Así que tened cuidado de vuestra manera de vivir. No viváis como necios sino como sabios, aprovechando al máximo cada momento oportuno, porque los días son malos. (Efesios 5:15-16)


El reloj es uno de los paradigmas que puede gobernar nuestra vida. Puede ser el sistema operativo que nos relaciona con la realidad y nos ayuda a procesarla. El reloj representa todos nuestros compromisos, citas, actividades, horarios y metas. Todo aquello que hacemos en nuestra vida y cómo lo administramos. Este paradigma parte de la premisa que hay más cosas que hacer que tiempo disponible y, por tanto, nos vemos obligados a priorizar para ser más efectivos, tratar de hacer más cosas en menos tiempo. Este es el paradigma tradicional en el liderazgo personal. El problema con el mismo es que no nos informa sobre la calidad o lo adecuado o inadecuado de las cosas que hacemos, únicamente nos proporciona información acerca de la cantidad. Nos habla acerca de velocidad pero no siempre nos indica dirección. Podemos ir muy rápidos en la dirección equivocada.

El reloj nos ayuda a poder hacer más cosas en menos tiempo; o a decidir qué cosas debemos de llevar a cabo en el tiempo que tenemos disponible. Sin embargo, este paradigma no nos informa si esas son las cosas que deberíamos hacer; asume que están ahí y que, por tanto, se han de llevar a cabo y precisamos usar bien nuestro tiempo para conseguirlo. Es por eso que usamos todo tipo de herramientas que nos ayuden a poder utilizar mejor el tiempo que tenemos ya que este es un recurso limitado. Precisamente, por su naturaleza, el tiempo necesita ser bien administrado. El tiempo no puede recuperarse. Una hora o un día perdido lo son para siempre, no hay forma humana de recuperarlos. El tiempo no puede acumularse. No puedo guardar el sobrante de hoy para vivirlo mañana. El tiempo, a pesar de que lo imaginemos, no puede ser estirado. Cada día tiene 24 horas, ni una más. Finalmente, el tiempo es democrático. Todos y cada uno de nosotros tenemos la misma cantidad de horas y hemos de decidir cómo las gastamos. 

La pregunta clave a la que este paradigma no puede responder es: ¿Estoy invirtiendo mi tiempo en las cosas que realmente importan y son trascendentes? Desafortunadamente, como indicaba antes, el reloj está incapacitado para responder semejante reto; él sólo puede trabajar con las cosas que previamente le hemos dado, no hace ni puede interrogarnos acerca de si son aquellas en las que deberíamos invertir nuestras vidas. 

Un líder no puede estar gobernado por este paradigma porque puede ser eficiente -es decir, usar bien los recursos que tiene, en este caso el tiempo- pero no ser eficaz, porque la eficacia tiene que ver con la capacidad de lograr el efecto que se desea o espera. Nos habla acerca de la dirección para la vida, y esto sólo lo puede responder el paradigma de la brújula. Lo importante en la vida no es únicamente a la velocidad a la que vamos, sino asegurarnos que lo estamos haciendo en la dirección correcta. 


¿Qué evidencias del paradigma del reloj puedes detectar en tu vida?










Así que tened cuidado de vuestra manera de vivir. No viváis como necios sino como sabios, aprovechando al máximo cada momento oportuno, porque los días son malos. (Efesios 5:15-16)


El reloj es uno de los paradigmas que puede gobernar nuestra vida. Puede ser el sistema operativo que nos relaciona con la realidad y nos ayuda a procesarla. El reloj representa todos nuestros compromisos, citas, actividades, horarios y metas. Todo aquello que hacemos en nuestra vida y cómo lo administramos. Este paradigma parte de la premisa que hay más cosas que hacer que tiempo disponible y, por tanto, nos vemos obligados a priorizar para ser más efectivos, tratar de hacer más cosas en menos tiempo. Este es el paradigma tradicional en el liderazgo personal. El problema con el mismo es que no nos informa sobre la calidad o lo adecuado o inadecuado de las cosas que hacemos, únicamente nos proporciona información acerca de la cantidad. Nos habla acerca de velocidad pero no siempre nos indica dirección. Podemos ir muy rápidos en la dirección equivocada.

