Esta es la última reflexión sobre esta parábola. Tres personajes: el padre, el hermano menor y el mayor. Pensaba que de una manera u otra todos nosotros podemos representar en un momento u otro de nuestras vidas esos tres papeles. Todos hemos sido o tal vez estamos siendo pródigos en este momento de nuestro proyecto vital. Puede ser que aún no hemos abandonado físicamente la casa del padre, seguimos practicando los rituales de la fe, sin embargo, nuestro corazón hace tiempo que se alejó y nuestros valores, preocupaciones, prioridades y agenda ya no es la del Padre. Por diferentes y variadas razones no acabamos de encontrar sentido y plenitud en el tipo de vida que estamos desarrollando y el exterior se nos presenta como algo idílico. Vemos a las personas que viven "su propia vida" y se despierta en nosotros una cierta tensión de querer vivir así. Debe haber más vida más allá de las paredes de la casa del Padre. Con Dios siempre hay la posibilidad de marchar, probar y volver. En ocasiones es necesario experimentar para poder valorar lo que tenemos.

Todos podemos ser padres y ofrecer esa acogida incondicional y llena de gracia. Todos podemos tratar de forma injusta a aquellos que necesitan experimentar esa gracia escandalosa que no tiene en cuenta para nada lo que las personas son y merecen, sino lo que pueden ser y necesitan. Todos los seguidores de Jesús, en imitación del Padre, podemos reflejar hacia un mundo roto y necesitado la misma actitud que Dios tiene hacia una humanidad caída. Es más, tenemos el compromiso y la responsabilidad ineludible de hacerlo, de ser fieles al carácter de nuestro Padre que no le importa humillarse y perder su dignidad delante de todo el universo por amor a sus hijos pródigos. Dios reproduce a través tuyo y mío el proceso de acogida que narra la parábola. 

Pero todos podemos correr el riesgo de convertirnos en hermanos mayores. Olvidando cuál era nuestra condición y desarrollando una actitud de legalismo hacia aquellos que están en una condición de perdición y pecado. Es fácil negar a otros la gracia, la compasión y la misericordia que nosotros mismos hemos recibido. Es fácil desarrollar niveles de moralidad incluso superiores a los del mismo Dios y considerar inaceptable lo que Él está dispuesto a aceptar.

Pienso también que estos papeles son dinámicos e intercambiables. Podemos pasar por todos ellos en diferentes etapas de nuestra vida. Pero también podemos movernos de uno a otro en función de las personas con las que nos relacionamos. Podemos ser padres para unos y hermanos mayores para otros. Nuestra naturaleza humana es increíblemente compleja y, consecuentemente, nuestro juego con uno u otro papel también.  Se trataría de ser conscientes de ello y teniendo esa conciencia esforzarnos por ser imitadores de nuestro Padre.


Piensa en tu propia vida personal ¿Cómo se reflejan en la misma esos tres personajes de la parábola? ¿Pródigo de mente y corazón? ¿Hacia quién estás actuando como el padre? ¿Hacia quién estás actuando como hermano mayor?







Esta es la última reflexión sobre esta parábola. Tres personajes: el padre, el hermano menor y el mayor. Pensaba que de una manera u otra todos nosotros podemos representar en un momento u otro de nuestras vidas esos tres papeles. Todos hemos sido o tal vez estamos siendo pródigos en este momento de nuestro proyecto vital. Puede ser que aún no hemos abandonado físicamente la casa del padre, seguimos practicando los rituales de la fe, sin embargo, nuestro corazón hace tiempo que se alejó y nuestros valores, preocupaciones, prioridades y agenda ya no es la del Padre. Por diferentes y variadas razones no acabamos de encontrar sentido y plenitud en el tipo de vida que estamos desarrollando y el exterior se nos presenta como algo idílico. Vemos a las personas que viven "su propia vida" y se despierta en nosotros una cierta tensión de querer vivir así. Debe haber más vida más allá de las paredes de la casa del Padre. Con Dios siempre hay la posibilidad de marchar, probar y volver. En ocasiones es necesario experimentar para poder valorar lo que tenemos.

Todos podemos ser padres y ofrecer esa acogida incondicional y llena de gracia. Todos podemos tratar de forma injusta a aquellos que necesitan experimentar esa gracia escandalosa que no tiene en cuenta para nada lo que las personas son y merecen, sino lo que pueden ser y necesitan. Todos los seguidores de Jesús, en imitación del Padre, podemos reflejar hacia un mundo roto y necesitado la misma actitud que Dios tiene hacia una humanidad caída. Es más, tenemos el compromiso y la responsabilidad ineludible de hacerlo, de ser fieles al carácter de nuestro Padre que no le importa humillarse y perder su dignidad delante de todo el universo por amor a sus hijos pródigos. Dios reproduce a través tuyo y mío el proceso de acogida que narra la parábola. 

