna no es algo que heredamos cuando morimos; contrariamente es algo que comenzamos a experimentar aquí cuando aceptamos a Jesús como Señor y Salvador, ya que antes, como indica el apóstol Pablo, estábamos muertos en nuestros delitos y pecados y Dios nos dio "VIDA" por medio de Cristo. Tras nuestra muerte simplemente seguiremos experimentando, pero en plenitud, aquello que Jesús ya nos otorgó.

En esto, precisamente, se basa el segundo argumento para la seguridad. La vida eterna está en el Hijo y quien tiene al mismo tiene la vida. Precisamente cuando le aceptamos como Señor y Salvador viene a vivir a nuestras vidas por medio del Espíritu Santo; como nuevamente afirma Pablo, quien no tiene al Hijo no es parte de Él, de su familia. Así pues la seguridad de la salvación no es el privilegio de una élite espiritual. Nadie debe vivir con la angustia o la agonía de sí irá o no al cielo. La respuesta y la base para esta seguridad está en la Palabra.


¿Estás experimentando la seguridad de tu salvación?



Y lo que se testifica es que Dios nos ha dado la vida eterna y que esa vida está en su Hijo. Quien vive unido al Hijo tiene la vida; quien no vive unido al Hijo de Dios no tiene la vida. (1 Juan 5:11-12)


Soy de los que vive con la seguridad o certeza de su salvación. Sé que cuando muera iré a la presencia del Padre a gozar con Él -si bien es cierto que no tengo ni idea de cómo será ese gozo; espero y deseo que no sea un culto evangélico que dure toda la eternidad-. Entonces, como muy bien afirmó Juan en esta primera carta ¡Por fin seré semejante a Jesús! el proceso se habrá terminado y ya seré un hombre nuevo totalmente formado conforme a la imagen del Maestro. 

Mi seguridad no es una osadía ni tampoco arrogancia espiritual. Se basa simple y llanamente en las afirmaciones de la Palabra de Dios y, ahora, en concreto en la que podemos leer en estos versículos de Juan. Veamos que el verbo relacionado con la vida eterna está en tiempo pasado. "nos ha dado". Creemos que la vida eterna no es algo que heredamos cuando morimos; contrariamente es algo que comenzamos a experimentar aquí cuando aceptamos a Jesús como Señor y Salvador, ya que antes, como indica el apóstol Pablo, estábamos muertos en nuestros delitos y pecados y Dios nos dio "VIDA" por medio de Cristo. Tras nuestra muerte simplemente seguiremos experimentando, pero en plenitud, aquello que Jesús ya nos otorgó.

En esto, precisamente, se basa el segundo argumento para la seguridad. La vida eterna está en el Hijo y quien tiene al mismo tiene la vida. Precisamente cuando le aceptamos como Señor y Salvador viene a vivir a nuestras vidas por medio del Espíritu Santo; como nuevamente afirma Pablo, quien no tiene al Hijo no es parte de Él, de su familia. Así pues la seguridad de la salvación no es el privilegio de una élite espiritual. Nadie debe vivir con la angustia o la agonía de sí irá o no al cielo. La respuesta y la base para esta seguridad está en la Palabra.


¿Estás experimentando la seguridad de tu salvación?



Y lo que se testifica es que Dios nos ha dado la vida eterna y que esa vida está en su Hijo. Quien vive unido al Hijo tiene la vida; quien no vive unido al Hijo de Dios no tiene la vida. (1 Juan 5:11-12)


Soy de los que vive con la seguridad o certeza de su salvación. Sé que cuando muera iré a la presencia del Padre a gozar con Él -si bien es cierto que no tengo ni idea de cómo será ese gozo; espero y deseo que no sea un culto evangélico que dure toda la eternidad-. Entonces, como muy bien afirmó Juan en esta primera carta ¡Por fin seré semejante a Jesús! el proceso se habrá terminado y ya seré un hombre nuevo totalmente formado conforme a la imagen del Maestro. 

Mi seguridad no es una osadía ni tampoco arrogancia espiritual. Se basa simple y llanamente en las afirmaciones de la Palabra de Dios y, ahora, en concreto en la que podemos leer en estos versículos de Juan. Veamos que el verbo relacionado con la vida eterna está en tiempo pasado. "nos ha dado". Creemos que la vida eterna no es algo que heredamos cuando morimos; contrariamente es algo que comenzamos a experimentar aquí cuando aceptamos a Jesús como Señor y Salvador, ya que antes, como indica el apóstol Pablo, estábamos muertos en nuestros delitos y pecados y Dios nos dio "VIDA" por medio de Cristo. Tras nuestra muerte simplemente seguiremos experimentando, pero en plenitud, aquello que Jesús ya nos otorgó.

En esto, precisamente, se basa el segundo argumento para la seguridad. La vida eterna está en el Hijo y quien tiene al mismo tiene la vida. Precisamente cuando le aceptamos como Señor y Salvador viene a vivir a nuestras vidas por medio del Espíritu Santo; como nuevamente afirma Pablo, quien no tiene al Hijo no es parte de Él, de su familia. Así pues la seguridad de la salvación no es el privilegio de una élite espiritual. Nadie debe vivir con la angustia o la agonía de sí irá o no al cielo. La respuesta y la base para esta seguridad está en la Palabra.


¿Estás experimentando la seguridad de tu salvación?