El reloj nos ayuda a poder hacer más cosas en menos tiempo; o a decidir qué cosas debemos de llevar a cabo en el tiempo que tenemos disponible. Sin embargo, este paradigma no nos informa si esas son las cosas que deberíamos hacer; asume que están ahí y que, por tanto, se han de llevar a cabo y precisamos usar bien nuestro tiempo para conseguirlo. Es por eso que usamos todo tipo de herramientas que nos ayuden a poder utilizar mejor el tiempo que tenemos ya que este es un recurso limitado. Precisamente, por su naturaleza, el tiempo necesita ser bien administrado. El tiempo no puede recuperarse. Una hora o un día perdido lo son para siempre, no hay forma humana de recuperarlos. El tiempo no puede acumularse. No puedo guardar el sobrante de hoy para vivirlo mañana. El tiempo, a pesar de que lo imaginemos, no puede ser estirado. Cada día tiene 24 horas, ni una más. Finalmente, el tiempo es democrático. Todos y cada uno de nosotros tenemos la misma cantidad de horas y hemos de decidir cómo las gastamos. 

La pregunta clave a la que este paradigma no puede responder es: ¿Estoy invirtiendo mi tiempo en las cosas que realmente importan y son trascendentes? Desafortunadamente, como indicaba antes, el reloj está incapacitado para responder semejante reto; él sólo puede trabajar con las cosas que previamente le hemos dado, no hace ni puede interrogarnos acerca de si son aquellas en las que deberíamos invertir nuestras vidas. 

Un líder no puede estar gobernado por este paradigma porque puede ser eficiente -es decir, usar bien los recursos que tiene, en este caso el tiempo- pero no ser eficaz, porque la eficacia tiene que ver con la capacidad de lograr el efecto que se desea o espera. Nos habla acerca de la dirección para la vida, y esto sólo lo puede responder el paradigma de la brújula. Lo importante en la vida no es únicamente a la velocidad a la que vamos, sino asegurarnos que lo estamos haciendo en la dirección correcta. 


¿Qué evidencias del paradigma del reloj puedes detectar en tu vida?










Así que tened cuidado de vuestra manera de vivir. No viváis como necios sino como sabios, aprovechando al máximo cada momento oportuno, porque los días son malos. (Efesios 5:15-16)


El reloj es uno de los paradigmas que puede gobernar nuestra vida. Puede ser el sistema operativo que nos relaciona con la realidad y nos ayuda a procesarla. El reloj representa todos nuestros compromisos, citas, actividades, horarios y metas. Todo aquello que hacemos en nuestra vida y cómo lo administramos. Este paradigma parte de la premisa que hay más cosas que hacer que tiempo disponible y, por tanto, nos vemos obligados a priorizar para ser más efectivos, tratar de hacer más cosas en menos tiempo. Este es el paradigma tradicional en el liderazgo personal. El problema con el mismo es que no nos informa sobre la calidad o lo adecuado o inadecuado de las cosas que hacemos, únicamente nos proporciona información acerca de la cantidad. Nos habla acerca de velocidad pero no siempre nos indica dirección. Podemos ir muy rápidos en la dirección equivocada.

El reloj nos ayuda a poder hacer más cosas en menos tiempo; o a decidir qué cosas debemos de llevar a cabo en el tiempo que tenemos disponible. Sin embargo, este paradigma no nos informa si esas son las cosas que deberíamos hacer; asume que están ahí y que, por tanto, se han de llevar a cabo y precisamos usar bien nuestro tiempo para conseguirlo. Es por eso que usamos todo tipo de herramientas que nos ayuden a poder utilizar mejor el tiempo que tenemos ya que este es un recurso limitado. Precisamente, por su naturaleza, el tiempo necesita ser bien administrado. El tiempo no puede recuperarse. Una hora o un día perdido lo son para siempre, no hay forma humana de recuperarlos. El tiempo no puede acumularse. No puedo guardar el sobrante de hoy para vivirlo mañana. El tiempo, a pesar de que lo imaginemos, no puede ser estirado. Cada día tiene 24 horas, ni una más. Finalmente, el tiempo es democrático. Todos y cada uno de nosotros tenemos la misma cantidad de horas y hemos de decidir cómo las gastamos. 

La pregunta clave a la que este paradigma no puede responder es: ¿Estoy invirtiendo mi tiempo en las cosas que realmente importan y son trascendentes? Desafortunadamente, como indicaba antes, el reloj está incapacitado para responder semejante reto; él sólo puede trabajar con las cosas que previamente le hemos dado, no hace ni puede interrogarnos acerca de si son aquellas en las que deberíamos invertir nuestras vidas. 

Un líder no puede estar gobernado por este paradigma porque puede ser eficiente -es decir, usar bien los recursos que tiene, en este caso el tiempo- pero no ser eficaz, porque la eficacia tiene que ver con la capacidad de lograr el efecto que se desea o espera. Nos habla acerca de la dirección para la vida, y esto sólo lo puede responder el paradigma de la brújula. Lo importante en la vida no es únicamente a la velocidad a la que vamos, sino asegurarnos que lo estamos haciendo en la dirección correcta. 


¿Qué evidencias del paradigma del reloj puedes detectar en tu vida?