No os adaptéis a las formas de este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestra mente, para que comprobéis cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo que le agrada, y lo perfecto. (Romanos 12:2)


Los paradigmas son las lentes que usamos para ver y procesar la realidad. Siempre percibimos a través de ellos y determinan lo que vemos y cómo lo vemos. Hay un viejo refrán castellano que lo ilustra perfectamente con esa sabiduría popular que tienen este tipo de dichos: "En este mundo traidor, nada es verdad ni nada es mentira, todo depende del color del cristal con que se mira". Otra manera de explicarlo sería afirmar que el paradigma es el software interno que nos permite percibir, procesar y manejar la realidad. Cada persona tiene ese programario instalado, tanto si es consciente como si no lo es. La cuestión clave es saber si responde a una perspectiva bíblica o no. Por eso, el apóstol Pablo escribiendo a los romanos afirma que todos los cambios auténticamente de calados deben comenzar por la revisión de nuestro paradigma. 

Hay un autor que se llama Robert Kegan que afirma que existen dos tipos de cambios; los técnicos, que son aquellos que necesitan el aprendizaje de nuevas destrezas y los adaptativos, que exigen un cambio de paradigma -es decir, de software-. En opinión de este investigador de Harvard, muchos cambios no se producen porque son diagnosticados como técnicos cuando en realidad lo son de adaptación, es decir, de paradigma. Dicho de otro modo, no importa cuántas nuevas aplicaciones instales, no funcionarán si no cambias el sistema operativo que las hace funcionar. El reto con los paradigmas es que, al igual que el sistema operativo de un ordenador o computadora, funcionan en el trasfondo y la mayoría del tiempo ni siquiera somos conscientes de su presencia. Sin embargo, todo lo que hacemos o dejamos de hacer está condicionado por los mismos. Podría ser explicado del siguiente modo: paradigma --> determina mis valores --> determina mis conductas --> determina lo que obtengo en la vida.


La Biblia nos enseña que no se darán cambios permanentes y consistentes en nuestras vidas a menos que cambiemos nuestros paradigmas; esto sólo se puede hacer a la luz de la Palabra de Dios, cuando esta habita en nuestra mente y se convierte en el software que maneja nuestra interacción con la realidad. Pablo lo definía como tener la mente de Cristo (1 Corintios 2:16) El cambio hacia un paradigma bíblico es una necesidad para todo seguidor de Jesús, pero aún lo es más si cabe para un líder, pues este tiene la responsabilidad de dirigir a otros.


¿Qué paradigma gobierna tu vida? ¿Qué sistema operativo usas para percibir y procesar la realidad?




No os adaptéis a las formas de este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestra mente, para que comprobéis cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo que le agrada, y lo perfecto. (Romanos 12:2)


Los paradigmas son las lentes que usamos para ver y procesar la realidad. Siempre percibimos a través de ellos y determinan lo que vemos y cómo lo vemos. Hay un viejo refrán castellano que lo ilustra perfectamente con esa sabiduría popular que tienen este tipo de dichos: "En este mundo traidor, nada es verdad ni nada es mentira, todo depende del color del cristal con que se mira". Otra manera de explicarlo sería afirmar que el paradigma es el software interno que nos permite percibir, procesar y manejar la realidad. Cada persona tiene ese programario instalado, tanto si es consciente como si no lo es. La cuestión clave es saber si responde a una perspectiva bíblica o no. Por eso, el apóstol Pablo escribiendo a los romanos afirma que todos los cambios auténticamente de calados deben comenzar por la revisión de nuestro paradigma. 

