Y ahora, reyes, reflexionad, recapacitad jueces de la tierra. (Salmo 2:10)


Me encanta la palabra reflexionar. Es un término de origen latino que gráficamente hablando quiere decir inclinarse hacia atrás para ganar distancia y perspectiva. Es una de las características más maravillosas que Dios ha dado al ser humano; es la capacidad de "salir de nosotros mismos" y observarnos desde la distancia; es ganar esa necesaria perspectiva que da el separarnos,  ver lo que de otra manera no podríamos ver y, con esa nueva visión que hemos obtenido, tomar mejores decisiones.

El trabajo de reflexionar, aunque maravilloso, no es fácil. Hay varias cosas que lo hacen difícil. En primer lugar, para reflexionar hay que ser intencional; la reflexión no sale de natural en nuestras vidas; no estamos acostumbrados a ella ni la practicamos con asiduidad. Uno ha de tomar la firme decisión de pararse para ganar esa necesaria distancia y perspectiva. En segundo lugar, no nos han enseñado a reflexionar; estamos acostumbrados y somos gente de acción; valoramos la decisión y la determinación y no damos el mismo peso en nuestras vidas a la meditación, contemplación y reflexión. En tercer lugar, vivimos en una sociedad que con su ritmo frenético de vida ni invita ni favorece las pausas reflexivas; nadie tiene tiempo para nada y como aquel personaje de Alicia en el país de las maravillas vamos corriendo de un lugar para otro. Finalmente, es posible que tengamos miedo a observar nuestra vida; existe la certeza, sea consciente o inconsciente, de que no estamos viviendo como deberíamos vivir y, tal y como dice el refrán, "ojos que no ven, corazón que no sufre".

La invitación que el Señor por medio del salmo nos hace a cada uno de nosotros es a pararnos, inclinarnos, ganar perspectiva y meditar sobre aquello que vemos. Echarle una mirada crítica a nuestra vida, ver hacia dónde vamos, a dónde nos van a llevar los caminos que hemos escogido transitar, y obrar en consecuencia. Sócrates, el gran filósofo griego, afirmaba, "una vida no reflexionada no es digna de ser vivida". Estoy totalmente de acuerdo con él.


Párate, inclínate hacia atrás y observa ¿Qué ves? ¿Qué deberías hacer en respuesta a lo que ves?


Y ahora, reyes, reflexionad, recapacitad jueces de la tierra. (Salmo 2:10)


Me encanta la palabra reflexionar. Es un término de origen latino que gráficamente hablando quiere decir inclinarse hacia atrás para ganar distancia y perspectiva. Es una de las características más maravillosas que Dios ha dado al ser humano; es la capacidad de "salir de nosotros mismos" y observarnos desde la distancia; es ganar esa necesaria perspectiva que da el separarnos,  ver lo que de otra manera no podríamos ver y, con esa nueva visión que hemos obtenido, tomar mejores decisiones.

El trabajo de reflexionar, aunque maravilloso, no es fácil. Hay varias cosas que lo hacen difícil. En primer lugar, para reflexionar hay que ser intencional; la reflexión no sale de natural en nuestras vidas; no estamos acostumbrados a ella ni la practicamos con asiduidad. Uno ha de tomar la firme decisión de pararse para ganar esa necesaria distancia y perspectiva. En segundo lugar, no nos han enseñado a reflexionar; estamos acostumbrados y somos gente de acción; valoramos la decisión y la determinación y no damos el mismo peso en nuestras vidas a la meditación, contemplación y reflexión. En tercer lugar, vivimos en una sociedad que con su ritmo frenético de vida ni invita ni favorece las pausas reflexivas; nadie tiene tiempo para nada y como aquel personaje de Alicia en el país de las maravillas vamos corriendo de un lugar para otro. Finalmente, es posible que tengamos miedo a observar nuestra vida; existe la certeza, sea consciente o inconsciente, de que no estamos viviendo como deberíamos vivir y, tal y como dice el refrán, "ojos que no ven, corazón que no sufre".

La invitación que el Señor por medio del salmo nos hace a cada uno de nosotros es a pararnos, inclinarnos, ganar perspectiva y meditar sobre aquello que vemos. Echarle una mirada crítica a nuestra vida, ver hacia dónde vamos, a dónde nos van a llevar los caminos que hemos escogido transitar, y obrar en consecuencia. Sócrates, el gran filósofo griego, afirmaba, "una vida no reflexionada no es digna de ser vivida". Estoy totalmente de acuerdo con él.


Párate, inclínate hacia atrás y observa ¿Qué ves? ¿Qué deberías hacer en respuesta a lo que ves?


Y ahora, reyes, reflexionad, recapacitad jueces de la tierra. (Salmo 2:10)


Me encanta la palabra reflexionar. Es un término de origen latino que gráficamente hablando quiere decir inclinarse hacia atrás para ganar distancia y perspectiva. Es una de las características más maravillosas que Dios ha dado al ser humano; es la capacidad de "salir de nosotros mismos" y observarnos desde la distancia; es ganar esa necesaria perspectiva que da el separarnos,  ver lo que de otra manera no podríamos ver y, con esa nueva visión que hemos obtenido, tomar mejores decisiones.

El trabajo de reflexionar, aunque maravilloso, no es fácil. Hay varias cosas que lo hacen difícil. En primer lugar, para reflexionar hay que ser intencional; la reflexión no sale de natural en nuestras vidas; no estamos acostumbrados a ella ni la practicamos con asiduidad. Uno ha de tomar la firme decisión de pararse para ganar esa necesaria distancia y perspectiva. En segundo lugar, no nos han enseñado a reflexionar; estamos acostumbrados y somos gente de acción; valoramos la decisión y la determinación y no damos el mismo peso en nuestras vidas a la meditación, contemplación y reflexión. En tercer lugar, vivimos en una sociedad que con su ritmo frenético de vida ni invita ni favorece las pausas reflexivas; nadie tiene tiempo para nada y como aquel personaje de Alicia en el país de las maravillas vamos corriendo de un lugar para otro. Finalmente, es posible que tengamos miedo a observar nuestra vida; existe la certeza, sea consciente o inconsciente, de que no estamos viviendo como deberíamos vivir y, tal y como dice el refrán, "ojos que no ven, corazón que no sufre".

La invitación que el Señor por medio del salmo nos hace a cada uno de nosotros es a pararnos, inclinarnos, ganar perspectiva y meditar sobre aquello que vemos. Echarle una mirada crítica a nuestra vida, ver hacia dónde vamos, a dónde nos van a llevar los caminos que hemos escogido transitar, y obrar en consecuencia. Sócrates, el gran filósofo griego, afirmaba, "una vida no reflexionada no es digna de ser vivida". Estoy totalmente de acuerdo con él.


Párate, inclínate hacia atrás y observa ¿Qué ves? ¿Qué deberías hacer en respuesta a lo que ves?