Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de nuestra fe. (Hebreos 12:2)


Los ojos siempre están puestos en algo o alguien; aveces los cerramos porque no queremos ver una realidad que no nos gusta, nos asusta o disgusta. Cerrar los ojos no significa, sin embargo, que la misma desaparezca. La Palabra nos invita a que nuestros ojos estén puestos en Jesús, centrados, enfocados en Él. Tiene razón, cuando los ponemos en otros, en las circunstancias, las emociones o incluso en nosotros mismos, estamos apostando fuertemente por el desánimo, el desengaño, la frustración y toda una serie de emociones auto destructivas que cada uno puede completar a su gusto. 

Poner los ojos en Jesús es una decisión personal, es algo intencional, es algo que decidimos hacer. Optamos por centrarnos en Él en vez de centrarnos en todo lo anterior. No significa que neguemos la existencia de todo lo demás ¡Para nada! Es simplemente que decidimos que no será nuestro enfoque, nuestro centro y, consecuentemente, le negaremos el poder para ejercer una influencia negativa sobre nosotros. Poner los ojos en Jesús es algo constante, que debemos repetir tantas veces como sea necesario. Todos sabemos lo que es que la vista se nos vaya detrás de algo. Hay cosas que tienen la capacidad de llamar nuestra atención, de desviar nuestra mirada; entonces hay que volver a recalibrar y colocar, nuevamente, los ojos en Jesús.


¿Dónde están puestos tus ojos?



Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de nuestra fe. (Hebreos 12:2)


Los ojos siempre están puestos en algo o alguien; aveces los cerramos porque no queremos ver una realidad que no nos gusta, nos asusta o disgusta. Cerrar los ojos no significa, sin embargo, que la misma desaparezca. La Palabra nos invita a que nuestros ojos estén puestos en Jesús, centrados, enfocados en Él. Tiene razón, cuando los ponemos en otros, en las circunstancias, las emociones o incluso en nosotros mismos, estamos apostando fuertemente por el desánimo, el desengaño, la frustración y toda una serie de emociones auto destructivas que cada uno puede completar a su gusto. 

Poner los ojos en Jesús es una decisión personal, es algo intencional, es algo que decidimos hacer. Optamos por centrarnos en Él en vez de centrarnos en todo lo anterior. No significa que neguemos la existencia de todo lo demás ¡Para nada! Es simplemente que decidimos que no será nuestro enfoque, nuestro centro y, consecuentemente, le negaremos el poder para ejercer una influencia negativa sobre nosotros. Poner los ojos en Jesús es algo constante, que debemos repetir tantas veces como sea necesario. Todos sabemos lo que es que la vista se nos vaya detrás de algo. Hay cosas que tienen la capacidad de llamar nuestra atención, de desviar nuestra mirada; entonces hay que volver a recalibrar y colocar, nuevamente, los ojos en Jesús.


¿Dónde están puestos tus ojos?



Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de nuestra fe. (Hebreos 12:2)


Los ojos siempre están puestos en algo o alguien; aveces los cerramos porque no queremos ver una realidad que no nos gusta, nos asusta o disgusta. Cerrar los ojos no significa, sin embargo, que la misma desaparezca. La Palabra nos invita a que nuestros ojos estén puestos en Jesús, centrados, enfocados en Él. Tiene razón, cuando los ponemos en otros, en las circunstancias, las emociones o incluso en nosotros mismos, estamos apostando fuertemente por el desánimo, el desengaño, la frustración y toda una serie de emociones auto destructivas que cada uno puede completar a su gusto. 

Poner los ojos en Jesús es una decisión personal, es algo intencional, es algo que decidimos hacer. Optamos por centrarnos en Él en vez de centrarnos en todo lo anterior. No significa que neguemos la existencia de todo lo demás ¡Para nada! Es simplemente que decidimos que no será nuestro enfoque, nuestro centro y, consecuentemente, le negaremos el poder para ejercer una influencia negativa sobre nosotros. Poner los ojos en Jesús es algo constante, que debemos repetir tantas veces como sea necesario. Todos sabemos lo que es que la vista se nos vaya detrás de algo. Hay cosas que tienen la capacidad de llamar nuestra atención, de desviar nuestra mirada; entonces hay que volver a recalibrar y colocar, nuevamente, los ojos en Jesús.


¿Dónde están puestos tus ojos?