Hay un autor que se llama Robert Kegan que afirma que existen dos tipos de cambios; los técnicos, que son aquellos que necesitan el aprendizaje de nuevas destrezas y los adaptativos, que exigen un cambio de paradigma -es decir, de software-. En opinión de este investigador de Harvard, muchos cambios no se producen porque son diagnosticados como técnicos cuando en realidad lo son de adaptación, es decir, de paradigma. Dicho de otro modo, no importa cuántas nuevas aplicaciones instales, no funcionarán si no cambias el sistema operativo que las hace funcionar. El reto con los paradigmas es que, al igual que el sistema operativo de un ordenador o computadora, funcionan en el trasfondo y la mayoría del tiempo ni siquiera somos conscientes de su presencia. Sin embargo, todo lo que hacemos o dejamos de hacer está condicionado por los mismos. Podría ser explicado del siguiente modo: paradigma --> determina mis valores --> determina mis conductas --> determina lo que obtengo en la vida.


La Biblia nos enseña que no se darán cambios permanentes y consistentes en nuestras vidas a menos que cambiemos nuestros paradigmas; esto sólo se puede hacer a la luz de la Palabra de Dios, cuando esta habita en nuestra mente y se convierte en el software que maneja nuestra interacción con la realidad. Pablo lo definía como tener la mente de Cristo (1 Corintios 2:16) El cambio hacia un paradigma bíblico es una necesidad para todo seguidor de Jesús, pero aún lo es más si cabe para un líder, pues este tiene la responsabilidad de dirigir a otros.


¿Qué paradigma gobierna tu vida? ¿Qué sistema operativo usas para percibir y procesar la realidad?




No os adaptéis a las formas de este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestra mente, para que comprobéis cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo que le agrada, y lo perfecto. (Romanos 12:2)


Los paradigmas son las lentes que usamos para ver y procesar la realidad. Siempre percibimos a través de ellos y determinan lo que vemos y cómo lo vemos. Hay un viejo refrán castellano que lo ilustra perfectamente con esa sabiduría popular que tienen este tipo de dichos: "En este mundo traidor, nada es verdad ni nada es mentira, todo depende del color del cristal con que se mira". Otra manera de explicarlo sería afirmar que el paradigma es el software interno que nos permite percibir, procesar y manejar la realidad. Cada persona tiene ese programario instalado, tanto si es consciente como si no lo es. La cuestión clave es saber si responde a una perspectiva bíblica o no. Por eso, el apóstol Pablo escribiendo a los romanos afirma que todos los cambios auténticamente de calados deben comenzar por la revisión de nuestro paradigma. 

Hay un autor que se llama Robert Kegan que afirma que existen dos tipos de cambios; los técnicos, que son aquellos que necesitan el aprendizaje de nuevas destrezas y los adaptativos, que exigen un cambio de paradigma -es decir, de software-. En opinión de este investigador de Harvard, muchos cambios no se producen porque son diagnosticados como técnicos cuando en realidad lo son de adaptación, es decir, de paradigma. Dicho de otro modo, no importa cuántas nuevas aplicaciones instales, no funcionarán si no cambias el sistema operativo que las hace funcionar. El reto con los paradigmas es que, al igual que el sistema operativo de un ordenador o computadora, funcionan en el trasfondo y la mayoría del tiempo ni siquiera somos conscientes de su presencia. Sin embargo, todo lo que hacemos o dejamos de hacer está condicionado por los mismos. Podría ser explicado del siguiente modo: paradigma --> determina mis valores --> determina mis conductas --> determina lo que obtengo en la vida.


La Biblia nos enseña que no se darán cambios permanentes y consistentes en nuestras vidas a menos que cambiemos nuestros paradigmas; esto sólo se puede hacer a la luz de la Palabra de Dios, cuando esta habita en nuestra mente y se convierte en el software que maneja nuestra interacción con la realidad. Pablo lo definía como tener la mente de Cristo (1 Corintios 2:16) El cambio hacia un paradigma bíblico es una necesidad para todo seguidor de Jesús, pero aún lo es más si cabe para un líder, pues este tiene la responsabilidad de dirigir a otros.


¿Qué paradigma gobierna tu vida? ¿Qué sistema operativo usas para percibir y procesar la realidad?