¡Pura ilusión! -Dice el predicador- ¡Pura ilusión! ¡Todo es ilusión! ¿Qué ganancia saca el ser humano de toda la fatiga con que se afana bajo el sol? (Eclesiastés 1:2-3)


Reflexionar sobre la vida es duro y difícil. La mayoría de los seres humanos preferimos seguir subidos a la rueda del hámster y continuar dando vueltas y más vueltas. Cierto, no nos lleva a ningún lado, sin embargo, nos da una increíble -aunque sea vacía- sensación de estar vivos, de velocidad, progreso. En fin nos mantiene ocupados, lo cual es bueno si queremos evitar pensar. 

Pero la humanidad siempre ha producido gente singular que no ha podido dejar de reflexionar sobre la vida, su sentido y su significado. La palabra reflexión en sí misma es tremendamente poderosa. Literalmente significa inclinarse hacia atrás para, de ese modo, ganar distancia, perspectiva y una mejor comprensión. El autor de Eclesiastés se encuentra entre esos valientes que le han echado una mirada a la vida y nos han dejado sus reflexiones.

¡Pura ilusión! es el estribillo que aparece una y otra vez en Eclesiastés (Vanidad de vanidades según la versión Reina Valera de la Biblia) Esta expresión aparece, ni más ni menos que, 38 veces en el libro. Designa el vacío, la inconsistencia y lo efímero de la vida y la realidad. Esa es la perspectiva que ve de la vida desde su reflexión, desde la distancia que ha decidido tomar para pensar  sobre el sentido y el significado. Porque ¿A dónde nos lleva la vida? Esta, si no existe una dimensión trascendente, es un puro absurdo que nos limita a una dimensión puramente animal. Sin trascendencia tal vez haya vida, pero no existencia. Y si no hay trascendencia todo carece de sentido y la vida, como afirmaban los existencialistas, se convierte en una terrible carga, un absurdo.


Antes de dar una contestación estereotipada piénsalo bien ¿Qué llena de sentido tu vida? ¿Qué persigues?

¡Pura ilusión! -Dice el predicador- ¡Pura ilusión! ¡Todo es ilusión! ¿Qué ganancia saca el ser humano de toda la fatiga con que se afana bajo el sol? (Eclesiastés 1:2-3)


Reflexionar sobre la vida es duro y difícil. La mayoría de los seres humanos preferimos seguir subidos a la rueda del hámster y continuar dando vueltas y más vueltas. Cierto, no nos lleva a ningún lado, sin embargo, nos da una increíble -aunque sea vacía- sensación de estar vivos, de velocidad, progreso. En fin nos mantiene ocupados, lo cual es bueno si queremos evitar pensar. 

Pero la humanidad siempre ha producido gente singular que no ha podido dejar de reflexionar sobre la vida, su sentido y su significado. La palabra reflexión en sí misma es tremendamente poderosa. Literalmente significa inclinarse hacia atrás para, de ese modo, ganar distancia, perspectiva y una mejor comprensión. El autor de Eclesiastés se encuentra entre esos valientes que le han echado una mirada a la vida y nos han dejado sus reflexiones.

¡Pura ilusión! es el estribillo que aparece una y otra vez en Eclesiastés (Vanidad de vanidades según la versión Reina Valera de la Biblia) Esta expresión aparece, ni más ni menos que, 38 veces en el libro. Designa el vacío, la inconsistencia y lo efímero de la vida y la realidad. Esa es la perspectiva que ve de la vida desde su reflexión, desde la distancia que ha decidido tomar para pensar  sobre el sentido y el significado. Porque ¿A dónde nos lleva la vida? Esta, si no existe una dimensión trascendente, es un puro absurdo que nos limita a una dimensión puramente animal. Sin trascendencia tal vez haya vida, pero no existencia. Y si no hay trascendencia todo carece de sentido y la vida, como afirmaban los existencialistas, se convierte en una terrible carga, un absurdo.


Antes de dar una contestación estereotipada piénsalo bien ¿Qué llena de sentido tu vida? ¿Qué persigues?

¡Pura ilusión! -Dice el predicador- ¡Pura ilusión! ¡Todo es ilusión! ¿Qué ganancia saca el ser humano de toda la fatiga con que se afana bajo el sol? (Eclesiastés 1:2-3)


Reflexionar sobre la vida es duro y difícil. La mayoría de los seres humanos preferimos seguir subidos a la rueda del hámster y continuar dando vueltas y más vueltas. Cierto, no nos lleva a ningún lado, sin embargo, nos da una increíble -aunque sea vacía- sensación de estar vivos, de velocidad, progreso. En fin nos mantiene ocupados, lo cual es bueno si queremos evitar pensar. 

Pero la humanidad siempre ha producido gente singular que no ha podido dejar de reflexionar sobre la vida, su sentido y su significado. La palabra reflexión en sí misma es tremendamente poderosa. Literalmente significa inclinarse hacia atrás para, de ese modo, ganar distancia, perspectiva y una mejor comprensión. El autor de Eclesiastés se encuentra entre esos valientes que le han echado una mirada a la vida y nos han dejado sus reflexiones.

¡Pura ilusión! es el estribillo que aparece una y otra vez en Eclesiastés (Vanidad de vanidades según la versión Reina Valera de la Biblia) Esta expresión aparece, ni más ni menos que, 38 veces en el libro. Designa el vacío, la inconsistencia y lo efímero de la vida y la realidad. Esa es la perspectiva que ve de la vida desde su reflexión, desde la distancia que ha decidido tomar para pensar  sobre el sentido y el significado. Porque ¿A dónde nos lleva la vida? Esta, si no existe una dimensión trascendente, es un puro absurdo que nos limita a una dimensión puramente animal. Sin trascendencia tal vez haya vida, pero no existencia. Y si no hay trascendencia todo carece de sentido y la vida, como afirmaban los existencialistas, se convierte en una terrible carga, un absurdo.


Antes de dar una contestación estereotipada piénsalo bien ¿Qué llena de sentido tu vida? ¿Qué persigues?