Pero todos podemos correr el riesgo de convertirnos en hermanos mayores. Olvidando cuál era nuestra condición y desarrollando una actitud de legalismo hacia aquellos que están en una condición de perdición y pecado. Es fácil negar a otros la gracia, la compasión y la misericordia que nosotros mismos hemos recibido. Es fácil desarrollar niveles de moralidad incluso superiores a los del mismo Dios y considerar inaceptable lo que Él está dispuesto a aceptar.

Pienso también que estos papeles son dinámicos e intercambiables. Podemos pasar por todos ellos en diferentes etapas de nuestra vida. Pero también podemos movernos de uno a otro en función de las personas con las que nos relacionamos. Podemos ser padres para unos y hermanos mayores para otros. Nuestra naturaleza humana es increíblemente compleja y, consecuentemente, nuestro juego con uno u otro papel también.  Se trataría de ser conscientes de ello y teniendo esa conciencia esforzarnos por ser imitadores de nuestro Padre.


Piensa en tu propia vida personal ¿Cómo se reflejan en la misma esos tres personajes de la parábola? ¿Pródigo de mente y corazón? ¿Hacia quién estás actuando como el padre? ¿Hacia quién estás actuando como hermano mayor?







Esta es la última reflexión sobre esta parábola. Tres personajes: el padre, el hermano menor y el mayor. Pensaba que de una manera u otra todos nosotros podemos representar en un momento u otro de nuestras vidas esos tres papeles. Todos hemos sido o tal vez estamos siendo pródigos en este momento de nuestro proyecto vital. Puede ser que aún no hemos abandonado físicamente la casa del padre, seguimos practicando los rituales de la fe, sin embargo, nuestro corazón hace tiempo que se alejó y nuestros valores, preocupaciones, prioridades y agenda ya no es la del Padre. Por diferentes y variadas razones no acabamos de encontrar sentido y plenitud en el tipo de vida que estamos desarrollando y el exterior se nos presenta como algo idílico. Vemos a las personas que viven "su propia vida" y se despierta en nosotros una cierta tensión de querer vivir así. Debe haber más vida más allá de las paredes de la casa del Padre. Con Dios siempre hay la posibilidad de marchar, probar y volver. En ocasiones es necesario experimentar para poder valorar lo que tenemos.

Todos podemos ser padres y ofrecer esa acogida incondicional y llena de gracia. Todos podemos tratar de forma injusta a aquellos que necesitan experimentar esa gracia escandalosa que no tiene en cuenta para nada lo que las personas son y merecen, sino lo que pueden ser y necesitan. Todos los seguidores de Jesús, en imitación del Padre, podemos reflejar hacia un mundo roto y necesitado la misma actitud que Dios tiene hacia una humanidad caída. Es más, tenemos el compromiso y la responsabilidad ineludible de hacerlo, de ser fieles al carácter de nuestro Padre que no le importa humillarse y perder su dignidad delante de todo el universo por amor a sus hijos pródigos. Dios reproduce a través tuyo y mío el proceso de acogida que narra la parábola. 

Pero todos podemos correr el riesgo de convertirnos en hermanos mayores. Olvidando cuál era nuestra condición y desarrollando una actitud de legalismo hacia aquellos que están en una condición de perdición y pecado. Es fácil negar a otros la gracia, la compasión y la misericordia que nosotros mismos hemos recibido. Es fácil desarrollar niveles de moralidad incluso superiores a los del mismo Dios y considerar inaceptable lo que Él está dispuesto a aceptar.

Pienso también que estos papeles son dinámicos e intercambiables. Podemos pasar por todos ellos en diferentes etapas de nuestra vida. Pero también podemos movernos de uno a otro en función de las personas con las que nos relacionamos. Podemos ser padres para unos y hermanos mayores para otros. Nuestra naturaleza humana es increíblemente compleja y, consecuentemente, nuestro juego con uno u otro papel también.  Se trataría de ser conscientes de ello y teniendo esa conciencia esforzarnos por ser imitadores de nuestro Padre.


Piensa en tu propia vida personal ¿Cómo se reflejan en la misma esos tres personajes de la parábola? ¿Pródigo de mente y corazón? ¿Hacia quién estás actuando como el padre? ¿Hacia quién estás actuando como hermano mayor?