Mis ovejas reconocen mi voz, yo las conozco, y ellas me siguen. (Juan 10:27)


El gran estudioso bíblico William Barclay cuenta con asombro como los pastores en Oriente Medio se juntan con sus rebaños alrededor de los pozos de agua. Mientras las ovejas beben ellos descansan y hablan. En este proceso todas las ovejas se mezclan entre sí. Asombrosamente, cuando llega el momento de irse, los pastores emiten unos sonidos característicos que solo son seguidos por las ovejas que pertenecen a su rebaño. Estas, sin ningún lugar a confusión, reconocen su voz y, consecuentemente, la siguen.

Al leer estos comentarios de Barclay las palabras de Jesús en el discurso del Buen Pastor cobran todo su sentido. Creo que una de las evidencias de una fe adulta y madura es la capacidad para escuchar y reconocer la voz del Pastor. Es una señal que nos distingue de esa fe infantil, de escuela dominical de la que hablaba anteriormente. Pero escuchar esa voz y distinguirla no es fácil, y no lo es por diferentes razones. 

Primera, rara vez nos han enseñado a distinguirla. Muchos líderes prefieren mantener, por decirlo de alguna manera, el monopolio de la voz de Dios. Esto les concede poder y control sobre las congregaciones. Estas tendrán que depender de ellos para comprender qué habla Dios para sus vidas. En el primer libro de Samuel, en el capítulo tres, observamos que el profeta no supo discernir la voz del Señor y, por reflejo, por formación, acudió al Sumo Sacerdote Elí, 

Segunda, hay muchas voces que hablan a nuestra mente y corazón. La contaminación  acústica, por decirlo de alguna manera, es enorme: la cultura, la sociedad, los medios de comunicación, nuestra tradición cristiana, la iglesia, nuestro propio ego, nuestros deseos ¡En fin, un montón de voces! Entre ellas, y debido a la falta de entrenamiento, está la débil voz de Dios que no hemos aprendido a escuchar y discernir entre todo el ruido que nos abruma.

Sin embargo, de creer lo que dice la Palabra, oír la voz del Pastor no es un privilegio otorgado a una casta especial, sino un derecho de cada creyente. Ahora bien, esa capacidad se debe enseñar por parte del liderazgo y desarrollar por parte del resto de los seguidores de Jesús. Y, en caso de que los líderes no lo estén haciendo, es nuestra responsabilidad espabilarnos y practicar la atenta escucha del Pastor.


¿Qué capacidad tienes de escuchar la voz de Dios?





Mis ovejas reconocen mi voz, yo las conozco, y ellas me siguen. (Juan 10:27)


El gran estudioso bíblico William Barclay cuenta con asombro como los pastores en Oriente Medio se juntan con sus rebaños alrededor de los pozos de agua. Mientras las ovejas beben ellos descansan y hablan. En este proceso todas las ovejas se mezclan entre sí. Asombrosamente, cuando llega el momento de irse, los pastores emiten unos sonidos característicos que solo son seguidos por las ovejas que pertenecen a su rebaño. Estas, sin ningún lugar a confusión, reconocen su voz y, consecuentemente, la siguen.

Al leer estos comentarios de Barclay las palabras de Jesús en el discurso del Buen Pastor cobran todo su sentido. Creo que una de las evidencias de una fe adulta y madura es la capacidad para escuchar y reconocer la voz del Pastor. Es una señal que nos distingue de esa fe infantil, de escuela dominical de la que hablaba anteriormente. Pero escuchar esa voz y distinguirla no es fácil, y no lo es por diferentes razones. 

Primera, rara vez nos han enseñado a distinguirla. Muchos líderes prefieren mantener, por decirlo de alguna manera, el monopolio de la voz de Dios. Esto les concede poder y control sobre las congregaciones. Estas tendrán que depender de ellos para comprender qué habla Dios para sus vidas. En el primer libro de Samuel, en el capítulo tres, observamos que el profeta no supo discernir la voz del Señor y, por reflejo, por formación, acudió al Sumo Sacerdote Elí, 

Segunda, hay muchas voces que hablan a nuestra mente y corazón. La contaminación  acústica, por decirlo de alguna manera, es enorme: la cultura, la sociedad, los medios de comunicación, nuestra tradición cristiana, la iglesia, nuestro propio ego, nuestros deseos ¡En fin, un montón de voces! Entre ellas, y debido a la falta de entrenamiento, está la débil voz de Dios que no hemos aprendido a escuchar y discernir entre todo el ruido que nos abruma.

Sin embargo, de creer lo que dice la Palabra, oír la voz del Pastor no es un privilegio otorgado a una casta especial, sino un derecho de cada creyente. Ahora bien, esa capacidad se debe enseñar por parte del liderazgo y desarrollar por parte del resto de los seguidores de Jesús. Y, en caso de que los líderes no lo estén haciendo, es nuestra responsabilidad espabilarnos y practicar la atenta escucha del Pastor.


¿Qué capacidad tienes de escuchar la voz de Dios?