Estoy que me muero de hambre ¿Qué me importan a mí los derechos de primogénito?... Entonces Jacob sirvió a Esaú pan y el potaje de lentejas. Esaú comió y bebió, se levantó y se fue. Así fue como Esaú malvendió sus derechos de primogénito. (Génesis 25:32-34)


La ilustración que encabeza esta entrada representa la venta por parte de Esaú de sus derechos como hijo mayor. Así fue como la visualizó el pintor del siglo XVIII. Esaú plantea un serio reto al que todos nos debemos enfrentar ¿Qué hacemos con nuestras necesidades inmediatas? ¿Cómo manejamos el postergar la gratificación instantánea de las mismas? ¿Cómo resolver la tensión entre la inmediatez y la consecución de metas o logros a medio y largo plazo? ¿Qué precio pagamos cuando sucumbimos a esa inmediatez? 

Eso nos enseña la experiencia de Jacob. Sus palabras son claras y contundentes. El día de mañana con sus eventuales recompensas está demasiado lejos. De qué sirven los goces del mañana ante las necesidades perentorias del día de hoy. Esaú vendió sus derechos y se quedó tan satisfecho y contento. Me pregunto si cuando Esaú tomó aquella decisión entendía realmente las implicaciones que la misma tenía, si era consciente de las consecuencias prácticas que se derivarían cuando Isaac, su padre, muriera. Realidades similares tenemos que enfrentar todos los seguidores de Jesús. Persiguiendo lo que la sociedad nos ofrece, seducidos por sus promesas de gratificación y realización, sacrificamos nuestros derechos como hijos de Dios y, tristemente lo hacemos por simbólicos platos de lentejas. Perseguimos una felicidad efímera, que satisface única y exclusivamente de forma temporal y, a cambio, hipotecamos nuestra relación con Dios, la construcción del Reino y ser agentes de restauración y reconciliación de un mundo roto. 

Tal vez valdría la pena ser un poco más reflexivos. Pensar un tanto más que estamos mercadeando, que derechos estamos cediendo a cambio de la gratificación instantánea de necesidades que la propia sociedad nos ha generado y creado.


¿Cuántos platos de lentejas te has comido?



Estoy que me muero de hambre ¿Qué me importan a mí los derechos de primogénito?... Entonces Jacob sirvió a Esaú pan y el potaje de lentejas. Esaú comió y bebió, se levantó y se fue. Así fue como Esaú malvendió sus derechos de primogénito. (Génesis 25:32-34)


La ilustración que encabeza esta entrada representa la venta por parte de Esaú de sus derechos como hijo mayor. Así fue como la visualizó el pintor del siglo XVIII. Esaú plantea un serio reto al que todos nos debemos enfrentar ¿Qué hacemos con nuestras necesidades inmediatas? ¿Cómo manejamos el postergar la gratificación instantánea de las mismas? ¿Cómo resolver la tensión entre la inmediatez y la consecución de metas o logros a medio y largo plazo? ¿Qué precio pagamos cuando sucumbimos a esa inmediatez? 

Eso nos enseña la experiencia de Jacob. Sus palabras son claras y contundentes. El día de mañana con sus eventuales recompensas está demasiado lejos. De qué sirven los goces del mañana ante las necesidades perentorias del día de hoy. Esaú vendió sus derechos y se quedó tan satisfecho y contento. Me pregunto si cuando Esaú tomó aquella decisión entendía realmente las implicaciones que la misma tenía, si era consciente de las consecuencias prácticas que se derivarían cuando Isaac, su padre, muriera. Realidades similares tenemos que enfrentar todos los seguidores de Jesús. Persiguiendo lo que la sociedad nos ofrece, seducidos por sus promesas de gratificación y realización, sacrificamos nuestros derechos como hijos de Dios y, tristemente lo hacemos por simbólicos platos de lentejas. Perseguimos una felicidad efímera, que satisface única y exclusivamente de forma temporal y, a cambio, hipotecamos nuestra relación con Dios, la construcción del Reino y ser agentes de restauración y reconciliación de un mundo roto. 

Tal vez valdría la pena ser un poco más reflexivos. Pensar un tanto más que estamos mercadeando, que derechos estamos cediendo a cambio de la gratificación instantánea de necesidades que la propia sociedad nos ha generado y creado.


¿Cuántos platos de lentejas te has comido?



Estoy que me muero de hambre ¿Qué me importan a mí los derechos de primogénito?... Entonces Jacob sirvió a Esaú pan y el potaje de lentejas. Esaú comió y bebió, se levantó y se fue. Así fue como Esaú malvendió sus derechos de primogénito. (Génesis 25:32-34)


La ilustración que encabeza esta entrada representa la venta por parte de Esaú de sus derechos como hijo mayor. Así fue como la visualizó el pintor del siglo XVIII. Esaú plantea un serio reto al que todos nos debemos enfrentar ¿Qué hacemos con nuestras necesidades inmediatas? ¿Cómo manejamos el postergar la gratificación instantánea de las mismas? ¿Cómo resolver la tensión entre la inmediatez y la consecución de metas o logros a medio y largo plazo? ¿Qué precio pagamos cuando sucumbimos a esa inmediatez? 

Eso nos enseña la experiencia de Jacob. Sus palabras son claras y contundentes. El día de mañana con sus eventuales recompensas está demasiado lejos. De qué sirven los goces del mañana ante las necesidades perentorias del día de hoy. Esaú vendió sus derechos y se quedó tan satisfecho y contento. Me pregunto si cuando Esaú tomó aquella decisión entendía realmente las implicaciones que la misma tenía, si era consciente de las consecuencias prácticas que se derivarían cuando Isaac, su padre, muriera. Realidades similares tenemos que enfrentar todos los seguidores de Jesús. Persiguiendo lo que la sociedad nos ofrece, seducidos por sus promesas de gratificación y realización, sacrificamos nuestros derechos como hijos de Dios y, tristemente lo hacemos por simbólicos platos de lentejas. Perseguimos una felicidad efímera, que satisface única y exclusivamente de forma temporal y, a cambio, hipotecamos nuestra relación con Dios, la construcción del Reino y ser agentes de restauración y reconciliación de un mundo roto. 

Tal vez valdría la pena ser un poco más reflexivos. Pensar un tanto más que estamos mercadeando, que derechos estamos cediendo a cambio de la gratificación instantánea de necesidades que la propia sociedad nos ha generado y creado.


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