José se levantó, tomó al niño y a la madre en plena noche, y partió con ellos camino de Egipto. (Mateo 2:14)


El problema de los refugiados en el mundo, tal y como indican las cifras que aparecen en esta entrada, es enorme y no hay visos de que vaya a mejorar, antes al contrario, ira en constante crecimiento en los próximos años. La realidad de estas personas nos genera sentimientos encontrados Por un lado, despierta nuestro sentido de solidaridad, misericordia y compasión. Por otro, miedo e inseguridad por la amenaza potencial que significan para nuestro status quo. La primera reacción es racional, la segunda, totalmente irracional, como todo lo que provoca el miedo. No hay suficientes recursos para todos, amenaza nuestro estilo de vida, si lo acogemos generamos un efecto llamada, etc., etc.

José, María y el pequeño Jesús fueron refugiados políticos. El texto de Mateo nos indica que tuvieron que huir apresuradamente, en plena noche, ante el peligro que corría la vida del niño. No tenemos constancia que fueran una familia con recursos económicos; no fueron refugiados de lujo como algunos que compran con sus fortunas las visas para ser acogidos con status privilegiado en los países de occidente. No tenemos ni idea cómo pudieron sobrevivir en un país extranjero donde tuvieron que trasladarse de la noche a la mañana. No nos consta que los ángeles hacia un servicio de reparto diario de alimentos para la sagrada familia. 

Así pues, nosotros, seguimos a un Dios que fue refugiado político y que, con mucha probabilidad, tuvo que subsistir gracias a que alguien fue compasivo con Él y su familia. Somos seguidores de un Señor que puede entender el drama de la emigración, sea por razones políticas, religiosas o económicas, porque tanto Él como su familia lo experimentaron. Seguimos a un Dios que nos pide que acojamos siempre al extranjero y que, nosotros mismos, no olvidemos nunca nuestra condición de extranjeros y peregrinos en este mundo. Entiendo que cuando el refugiado despierte nuestros miedos e inseguridades recordemos que Jesús fue uno de ellos.



José se levantó, tomó al niño y a la madre en plena noche, y partió con ellos camino de Egipto. (Mateo 2:14)


El problema de los refugiados en el mundo, tal y como indican las cifras que aparecen en esta entrada, es enorme y no hay visos de que vaya a mejorar, antes al contrario, ira en constante crecimiento en los próximos años. La realidad de estas personas nos genera sentimientos encontrados Por un lado, despierta nuestro sentido de solidaridad, misericordia y compasión. Por otro, miedo e inseguridad por la amenaza potencial que significan para nuestro status quo. La primera reacción es racional, la segunda, totalmente irracional, como todo lo que provoca el miedo. No hay suficientes recursos para todos, amenaza nuestro estilo de vida, si lo acogemos generamos un efecto llamada, etc., etc.

José, María y el pequeño Jesús fueron refugiados políticos. El texto de Mateo nos indica que tuvieron que huir apresuradamente, en plena noche, ante el peligro que corría la vida del niño. No tenemos constancia que fueran una familia con recursos económicos; no fueron refugiados de lujo como algunos que compran con sus fortunas las visas para ser acogidos con status privilegiado en los países de occidente. No tenemos ni idea cómo pudieron sobrevivir en un país extranjero donde tuvieron que trasladarse de la noche a la mañana. No nos consta que los ángeles hacia un servicio de reparto diario de alimentos para la sagrada familia. 

Así pues, nosotros, seguimos a un Dios que fue refugiado político y que, con mucha probabilidad, tuvo que subsistir gracias a que alguien fue compasivo con Él y su familia. Somos seguidores de un Señor que puede entender el drama de la emigración, sea por razones políticas, religiosas o económicas, porque tanto Él como su familia lo experimentaron. Seguimos a un Dios que nos pide que acojamos siempre al extranjero y que, nosotros mismos, no olvidemos nunca nuestra condición de extranjeros y peregrinos en este mundo. Entiendo que cuando el refugiado despierte nuestros miedos e inseguridades recordemos que Jesús fue uno de ellos.



