Porque el Señor y el Espíritu son uno mismo, y donde está el Espíritu del Señor hay libertad. Y nosotros no tenemos ningún velo que nos cubra la cara. Somos como un espejo que refleja la grandeza del Señor, quien cambia nuestra vida. Gracias a la acción de su Espíritu en nosotros, cada vez nos parecemos más a él. (2 Corintios 3:17-18)



¡Qué idea tan importante la que nos presenta aquí el apóstol Pablo! Nos habla de propósito -el para qué- y nos habla de los medios para conseguirlo -el cómo-. En las páginas del Nuevo Testamento se repite una y otra vez y de muchas diferentes maneras que hemos sido salvados para ser semejantes a Cristo, para ser como Jesús, para ser ese ser humano nuevo del cual el mismo Maestro es el primero, el hermano mayor, el primogénito, el prototipo, el primero. Consecuentemente, la mejor, ¿Tal vez la única?, manera de medir y evaluar nuestro crecimiento y madurez en la vida cristiana sería ver en qué medida cada día que pasa somos más similares a Jesús; similares en nuestra manera de pensar, de actuar, de motivarnos, de establecer prioridades; en definitiva, de ser. Si el tiempo va pasando, si vamos acumulando años de cristianismo y Jesús no es más evidente para nosotros mismos y los demás ¿Qué está sucediendo?, pudiera ser que hemos perdido el rumbo. Tenemos una enfermiza tendencia a identificarnos por la denominación a la que pertenecemos o los énfasis teológicos que defendemos; rara vez he visto enconadas disputas sobre cómo podemos ser más similares a Jesús.

Pero el apóstol todavía nos comparte otro principio básico en este pasaje, a saber, el cómo es posible ser más y más similares al Maestro. Pablo indica que esto sólo es posible por la acción del Espíritu Santo en nuestras vidas. En la medida que somos llenos de Él y caminamos de forma habitual bajo su influencia (como ya he explicado en otros comentarios), esa transformación sin prisa pero si pausa se va llevando a cabo en nosotros. Por tanto, el apóstol nos habla de dirección y propósito y de los medios para conseguirlo.


¿Cada vez te pareces más a Él?


Porque el Señor y el Espíritu son uno mismo, y donde está el Espíritu del Señor hay libertad. Y nosotros no tenemos ningún velo que nos cubra la cara. Somos como un espejo que refleja la grandeza del Señor, quien cambia nuestra vida. Gracias a la acción de su Espíritu en nosotros, cada vez nos parecemos más a él. (2 Corintios 3:17-18)



¡Qué idea tan importante la que nos presenta aquí el apóstol Pablo! Nos habla de propósito -el para qué- y nos habla de los medios para conseguirlo -el cómo-. En las páginas del Nuevo Testamento se repite una y otra vez y de muchas diferentes maneras que hemos sido salvados para ser semejantes a Cristo, para ser como Jesús, para ser ese ser humano nuevo del cual el mismo Maestro es el primero, el hermano mayor, el primogénito, el prototipo, el primero. Consecuentemente, la mejor, ¿Tal vez la única?, manera de medir y evaluar nuestro crecimiento y madurez en la vida cristiana sería ver en qué medida cada día que pasa somos más similares a Jesús; similares en nuestra manera de pensar, de actuar, de motivarnos, de establecer prioridades; en definitiva, de ser. Si el tiempo va pasando, si vamos acumulando años de cristianismo y Jesús no es más evidente para nosotros mismos y los demás ¿Qué está sucediendo?, pudiera ser que hemos perdido el rumbo. Tenemos una enfermiza tendencia a identificarnos por la denominación a la que pertenecemos o los énfasis teológicos que defendemos; rara vez he visto enconadas disputas sobre cómo podemos ser más similares a Jesús.

Pero el apóstol todavía nos comparte otro principio básico en este pasaje, a saber, el cómo es posible ser más y más similares al Maestro. Pablo indica que esto sólo es posible por la acción del Espíritu Santo en nuestras vidas. En la medida que somos llenos de Él y caminamos de forma habitual bajo su influencia (como ya he explicado en otros comentarios), esa transformación sin prisa pero si pausa se va llevando a cabo en nosotros. Por tanto, el apóstol nos habla de dirección y propósito y de los medios para conseguirlo.


¿Cada vez te pareces más a Él?


Porque el Señor y el Espíritu son uno mismo, y donde está el Espíritu del Señor hay libertad. Y nosotros no tenemos ningún velo que nos cubra la cara. Somos como un espejo que refleja la grandeza del Señor, quien cambia nuestra vida. Gracias a la acción de su Espíritu en nosotros, cada vez nos parecemos más a él. (2 Corintios 3:17-18)



¡Qué idea tan importante la que nos presenta aquí el apóstol Pablo! Nos habla de propósito -el para qué- y nos habla de los medios para conseguirlo -el cómo-. En las páginas del Nuevo Testamento se repite una y otra vez y de muchas diferentes maneras que hemos sido salvados para ser semejantes a Cristo, para ser como Jesús, para ser ese ser humano nuevo del cual el mismo Maestro es el primero, el hermano mayor, el primogénito, el prototipo, el primero. Consecuentemente, la mejor, ¿Tal vez la única?, manera de medir y evaluar nuestro crecimiento y madurez en la vida cristiana sería ver en qué medida cada día que pasa somos más similares a Jesús; similares en nuestra manera de pensar, de actuar, de motivarnos, de establecer prioridades; en definitiva, de ser. Si el tiempo va pasando, si vamos acumulando años de cristianismo y Jesús no es más evidente para nosotros mismos y los demás ¿Qué está sucediendo?, pudiera ser que hemos perdido el rumbo. Tenemos una enfermiza tendencia a identificarnos por la denominación a la que pertenecemos o los énfasis teológicos que defendemos; rara vez he visto enconadas disputas sobre cómo podemos ser más similares a Jesús.

Pero el apóstol todavía nos comparte otro principio básico en este pasaje, a saber, el cómo es posible ser más y más similares al Maestro. Pablo indica que esto sólo es posible por la acción del Espíritu Santo en nuestras vidas. En la medida que somos llenos de Él y caminamos de forma habitual bajo su influencia (como ya he explicado en otros comentarios), esa transformación sin prisa pero si pausa se va llevando a cabo en nosotros. Por tanto, el apóstol nos habla de dirección y propósito y de los medios para conseguirlo.


¿Cada vez te pareces más a Él?