Feliz quien en ti encuentra su fuerza y peregrina de buen grado hacia ti. (Salmo 84:6)


Este salmo fue escrito por los hijos de Coré para ser cantado por los peregrinos que se dirigían a Jerusalén, a visitar el templo y tener, según la concepción del tiempo, comunión con el Señor. El apóstol Pedro utiliza el concepto de peregrinaje para definir la vida del seguidor de Jesús. El diccionario indica que el peregrino es aquel que anda por tierras extrañas pero con un propósito o meta. Personalmente siempre me he sentido atraído por este concepto y lo practico al menos una vez al año precisamente por ser una analogía de la vida cristiana y por estar, la experiencia, llena de aprendizajes. 

Cuando llevo grupos de reflexión en los peregrinajes, el primer día siempre hablamos acerca de dónde queremos ir. Porque no se trata única y exclusivamente de caminar, sino de hacerlo con un propósito, una meta, un destino final en mente. El pueblo de Israel caminó durante cuarenta años y.... todos sabemos que no hubo destino final para toda una generación. 

Este salmo me ha hecho pensar hacia dónde camina nuestra vida. Cada lector tiene una edad diferente, una trayectoria más larga o más corta por delante, pero llegará un momento en que la propia vida nos obligará a hacer balance de nuestro peregrinaje. Nos forzará a enfrentarnos con nuestro destino final. No tendremos más remedio que aceptar el lugar donde nos haya llevado nuestro peregrinaje y ya no habrá la posibilidad de dar vuelta atrás. Mi experiencia personal de años de peregrinaje -literal- me ha enseñado que cada cierto tiempo es imprescindible y vale la pena pararse y asegurarse si uno está en el buen camino; de haberse equivocado -cosa plausible- cuanto antes rectifiquemos mucho mejor; cuanto más tardemos más complicado y, en ocasiones, irreversible. 


Para mi el objetivo final de mi peregrinaje es parecerme más y más a Jesús y ser un agente de restauración y reconciliación. ¿Y para ti? ¿A dónde te lleva tu peregrinaje?



Feliz quien en ti encuentra su fuerza y peregrina de buen grado hacia ti. (Salmo 84:6)


Este salmo fue escrito por los hijos de Coré para ser cantado por los peregrinos que se dirigían a Jerusalén, a visitar el templo y tener, según la concepción del tiempo, comunión con el Señor. El apóstol Pedro utiliza el concepto de peregrinaje para definir la vida del seguidor de Jesús. El diccionario indica que el peregrino es aquel que anda por tierras extrañas pero con un propósito o meta. Personalmente siempre me he sentido atraído por este concepto y lo practico al menos una vez al año precisamente por ser una analogía de la vida cristiana y por estar, la experiencia, llena de aprendizajes. 

Cuando llevo grupos de reflexión en los peregrinajes, el primer día siempre hablamos acerca de dónde queremos ir. Porque no se trata única y exclusivamente de caminar, sino de hacerlo con un propósito, una meta, un destino final en mente. El pueblo de Israel caminó durante cuarenta años y.... todos sabemos que no hubo destino final para toda una generación. 

Este salmo me ha hecho pensar hacia dónde camina nuestra vida. Cada lector tiene una edad diferente, una trayectoria más larga o más corta por delante, pero llegará un momento en que la propia vida nos obligará a hacer balance de nuestro peregrinaje. Nos forzará a enfrentarnos con nuestro destino final. No tendremos más remedio que aceptar el lugar donde nos haya llevado nuestro peregrinaje y ya no habrá la posibilidad de dar vuelta atrás. Mi experiencia personal de años de peregrinaje -literal- me ha enseñado que cada cierto tiempo es imprescindible y vale la pena pararse y asegurarse si uno está en el buen camino; de haberse equivocado -cosa plausible- cuanto antes rectifiquemos mucho mejor; cuanto más tardemos más complicado y, en ocasiones, irreversible. 


Para mi el objetivo final de mi peregrinaje es parecerme más y más a Jesús y ser un agente de restauración y reconciliación. ¿Y para ti? ¿A dónde te lleva tu peregrinaje?



Feliz quien en ti encuentra su fuerza y peregrina de buen grado hacia ti. (Salmo 84:6)


Este salmo fue escrito por los hijos de Coré para ser cantado por los peregrinos que se dirigían a Jerusalén, a visitar el templo y tener, según la concepción del tiempo, comunión con el Señor. El apóstol Pedro utiliza el concepto de peregrinaje para definir la vida del seguidor de Jesús. El diccionario indica que el peregrino es aquel que anda por tierras extrañas pero con un propósito o meta. Personalmente siempre me he sentido atraído por este concepto y lo practico al menos una vez al año precisamente por ser una analogía de la vida cristiana y por estar, la experiencia, llena de aprendizajes. 

Cuando llevo grupos de reflexión en los peregrinajes, el primer día siempre hablamos acerca de dónde queremos ir. Porque no se trata única y exclusivamente de caminar, sino de hacerlo con un propósito, una meta, un destino final en mente. El pueblo de Israel caminó durante cuarenta años y.... todos sabemos que no hubo destino final para toda una generación. 

Este salmo me ha hecho pensar hacia dónde camina nuestra vida. Cada lector tiene una edad diferente, una trayectoria más larga o más corta por delante, pero llegará un momento en que la propia vida nos obligará a hacer balance de nuestro peregrinaje. Nos forzará a enfrentarnos con nuestro destino final. No tendremos más remedio que aceptar el lugar donde nos haya llevado nuestro peregrinaje y ya no habrá la posibilidad de dar vuelta atrás. Mi experiencia personal de años de peregrinaje -literal- me ha enseñado que cada cierto tiempo es imprescindible y vale la pena pararse y asegurarse si uno está en el buen camino; de haberse equivocado -cosa plausible- cuanto antes rectifiquemos mucho mejor; cuanto más tardemos más complicado y, en ocasiones, irreversible. 


Para mi el objetivo final de mi peregrinaje es parecerme más y más a Jesús y ser un agente de restauración y reconciliación. ¿Y para ti? ¿A dónde te lleva tu peregrinaje?