José se levantó, tomó al niño y a la madre en plena noche, y partió con ellos camino de Egipto. (Mateo 2:14)


El problema de los refugiados en el mundo, tal y como indican las cifras que aparecen en esta entrada, es enorme y no hay visos de que vaya a mejorar, antes al contrario, ira en constante crecimiento en los próximos años. La realidad de estas personas nos genera sentimientos encontrados Por un lado, despierta nuestro sentido de solidaridad, misericordia y compasión. Por otro, miedo e inseguridad por la amenaza potencial que significan para nuestro status quo. La primera reacción es racional, la segunda, totalmente irracional, como todo lo que provoca el miedo. No hay suficientes recursos para todos, amenaza nuestro estilo de vida, si lo acogemos generamos un efecto llamada, etc., etc.

José, María y el pequeño Jesús fueron refugiados políticos. El texto de Mateo nos indica que tuvieron que huir apresuradamente, en plena noche, ante el peligro que corría la vida del niño. No tenemos constancia que fueran una familia con recursos económicos; no fueron refugiados de lujo como algunos que compran con sus fortunas las visas para ser acogidos con status privilegiado en los países de occidente. No tenemos ni idea cómo pudieron sobrevivir en un país extranjero donde tuvieron que trasladarse de la noche a la mañana. No nos consta que los ángeles hacia un servicio de reparto diario de alimentos para la sagrada familia. 

Así pues, nosotros, seguimos a un Dios que fue refugiado político y que, con mucha probabilidad, tuvo que subsistir gracias a que alguien fue compasivo con Él y su familia. Somos seguidores de un Señor que puede entender el drama de la emigración, sea por razones políticas, religiosas o económicas, porque tanto Él como su familia lo experimentaron. Seguimos a un Dios que nos pide que acojamos siempre al extranjero y que, nosotros mismos, no olvidemos nunca nuestra condición de extranjeros y peregrinos en este mundo. Entiendo que cuando el refugiado despierte nuestros miedos e inseguridades recordemos que Jesús fue uno de ellos.



José se levantó, tomó al niño y a la madre en plena noche, y partió con ellos camino de Egipto. (Mateo 2:14)


El problema de los refugiados en el mundo, tal y como indican las cifras que aparecen en esta entrada, es enorme y no hay visos de que vaya a mejorar, antes al contrario, ira en constante crecimiento en los próximos años. La realidad de estas personas nos genera sentimientos encontrados Por un lado, despierta nuestro sentido de solidaridad, misericordia y compasión. Por otro, miedo e inseguridad por la amenaza potencial que significan para nuestro status quo. La primera reacción es racional, la segunda, totalmente irracional, como todo lo que provoca el miedo. No hay suficientes recursos para todos, amenaza nuestro estilo de vida, si lo acogemos generamos un efecto llamada, etc., etc.

José, María y el pequeño Jesús fueron refugiados políticos. El texto de Mateo nos indica que tuvieron que huir apresuradamente, en plena noche, ante el peligro que corría la vida del niño. No tenemos constancia que fueran una familia con recursos económicos; no fueron refugiados de lujo como algunos que compran con sus fortunas las visas para ser acogidos con status privilegiado en los países de occidente. No tenemos ni idea cómo pudieron sobrevivir en un país extranjero donde tuvieron que trasladarse de la noche a la mañana. No nos consta que los ángeles hacia un servicio de reparto diario de alimentos para la sagrada familia. 

Así pues, nosotros, seguimos a un Dios que fue refugiado político y que, con mucha probabilidad, tuvo que subsistir gracias a que alguien fue compasivo con Él y su familia. Somos seguidores de un Señor que puede entender el drama de la emigración, sea por razones políticas, religiosas o económicas, porque tanto Él como su familia lo experimentaron. Seguimos a un Dios que nos pide que acojamos siempre al extranjero y que, nosotros mismos, no olvidemos nunca nuestra condición de extranjeros y peregrinos en este mundo. Entiendo que cuando el refugiado despierte nuestros miedos e inseguridades recordemos que Jesús fue uno de ellos.