Porque quien sabe hacer el bien y no lo hace comete pecado. (Santiago 4:17)


En el Libro de los Muertos del antiguo Egipto se explica cómo era la defensa que los difuntos hacían cuando se tenía que pesar su corazón en el juicio final  ante el dios Osiris. La persona recitaba ante el tribunal todas las cosas malas que no había hecho. En base a ello su corazón era pesado y podía ser condenado o absuelto. Santiago, con el pragmatismo que nos tiene acostumbrados, va más allá e indica que no se trata únicamente de no hacer el mal; uno tiene la misma responsabilidad y culpabilidad si deja de practicar el bien que conoce, sabe y puede hacer. 

Felicidades por el mal que no practicas, diría Santiago si tuviera una conversación personal con cualquiera de nosotros; hablemos ahora del bien que estás dejando de hacer y por el cual eres tan responsable ante Dios como lo eres por el mal que practicas. Los evangélicos no estamos acostumbrados a hablar acerca del pecado de omisión, del que nos está comentando el escritor de esta carta. Estamos más orientados a sentirnos satisfechos de nuestra talla moral y pensar en todo el mal que dejamos de practicar. Pero tan grave es dejar de hacer el bien como hacer el mal. De hecho, el ordenamiento jurídico español tipifica el delito de "omisión del deber de socorro" y lo castiga hasta con penas de prisión. Creo que vale la pena pedirle al Señor discernimiento y sabiduría para detecta y practicar aquel bien que está a nuestro alcance.


¿Qué resultado daría una evaluación de tu vida a la luz de este principio bíblico?



Porque quien sabe hacer el bien y no lo hace comete pecado. (Santiago 4:17)


En el Libro de los Muertos del antiguo Egipto se explica cómo era la defensa que los difuntos hacían cuando se tenía que pesar su corazón en el juicio final  ante el dios Osiris. La persona recitaba ante el tribunal todas las cosas malas que no había hecho. En base a ello su corazón era pesado y podía ser condenado o absuelto. Santiago, con el pragmatismo que nos tiene acostumbrados, va más allá e indica que no se trata únicamente de no hacer el mal; uno tiene la misma responsabilidad y culpabilidad si deja de practicar el bien que conoce, sabe y puede hacer. 

Felicidades por el mal que no practicas, diría Santiago si tuviera una conversación personal con cualquiera de nosotros; hablemos ahora del bien que estás dejando de hacer y por el cual eres tan responsable ante Dios como lo eres por el mal que practicas. Los evangélicos no estamos acostumbrados a hablar acerca del pecado de omisión, del que nos está comentando el escritor de esta carta. Estamos más orientados a sentirnos satisfechos de nuestra talla moral y pensar en todo el mal que dejamos de practicar. Pero tan grave es dejar de hacer el bien como hacer el mal. De hecho, el ordenamiento jurídico español tipifica el delito de "omisión del deber de socorro" y lo castiga hasta con penas de prisión. Creo que vale la pena pedirle al Señor discernimiento y sabiduría para detecta y practicar aquel bien que está a nuestro alcance.


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Porque quien sabe hacer el bien y no lo hace comete pecado. (Santiago 4:17)


En el Libro de los Muertos del antiguo Egipto se explica cómo era la defensa que los difuntos hacían cuando se tenía que pesar su corazón en el juicio final  ante el dios Osiris. La persona recitaba ante el tribunal todas las cosas malas que no había hecho. En base a ello su corazón era pesado y podía ser condenado o absuelto. Santiago, con el pragmatismo que nos tiene acostumbrados, va más allá e indica que no se trata únicamente de no hacer el mal; uno tiene la misma responsabilidad y culpabilidad si deja de practicar el bien que conoce, sabe y puede hacer. 

Felicidades por el mal que no practicas, diría Santiago si tuviera una conversación personal con cualquiera de nosotros; hablemos ahora del bien que estás dejando de hacer y por el cual eres tan responsable ante Dios como lo eres por el mal que practicas. Los evangélicos no estamos acostumbrados a hablar acerca del pecado de omisión, del que nos está comentando el escritor de esta carta. Estamos más orientados a sentirnos satisfechos de nuestra talla moral y pensar en todo el mal que dejamos de practicar. Pero tan grave es dejar de hacer el bien como hacer el mal. De hecho, el ordenamiento jurídico español tipifica el delito de "omisión del deber de socorro" y lo castiga hasta con penas de prisión. Creo que vale la pena pedirle al Señor discernimiento y sabiduría para detecta y practicar aquel bien que está a nuestro alcance.


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