Entonces Moisés preguntó a Dios:  ¿Quién soy yo para presentarme al faraón y sacar de Egipto a los israelitas? (Éxodo 3:11)


Cuando observó el llamado de Moisés puedo apreciar cuatro aspectos significativos. El primero, es el Dios que llama. La invitación a unirse a su trabajo en el mundo siempre comienza en el Señor tomando la iniciativa de llamarnos a colaborar con Él. En el caso de Moisés es evidente la invitación para la tarea.

El segundo, es que hay una tarea que llevar a cabo; algo que Dios ha decidido hacer por medio de agentes humanos. La realización de la misma, por tanto, está condicionada o mediatizada por nuestra respuesta a esa invitación de asumir la tarea o una parte de la misma. San Agustín lo resume muy bien al afirmar: El hombre sin Dios no puede. Dios sin el hombre no quiere.

El tercero, es que habitualmente hay un claro sentido de indignidad o incapacidad para llevar a cabo la tarea propuesta por Dios. Nos desborda, va más allá de lo que nosotros nos vemos capaces de asumir. Eso, sin contar los sentimientos de ser indignos, pecadores, incoherentes, inconsistentes, etc., etc. Cosas todas ellas que Satanás, en el momento del llamado se encargará de restregarnos por la cara una y otra vez.

El cuarto, es que el Señor, cuando llama, siempre promete estar a nuestro lado, acompañarnos en la tarea, capacitarnos para ella, darnos el poder por medio del Espíritu Santo para poder cumplir con fidelidad el llamado recibido.

Aplicado a nuestra realidad. Dios nos lama a todos y cada uno de nosotros ¡Sin excepción! a unirnos a su trabajo de instaurar el Reino, de ser agentes de restauración en un mundo roto por el pecado. El Señor es bien consciente de que aún no somos lo que deberíamos ser. Precisamente, es por ese unirnos a Él en el trabajo, que a modo de terapia ocupacional Él nos va renovando y cambiando. Finalmente, su promesa sigue estando válida. Estoy con vosotros cada día hasta el fin.


¿Cómo puedes aplicar esto en tu vida?


Entonces Moisés preguntó a Dios:  ¿Quién soy yo para presentarme al faraón y sacar de Egipto a los israelitas? (Éxodo 3:11)


Cuando observó el llamado de Moisés puedo apreciar cuatro aspectos significativos. El primero, es el Dios que llama. La invitación a unirse a su trabajo en el mundo siempre comienza en el Señor tomando la iniciativa de llamarnos a colaborar con Él. En el caso de Moisés es evidente la invitación para la tarea.

El segundo, es que hay una tarea que llevar a cabo; algo que Dios ha decidido hacer por medio de agentes humanos. La realización de la misma, por tanto, está condicionada o mediatizada por nuestra respuesta a esa invitación de asumir la tarea o una parte de la misma. San Agustín lo resume muy bien al afirmar: El hombre sin Dios no puede. Dios sin el hombre no quiere.

El tercero, es que habitualmente hay un claro sentido de indignidad o incapacidad para llevar a cabo la tarea propuesta por Dios. Nos desborda, va más allá de lo que nosotros nos vemos capaces de asumir. Eso, sin contar los sentimientos de ser indignos, pecadores, incoherentes, inconsistentes, etc., etc. Cosas todas ellas que Satanás, en el momento del llamado se encargará de restregarnos por la cara una y otra vez.

El cuarto, es que el Señor, cuando llama, siempre promete estar a nuestro lado, acompañarnos en la tarea, capacitarnos para ella, darnos el poder por medio del Espíritu Santo para poder cumplir con fidelidad el llamado recibido.

Aplicado a nuestra realidad. Dios nos lama a todos y cada uno de nosotros ¡Sin excepción! a unirnos a su trabajo de instaurar el Reino, de ser agentes de restauración en un mundo roto por el pecado. El Señor es bien consciente de que aún no somos lo que deberíamos ser. Precisamente, es por ese unirnos a Él en el trabajo, que a modo de terapia ocupacional Él nos va renovando y cambiando. Finalmente, su promesa sigue estando válida. Estoy con vosotros cada día hasta el fin.


¿Cómo puedes aplicar esto en tu vida?


Entonces Moisés preguntó a Dios:  ¿Quién soy yo para presentarme al faraón y sacar de Egipto a los israelitas? (Éxodo 3:11)


Cuando observó el llamado de Moisés puedo apreciar cuatro aspectos significativos. El primero, es el Dios que llama. La invitación a unirse a su trabajo en el mundo siempre comienza en el Señor tomando la iniciativa de llamarnos a colaborar con Él. En el caso de Moisés es evidente la invitación para la tarea.

El segundo, es que hay una tarea que llevar a cabo; algo que Dios ha decidido hacer por medio de agentes humanos. La realización de la misma, por tanto, está condicionada o mediatizada por nuestra respuesta a esa invitación de asumir la tarea o una parte de la misma. San Agustín lo resume muy bien al afirmar: El hombre sin Dios no puede. Dios sin el hombre no quiere.

El tercero, es que habitualmente hay un claro sentido de indignidad o incapacidad para llevar a cabo la tarea propuesta por Dios. Nos desborda, va más allá de lo que nosotros nos vemos capaces de asumir. Eso, sin contar los sentimientos de ser indignos, pecadores, incoherentes, inconsistentes, etc., etc. Cosas todas ellas que Satanás, en el momento del llamado se encargará de restregarnos por la cara una y otra vez.

El cuarto, es que el Señor, cuando llama, siempre promete estar a nuestro lado, acompañarnos en la tarea, capacitarnos para ella, darnos el poder por medio del Espíritu Santo para poder cumplir con fidelidad el llamado recibido.

Aplicado a nuestra realidad. Dios nos lama a todos y cada uno de nosotros ¡Sin excepción! a unirnos a su trabajo de instaurar el Reino, de ser agentes de restauración en un mundo roto por el pecado. El Señor es bien consciente de que aún no somos lo que deberíamos ser. Precisamente, es por ese unirnos a Él en el trabajo, que a modo de terapia ocupacional Él nos va renovando y cambiando. Finalmente, su promesa sigue estando válida. Estoy con vosotros cada día hasta el fin.


¿Cómo puedes aplicar esto en tu vida?