Oh Dios, no te quedes callado, no enmudezcas ni estés impasible. (Salmo 83:2)


Como decimos en mi país, Asaf no tiene pelos en la lengua a la hora de expresarle al Señor lo que siente y piensa. Leer sus palabras me ha dado qué pensar. No siento la necesidad de justificar a Dios y sus actuaciones. No siento que sea mi obligación el hacerle parecer políticamente correcto. Él es el Señor y actúa cómo y cuándo quiere. Pero si he sentido la necesidad de reflexionar sobre las palabras del salmista y han venido a mi mente tres pensamientos: Primero, mi percepción y la realidad son dos cosas diferentes. Puedo sentirme inseguro en un lugar totalmente seguro y viceversa. Que yo siento que el Señor no actúa no significa que no lo esté haciendo, significa sólo eso, yo no percibo.

Segundo, mis expectativas. En ocasiones están no son realistas. Espero que Dios haga o actúe de formas que no son coherentes o consistentes. A menudo confundimos que la vida tiene una dinámica propia que debe seguir su curso y que el Señor no actuará para detenerla. Si el Padre sanara a todos sus hijos de sus enfermedades ninguno de nosotros moriría. En ocasiones la expectativa ha de ser el poder ver la mano del Señor en medio de las circunstancias, no que estas desaparezcan.

Tercero, tempo. Los tiempo del Señor no son los míos. La economía de Dios funciona a un ritmo diferente del mío y mucho más ahora que vivimos en una sociedad enfocada a la rapidez, la inmediatez, la instantaneidad. Una sociedad donde un retraso de segundos nos hace perder la paciencia y nos vuelve irritables. El Señor no va a cambiar su ritmo de intervención en la historia simplemente para que yo vea calmada mi impaciencia.



Percepción, expectativas, tempo ¿Cuál es tu reto?




Oh Dios, no te quedes callado, no enmudezcas ni estés impasible. (Salmo 83:2)


Como decimos en mi país, Asaf no tiene pelos en la lengua a la hora de expresarle al Señor lo que siente y piensa. Leer sus palabras me ha dado qué pensar. No siento la necesidad de justificar a Dios y sus actuaciones. No siento que sea mi obligación el hacerle parecer políticamente correcto. Él es el Señor y actúa cómo y cuándo quiere. Pero si he sentido la necesidad de reflexionar sobre las palabras del salmista y han venido a mi mente tres pensamientos: Primero, mi percepción y la realidad son dos cosas diferentes. Puedo sentirme inseguro en un lugar totalmente seguro y viceversa. Que yo siento que el Señor no actúa no significa que no lo esté haciendo, significa sólo eso, yo no percibo.

Segundo, mis expectativas. En ocasiones están no son realistas. Espero que Dios haga o actúe de formas que no son coherentes o consistentes. A menudo confundimos que la vida tiene una dinámica propia que debe seguir su curso y que el Señor no actuará para detenerla. Si el Padre sanara a todos sus hijos de sus enfermedades ninguno de nosotros moriría. En ocasiones la expectativa ha de ser el poder ver la mano del Señor en medio de las circunstancias, no que estas desaparezcan.

Tercero, tempo. Los tiempo del Señor no son los míos. La economía de Dios funciona a un ritmo diferente del mío y mucho más ahora que vivimos en una sociedad enfocada a la rapidez, la inmediatez, la instantaneidad. Una sociedad donde un retraso de segundos nos hace perder la paciencia y nos vuelve irritables. El Señor no va a cambiar su ritmo de intervención en la historia simplemente para que yo vea calmada mi impaciencia.



Percepción, expectativas, tempo ¿Cuál es tu reto?




Oh Dios, no te quedes callado, no enmudezcas ni estés impasible. (Salmo 83:2)


Como decimos en mi país, Asaf no tiene pelos en la lengua a la hora de expresarle al Señor lo que siente y piensa. Leer sus palabras me ha dado qué pensar. No siento la necesidad de justificar a Dios y sus actuaciones. No siento que sea mi obligación el hacerle parecer políticamente correcto. Él es el Señor y actúa cómo y cuándo quiere. Pero si he sentido la necesidad de reflexionar sobre las palabras del salmista y han venido a mi mente tres pensamientos: Primero, mi percepción y la realidad son dos cosas diferentes. Puedo sentirme inseguro en un lugar totalmente seguro y viceversa. Que yo siento que el Señor no actúa no significa que no lo esté haciendo, significa sólo eso, yo no percibo.

Segundo, mis expectativas. En ocasiones están no son realistas. Espero que Dios haga o actúe de formas que no son coherentes o consistentes. A menudo confundimos que la vida tiene una dinámica propia que debe seguir su curso y que el Señor no actuará para detenerla. Si el Padre sanara a todos sus hijos de sus enfermedades ninguno de nosotros moriría. En ocasiones la expectativa ha de ser el poder ver la mano del Señor en medio de las circunstancias, no que estas desaparezcan.

Tercero, tempo. Los tiempo del Señor no son los míos. La economía de Dios funciona a un ritmo diferente del mío y mucho más ahora que vivimos en una sociedad enfocada a la rapidez, la inmediatez, la instantaneidad. Una sociedad donde un retraso de segundos nos hace perder la paciencia y nos vuelve irritables. El Señor no va a cambiar su ritmo de intervención en la historia simplemente para que yo vea calmada mi impaciencia.



Percepción, expectativas, tempo ¿Cuál es tu reto?